El origen del ser humano se enmarca en el lento proceso de evolución de especies animales que empezó hace millones de años a partir de organismos vivos más simples.
Los humanos formamos parte de la familia de mamíferos primates conocida como homínidos, en las que se incluyen especies como los chimpancés, orangutanes, o gorilas. La diferencia genética entre un chimpancé y un humano moderno es de un 1%, pero es la clave que nos hace una especie más inteligente y con capacidad de abstracción.
Cuevas de Altamira
Se cree que hace 6 y 8 millones de años existió el último ancestro compartido entre chimpancés y humanos, y que desde entonces aparecieron nuestros ancestros más directos. Hay varias posibilidades, pero el primer homínido que andaba a dos patas y que se sabe con certeza que jugó un papel en el surgimiento del Homo sapiens fueron los australopitecos, que vivieron en África hace unos cuatro millones de años.
La prehistoria es el período más largo de la humanidad y al mismo tiempo el más desconocido, porque no existía la escritura que es lo que permite hablar de historia como tal.
Hace unos dos millones y medio de años aparecieron las primeras especies Homo, definidas por su capacidad de elaborar herramientas de piedra. Se han datado fósiles de este Homo hace unos 1’8 millones de años fuera de África, y así es como aparecieron especies diferenciadas de ancestros humanos.
Varias oleadas de unos pocos de estos Homo sapiens habría salido de África, por eso la genética observa menos variaciones entre humanos no africanos y habrían poblado el resto de continentes reemplazando completamente.
El Paleolítico que significa piedra antigua, comienza con la aparición de los primeros homínidos, hasta el año 12.000 a.C. en la península ibérica. Abarca desde la aparición de los australopitecos hace más de cuatro millones de años hasta la creación de la escritura en Oriente Próximo hacia el 3300 a. C., pero para la península ibérica no termina hasta siglos después.
Imagen de Homo Erectus
Se divide en el Paleolítico inferior, caracterizado por la aparición y extinción de múltiples especies Homo y el uso de herramientas de piedra.
El Paleolítico medio empezó hace unos 120.000 años y se caracteriza por el dominio de los neandertales, el uso del fuego, la sofisticación de las herramientas, como cuchillos, punzones o perforadores.
El Paleolítico superior empezó hace unos 35 o 40.000 años y se caracteriza por el triunfo del Homo sapiens. Con los humanos modernos, la creatividad se desarrolló como el arte, las creencias religiosas y las herramientas más avanzadas, como los arcos y las flechas de piedra y hueso, anzuelos y arpones, un completo arsenal.
En el Paleolítico, en Europa, había elefantes, rinocerontes y leones y el norte y gran parte de Europa central estaba cubierta de nieve y hielo por lo que los primeros humanos usaron cuevas como refugio y además podían obtener sílex para herramientas, utensilios y armas de caza de piedra.
En la península ibérica, la prehistoria se refiere al tiempo transcurrido desde la llegada de los primeros miembros del género Homo, hace más de un millón de años, hasta la aparición de textos escritos.
Las especies Homo vivían como nómadas y cazadores-recolectores, y vivían de la recolección de plantas, frutas, o moluscos y de los animales y peces que cazaban, y también eran carroñeros e incluso caníbales.
Por lo general eran mucho más igualitarias que las sociedades agrarias posteriores, había poco que poseer y acumular, existiendo liderazgos, diferencias sociales, diferencias en el acceso a los recursos como los alimentos, o división sexual del trabajo.
La caza de animales grandes era una tarea masculina en el Paleolítico europeo, mientras que las mujeres se dedicaban a la recolección y la caza menor.
Las desigualdades siempre existieron y forman una parte inherente del ser humano, y su origen no está en la agricultura, la vida sedentaria y la formación de los estados, que amplificaron estas.
Los restos más antiguos de una especie del género Homo en Europa fueron encontrados en Atapuerca, en Burgos que datan de hace 1’2 millones de años y aún no han sido identificados como una especie conocida, como sucede con la especie del Homo antecessor datada de hace 780.000 años.
En el yacimiento de Atapuerca los arqueólogos encontraron especies como el Homo heidelbergensis, o los restos mucho más recientes de Homo neanderthalensis y Homo sapiens. El Homo neanderthalensis, descendiente del anterior y el Homo sapiens aparecieron hace cerca de 40 000 años en la península.
La presencia humana en la península ibérica se remonta a por lo menos, 1,2 millones de años, como así lo muestra el último descubrimiento en la sierra de Atapuerca en Burgos, en el yacimiento de la Sima del Elefante. La mandíbula de un Homo sin clasificar todavía, pero que podría relacionarse con los restos fósiles de la Gran Dolina en la misma sierra, identificados como una nueva especie de homininos denominada Homo antecessor, cuyas industrias líticas asociadas pueden tener una antigüedad de más de un millón de años. Estos hallazgos constituyen las evidencias más remotas encontradas hasta ahora en Europa de un antepasado de los seres humanos.
Hace unos 200.000 años los neandertales se trasladaron a la Península, y no desaparecieron hasta hace 30.000 años según los restos encontrados en Gibraltar, conviviendo con los Homo sapiens de los que se tiene constancia en la península ibérica desde hace unos 40.000 años.
Los monumentos megalíticos repartidos por la geografía peninsular, así como las culturas calcolíticas de Los Millares y Vila Nova y la del bronce de El Argar, son exponentes de la evolución cultural ibérica durante el Neolítico y la Edad de los Metales, proceso que culminó con la entrada en la Protohistoria de los tartesios y los íberos gracias a los testimonios que nos han dejado los pueblos colonizadores y que han servido para reconstruir parte de la historia de los pueblos ágrafos peninsulares.
La península ibérica es una de las regiones más importantes del mundo en cuanto a pinturas rupestres del Paleolítico Superior. Las cuevas de Altamira fueron descubiertas en 1868 en Santander, y son famosa por sus pinturas rupestres, datando algunas de hace 36.000 años. Hace unos 13.000 años un desprendimiento de rocas selló la entrada de la cueva y esto ayudó a preservar las pinturas en un estado excepcional.
En cuanto a la orografía, el carácter peninsular explica como por el mar han llegado y han partido influencias e intercambios culturales, enriquecidos por la doble influencia atlántica y mediterránea. Su aislamiento respecto al resto de Europa, por los Pirineos, ha contribuido a originar una diferenciación entre la evolución de la península ibérica y en el resto de espacios continentales. Su situación geográfica ha servido de puente para unir Europa y África, formando un nexo de interconexión entre los factores histórico-culturales surgidos en ambos continentes.
La geografía está determinada por un relieve con numerosos sistemas montañosos y un clima muy variado y variable. Los ríos, más caudalosos en otros tiempos, provocó la creación de terrazas fluviales que fomentaron el establecimiento de grupos humanos.
Buena parte de la orografía de las montañas es consecuencia de la acción de los glaciares, tanto de circo como de valle, que durante los periodos más fríos cubrieron sus zonas altas. En los Pirineos llegaron a medir 30 km y tener espesores de 400 m.
La costa sufrió alteraciones al descender y aumentar el nivel del mar junto con las glaciaciones. En la costa levantina ha habido variaciones positivas de un metro y regresiones de 1,20 m. provocando una unión entre Mallorca y Menorca, y que las orillas mediterráneas se retiraran varias decenas de kilómetros.
El clima peninsular era más caluroso y húmedo que en el Paleolítico. Hace unos diez millones de años comenzó un proceso de enfriamiento que debió sufrir diversas fluctuaciones.
En Europa la sucesión alternativa de distintos periodos glaciales y debido a que la península ibérica está situada entre el Atlántico, el Mediterráneo y África, su clima fue afectado en similar medida por los fenómenos europeos y por las pluviaciones africanas, generando muchos ambientes. Solo hay evidencias de glaciares en las grandes cordilleras montañosas y las especies animales de clima frío como el reno o el mamut aparecen restringidas a la meseta norte y el Cantábrico.
La temperatura media anual de la península durante los momentos más fríos de la última glaciación, hace 21 000-17 000 años, sería unos 10-12 °C menor que la actual.
Aunque cada glaciación fue diferente en intensidad y extensión a las demás, en general podría decirse que durante estas fases frías la meseta central habría tenido un clima más extremo y lluvioso que el actual. La costa cantábrica sería mucho más fría y húmeda, y Andalucía tendría unas temperaturas algo inferiores a las del presente sur de Francia.
En cuanto a la flora, los ecosistemas forestales de la península ibérica estaban conformados con árboles de la familia del laurel, y de y coníferas y secuoyas. Con la llegada de las glaciaciones el medio cambió considerablemente. Durante el último máximo glaciar las zonas que no estuvieron cubiertas por nieves perpetuas del área cantábrica, y las cordilleras peninsulares y las mesetas serían estepas frías e inhóspitas, casi carentes de vegetación. Los bosques de pinos serían predominantes en las zonas más bajas y algunos bosques templados con robles, fresnos, avellanos, alisos, arces, etc. y mediterráneos de encinas y alcornoques se conservarían en áreas favorables cercanas a las costas.
También los cambios climatológicos provocaron efectos en la fauna ibérica. En los periodos glaciales los animales característicos fueron el mamut, el rinoceronte lanudo y el reno, especies propias del norte que encontraban en la menor rigurosidad del clima peninsular un cobijo de los hielos centroeuropeos.
Durante los periodos interglaciares el mamut meridional, el elefante antiguo y el rinoceronte, fueron los animales de gran tamaño más abundantes. Otras especies que mantuvieron su presencia serían los distintos tipos de leopardos, leones, osos, lobos, caballos, bisontes, cebras y cervidos etc.