La historia del Imperio Persa

También conocido como imperio aqueménida existió Asia Central entre 550 y 331 a. C. Los persas construyeron el imperio más grande y poderoso de la época, conquistaron a los diferentes reinos de la Mesopotamia asiática, el Levante, Siria, los pueblos de Anatolia y parte de las ciudades griegas.

El Imperio persa fue uno de los más poderosos de la historia.

Es reconocido por haber mantenido unido un territorio muy grande y heterogéneo, gracias a la combinación estratégica de centralización y flexibilización. Además, las conquistas persas hacia los otros pueblos se caracterizaron por su tolerancia religiosa e incorporación de rasgos culturales de los pueblos conquistados.

Originalmente, los persas se asentaron en la meseta de Asia Central, en la región que actualmente pertenece a Irán. A través de campañas militares, comenzaron a conquistar los pueblos de la región y construir un imperio que, en su momento de máxima extensión, dominó los territorios occidentales de Palestina, Siria, Mesopotamia, Egipto, Anatolia, Tracia, Macedonia, Armenia hacia el oeste y toda el Asia Central hasta el río Indo, hacia el este.

Extension del Imperio Persa

A su capital, Persépolis, se sumaron otras ciudades importantes que los persas fundaron o conquistaron a lo largo de su historia, como Ecbatana, Pasargada y Susa.

Actualmente, el Imperio persa correspondería a los territorios de Irán, Irak, parte de Egipto, parte de Grecia, Afganistán, Pakistán, Armenia, Jordán, Turkmenistán, Omán, Turquía, Siria, el Líbano, Yemen y parte de India.

Ciro II logró conquistar todas las tierras de los medos.

Hacia el 1400 a. C., la meseta de Irán comenzó a ser habitada por dos grupos nómades de lengua indoeuropea, los medos, en el norte, y los persas, en el sur. Estos pueblos hablaban la misma lengua y compartían creencias y costumbres.

Sin embargo, no se reconocían como una identidad común y durante siglos, el imperio asirio dominó la región y obligó a medos y persas a pagar tributos.

Hacia el siglo VII a. C., los medos se independizaron y fundaron una fortaleza llamada Ecbatana, que se convirtió en su capital. En 612 a. C., el rey medo derrotó a los asirios e impuso su dominio a los persas.

Hacia 550 a. C., el rey persa Ciro II organizó una rebelión y logró tomar la capital de los medos. Luego, comenzó una serie de campañas militares para extender su dominio y conquistó los reinos de Lidia, Babilonia y otras ciudades de la Mesopotamia asiática. Las regiones de Fenicia y Jerusalén fueron dominadas pacíficamente.

Después de la muerte de Ciro II el poder persa quedó en manos de su hijo, Cambises II, quien estuvo al mando de la conquista de Egipto en el 525 a. C. La máxima consolidación del imperio se dio en el reinado de Darío I, quien se encargó de realizar muchas de las obras que permitieron la interconexión y organización de los territorios y el desarrollo de ciudades y palacios.

El Imperio persa fue conquistado por Alejandro Magno.

Para el año 530 a. C., el Imperio persa ya se extendía por Asia y por Egipto, y el rey Darío I tuvo que hacer frente a revueltas que se desarrollaron en diversos territorios. Una de ellas fue la revuelta jónica, llevada adelante por los territorios griegos de la región de Jonia con el apoyo de otras ciudades griegas. Esta revuelta fue sofocada y terminó con la devastación de la ciudad de Mileto.

Uno de los máximos objetivos que planteó Darío I fue la conquista del resto de los territorios griegos. En esa época, Grecia estaba organizada en ciudades-Estados que iban creciendo en importancia y poderío.

Los persas invadieron por mar, en lo que se conoce como la primera guerra médica, y conquistaron las islas Cícladas, pero luego fueron derrotados por los atenienses en la batalla de Maratón, 490 a. C.

Después de la muerte de Darío I, asumió el poder persa su hijo, Jerjes I, quien quiso continuar con la idea de conquistar los territorios griegos. Así se dio inicio a la segunda guerra médica en la que resultaron vencedores los pueblos helénicos, en batallas como la de Salamina (480 a. C.).

Tras estas sucesivas derrotas, asumió el poder Artajerjes, hijo de Jerjes, y luego quien fue el último rey de Persia, Darío III. Para este momento, Grecia había sido unificada bajo el poder del macedonio Alejandro Magno, que se puso como objetivo la conquista del Imperio persa.

Alejandro Magno invadió el Imperio persa y su conquista se desarrolló a lo largo de tres batallas principales, la batalla del Gránico (334 a. C.), la de Issos (333 a. C.) y la de Gaugamela (331 a. C.), en la que el Imperio persa fue derrotado y Alejandro fue erigido como el nuevo rey.

Ruinas de Persepolis

Tras la segunda derrota, Darío huyó a Ecbatana en el oeste de Irán para tratar de reunir tropas, y de allí a Bactria, donde fue asesinado por su propio primo, Bessos.

La muerte de Darío en el 330 a.C. marcó el fin del imperio persa y una nueva fase en la historia del mundo, fase en la que Alejandro Magno construiría un imperio que eclipsaría incluso al de los persas.

A pesar de las revueltas, los problemas fronterizos, las luchas por la sucesión y los regicidios, el imperio persa había dominado enormes territorios y diversas poblaciones durante más de dos siglos.

El imperio persa se mantuvo durante tanto tiempo, porque la familia aqueménida nunca perdió su control exclusivo sobre la realeza. Los aqueménidas dirigieron su imperio como un negocio familiar. Hubo rebeliones dentro de la casa imperial, pero nunca para establecer estados separatistas, sino para establecer quién debería sentarse en el trono como cabeza de la familia.

Hoy, el estudio del imperio persa se está expandiendo y floreciendo como nunca antes, y siguen apareciendo estudios textuales de fuentes indígenas persas y desde la década de 1930, la arqueología del imperio ha producido hallazgos inesperados que constantemente obligan a los estudiosos a repensar nuevas definiciones de imperio.

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