Después de los horrores del año 1000, y en los albores del nacimiento de la burguesía, un cántabro y dos socios de origen vasco-navarro inician la construcción de tres barcos en Castro Urdiales para transportar mercaderías y comerciar con países del norte de Europa.
Mientras se construyen, Gorka, uno de los amigos, inicia un viaje que lo llevará a Flandes, donde descubre La Ruta de Lana y su pujante industria manufacturera, en torno a ciudades como Brujas y Amberes. En la Alemania del mar Báltico entra en contacto con mercaderes de la Ruta de la Lana y la Ruta de la Sal y su poderosa economía.
A través de un emocionante viaje invernal por este mar, asiste al establecimiento de un gran número de asentamientos costeros de colonos, y al crecimiento de muchas ciudades y de burgos independientes de los señores feudales, donde sus habitantes se dedican al comercio, al transporte de mercaderías y a la fabricación de artesanías. En Kalingrado, Riga y Novgorod conoce a los mercaderes orientales de la Ruta de la Sal, que lo ponen en la pista de un dispositivo que permite obtener la latitud y mejorar la seguridad en el mar, y que encontrará en Toledo, diseñado por un astrónomo autodidacta de nombre “Azarquiel”
En “Tulaytula”, ciudad clave en el mundo islámico de la época, los tres socios conocen al monarca de la Taifa Toledana “al-Mamún”, y al mecenas “Ibn-al Said”, que ayudan a astrónomos, a matemáticos, a judíos y a eruditos de todo el mundo, emulando la labor de protección y conservación del conocimiento que los califas abasidas llevaron a cabo en la Casa de la Sabiduría o “Bayt al-Hikmah” de “Baghdad” años atrás.