Los instrumentos musicales persas – II

El instrumento musical es un objeto que registra y refleja fielmente la evolución de la civilización de un territorio. Describir en pocas líneas un tema tan vasto y complejo como que involucra multitud de aspectos, requiere identificar cuáles nos permiten reconstruir las huellas más evidentes en un viaje compuesto por tiempos y lugares

Como las marcas dejadas por el intérprete y por el tiempo en el cuerpo de un instrumento nos permiten reconstruir su historia, así es el territorio de Irán. Los instrumentos son signos de una civilización antigua capaz de expandirse. en los territorios vecinos sus personajes originales en virtud de una dominación cultural poética y refinada.

Para hacer más complejo el tema de la música persa, es en Irán, donde existe una gran variedad de etnias y regiones con características muy marcadas. El persa idioma oficial, es hablado por poco más de la mitad de población y otros idiomas caracterizan fuertes identidades culturales como las de Azerbaiyán, Baluchistán, la meseta de Turkmenistán, el Kurdistán, las regiones del Golfo Pérsico, cuyos grupos étnicos cruzan las fronteras haciendo más incierta la pertenencia nacional.

La música persa, con una tradición milenaria, ha sido preservada a través del Radif, un corpus de piezas que constituyen el repertorio clásico de esta fascinante forma de arte. Transmitido oralmente de generación en generación, es una colección de gushés, fórmulas modales melódico-rítmicas sobre las que los músicos persas improvisaban, lo que hace que cada interpretación sea única en su melodía, forma, duración e impacto emocional.

El Radif está organizado en 12 colecciones, siendo siete de ellas son las estructuras modales básicas conocidas como dastgahs. Cada dastgah tiene un nombre distintivo y características propias que definen su tonalidad y atmósfera musical. Estos dastgahs son:

  • Shur
  • Homayun
  • Segah
  • Chahargah
  • Mahur
  • Rast-Panjgah
  • Nava

Además, existen cinco modos secundarios: Abuata, Dashti, Bayati Tork, Afshari y Bayati Isfahan, que derivan de los dastgahs principales. Cada dastgah y sub-dastgah tiene sus propias reglas y características melódicas, lo que enriquece la diversidad de la música persa.

Los modos persas, similares a los modos griegos antiguos, se crean combinando dos tetracordios, fragmentos de escala de cuatro notas. Tienen siempre siete notas, con una afinación difiriendo ligeramente de la escala occidental. Algunos, incorporan intervalos distintivos, como la segunda neutra, situada entre una menor y una mayor, y la presencia de intervalos mayores sin llegar a ser aumentados. Los gushés, fórmulas melódicas, se adaptan a estos modos y permiten a los músicos expresarse de manera única en cada interpretación.

La música persa se destaca por varias particularidades que la diferencian de otras tradiciones musicales:

  • Monofonía. Es monofónica, lo que significa que todos los instrumentos interpretan el mismo esquema melódico sin armonías.
  • Ritmo y Pausas. Muchos gushés carecen de una estructura de compás estable, pero otros tienen una base rítmica de origen folclórico, con compases binarios, ternarios, cuaternarios o asimétricos. Las piezas suelen incorporar pausas.
  • Patrones Melódicos y Repetición. La música persa conlleva el uso de patrones melódicos con pasos conjuntos, sin saltos bruscos, y la repetición de motivos melódicos en diferentes alturas.
  • Improvisación y Espiritualidad. La interpretación del Radif permite una fuerte improvisación, creando un efecto llamado «hâl» o inspiración, que puede sumergir tanto al músico como al oyente en un estado de conexión profunda con la música. Esta tradición encuentra su inspiración en la filosofía mística sufí.

La música clásica persa tiene cuatro formas principales:

  • Pishdaramad: Una forma instrumental, un preludio que precede al daramad de la dastgah.
  • Cheharmezrab: Una pieza solista rápida que utiliza la melodía a la que precede.
  • Ring: Una pieza instrumental de carácter bailable que suele cerrar una dastgah.
  • Tasnif: La forma vocal, con una estructura similar al pishdaramad, que antecede al ring final.

Cada una de estas formas tiene su función y aporta una dimensión única a la música persa. La estructura general de la música persa, basada en el Radif, refleja una tradición rica y compleja que ha sido transmitida de generación en generación. La diversidad de dastgahs, la improvisación creativa y la espiritualidad que la acompaña hacen que la música persa continue cautivando a oyentes de todo el mundo. Su singularidad reside en la habilidad de los músicos para transmitir emociones profundas y conectar con la audiencia a través de esta forma de arte atemporal.

Las formas son cuatro, una para la voz y tres para las partes instrumentales. El pishdaramad es una forma instrumental atribuida al maestro del tar Darvish Khan, especie de preludio al daramad, guión o esqueleto personal de la dastgah, que pone fragmentos melódicos de algunos de los gushés en compases de dos, tres o cuatro tiempos.

La forma instrumental del cheharmezrab se asimila al taksim de la tradición árabe, una pieza solista rápida que utiliza la melodía a la que precede. y la última forma instrumental es el ring, pieza bailable que suele finalizar la dastgah. La forma vocal se llama tasnif y es similar al pishdaramad y suele anteceder al ring final.

Los gushés suelen tener una forma interna de arco que asciende a unas dos terceras partes de la pieza para resolver luego en el modo y tono inicial de la melodía, de forma muy similar a cómo progresan las melodías de la tradición clásica de Occidente. La interpretación de este repertorio de improvisación genera un efecto de inspiración, capaz de sacar de la realidad tanto al oyente como al músico.

Cada línea poética se canta con una melodía distinta según la secuencia de introducción vocal, misrâ de medio verso, ornamentación vocal o segunda misrâ, tahrîr y vocalización final. La métrica de los pies de la forma poética del ghazal forma la base de la interpretación elástica del ritmo.

Cada dastgah contiene de 10 a 30 gushés. La tónica se denomina shahead y cambia con el devenir de los gushés, creando modulaciones que generan un espacio sonoro. También existe una gravitación tonal secundaria que suele estar en la cuarta o quinta perfectas respecto a la tónica.

Cada instrumento debe ser capaz de hacer sonar 16 notas distintas por escala.

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