En el corazón oscuro de Europa, emergen las sombras del pasado, sin embargo no brotan de la nada. No son fantasmas que surgen sin razón, sino espectros cuidadosamente alimentados por aquellos que, en las alturas del poder, aprendieron a manipular el miedo y la desesperación.
Como las élites abonaron el terreno para el resurgir de la ultraderecha y el neofascismo.
Por Óscar Lomba Álvarez * | Vigo | 13/09/2024
En Alemania, el ascenso de la ultraderecha no es solo el retorno de monstruos pardos que una vez arrasaron el continente; son el fruto venenoso de un árbol cuyas raíces fueron regadas por las mismas élites que ahora fingen horror ante el resultado. El regreso de estos monstruos no es un accidente de la historia, sino una consecuencia deliberada de políticas y narrativas que fueron impuestas desde las cúpulas del poder financiero y mediático.
Hoy, el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD) en Turingia y Sajonia no es más que el resultado de un plan meticulosamente trazado por las oligarquías, que sembraron la división y el odio en la sociedad, desviando la atención de sus propios crímenes y acumulación de riquezas. Los banqueros, los magnates de las corporaciones mediáticas, los políticos corruptos: todos ellos encontraron en la ultraderecha un aliado perfecto para mantener el control sobre la clase trabajadora y las masas empobrecidas y desorientadas. Utilizaron sus plataformas mediáticas para fabricar enemigos ficticios, para redirigir la ira de los desposeídos hacia aquellos que son los más vulnerables, en lugar de permitir que esa furia se vuelva contra los verdaderos culpables.
La Alemania que una vez fue cuna de la cultura, arte y pensamiento crítico, se encuentra ahora atrapada en una encrucijada mortal. Sin embargo esta decadencia no surgió espontáneamente. Ha sido fomentada, alimentada y acelerada por una clase dominante que encontró en el fascismo una herramienta útil para dividir y conquistar. Mientras el pueblo alemán lucha por sobrevivir en un mundo de creciente desigualdad, las élites se retiran a sus atalayas de lujo y castillos exclusivos, disfrutando de sus inmensas fortunas, asegurando su poder a través de la manipulación del discurso público y la represión de cualquier movimiento que desafíe el statu quo.
El miedo que hoy recorre Alemania no es un miedo natural, sino un pánico construido meticulosamente. Los medios de comunicación, controlados por los segmentos dominantes, poderes fácticos y resto de las élites hegemónicas, han trabajado incansablemente para crear una narrativa donde el inmigrante, el pobre, el diferente, se convierten en amenazas. Han moldeado la percepción pública para que el enemigo no sea el ejecutivo de un fondo buitre o de una multinacional que evade impuestos, sino el refugiado que huye de la guerra y la miseria. En esta narrativa, el miedo se convierte en odio, y el odio en votos para aquellos que prometen restaurar una fantasía de pureza y orden.
Sin embargo esta narrativa es una farsa, una cortina de humo diseñada para ocultar la verdad. La verdad de que los problemas que enfrenta Alemania, y el mundo en general, no son el resultado de la inmigración o de una supuesta pérdida de identidad nacional. Son el resultado de un sistema económico y político que favorece a unos pocos a expensas de la mayoría. Son el resultado de políticas neoliberales que desmantelaron el estado de bienestar, que empobrecieron a las clases trabajadoras y medias, y que concentraron el poder y la riqueza en manos de una élite cada vez más pequeña y cada vez más alejada del pueblo.
El ascenso de AfD y de otros movimientos semejantes en Europa es la culminación de décadas de políticas diseñadas para beneficiar a las élites, mientras sé culpabiliza a los más débiles de los problemas creados por los más fuertes. Es el resultado de un sistema que está rompiendo las redes de seguridad social, que está privatizando lo público, que pretende convertir la educación y la sanidad en mercancías, y que abandonó a los más vulnerables a su suerte. Y cuando esos segmentos indefensos procuran respuestas, las encuentran en las promesas vacías de los demagogos, que ofrecen chivos expiatorios en lugar de soluciones reales.
La verdadera pesadilla de un futuro bajo el dominio de AfD no es solo la amenaza de una nueva era de represión y odio, sino la perpetuación de un sistema que ya demostró su capacidad para deshumanizar y explotar a la mayoría en beneficio de unos pocos. Si Alemania, y Europa en su conjunto, desean evitar este destino, no basta con resistir a los movimientos neofascistas; es necesario confrontar a las élites que permitieron que broten estos movimientos.
Es hora de que el pueblo despierte, de que entienda que la verdadera batalla no es entre ellos y los inmigrantes, entre ellos y los pobres, entre ellos y los diferentes. La verdadera batalla es entre la mayoría social y las élites que utilizan el miedo, el odio y la división como herramientas para mantener su dominio. Es hora de recuperar la democracia popular, de exigir justicia económica y social, de construir un mundo donde el bienestar y la riqueza no sea el privilegio de unos pocos, sino el derecho de todas y todos. Solo entonces podremos decir que los monstruos fueron derrotados, no solo en las urnas, sino en el corazón de la sociedad.
* Óscar Lomba Álvarez es Abogado. Licenciado en Derecho. Activista Social. Miembro del Equipo Técnico de Podemos Galicia (Responsable de Municipalismo). Miembro de la Internacional Antiimperialista de los Pueblos.