Paola Ugaz: “Luis Fernando Figari fue un monstruo, abusador y misógino, y el niño mimado del Vaticano”

“La expulsión de Luis Fernando Figari como fundador del Sodalicio tiene una importancia capital”, reivindica la periodista, quien provocó que Francisco enviara a Perú una misión para investigar los abusos del mayor depredador sexual de la Iglesia desde Marcial Maciel

Paola Ugaz Marina García Burgos

Jesús Bastante

en religiondigital.com —8 de septiembre de 2024 21:27hActualizado el 09/09/2024 05:30h

— El Vaticano expulsa a Luis Figari, el mayor depredador sexual en la Iglesia desde Marcial Maciel

“Figari era fanático de la dictadura de Francisco Franco, de Hitler, de Primo de Rivera, les hacía cantar el Cara al Sol a sus fieles, y hablaba de ser ‘mitad monje, mitad soldado’”. La periodista peruana Paola Ugaz habla con precisión, sin omitir detalles. Ha estudiado a fondo a Luis Fernando Figari (Lima, 8 de julio de 1947), fundador del Sodalicio, ahora expulsado de la Iglesia católica. La investigación que llevó adelante junto a Pedro Salinas destapó un infierno de pederastia y todo tipo de abusos que escandalizó al Vaticano a tal punto que el Papa envió a personas de su máxima confianza a indagar en este poderoso grupo religioso con seguidores en 25 países.

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Ugaz repasa en conversación con elDiario.es las claves de poder, dominio y sumisión que permitieron a los líderes de este grupo ultra ser reconocidos y durante años protegidos por el Vaticano. Además, desvela la persecución sufrida durante la investigación y que ha alcanzado a los propios enviados de Bergoglio.

¿Qué supone la expulsión de Figari del Sodalicio?

Tiene una importancia capital para nosotros, como investigadores de este caso, para los supervivientes y para el Perú, un país donde esta organización se fundó en 1971 y donde conserva mucho poder político, económico, social, y también judicial pese a que las denuncias en su contra datan de 20 años atrás. El Sodalicio se ha paseado impunemente en la sociedad peruana, y solo ha sido gracias al Papa Francisco que el Vaticano ha intervenido. Esto muestra que, a nivel mundial, otras organizaciones que han utilizado el nombre de la Iglesia Católica para acceder al poder y abusar de sus miembros tienen que poner sus barbas a remojo.

¿Cómo ha sido el trabajo llevado a cabo por los investigadores del Vaticano?

Ha sido fundamental. Sin Charles Scicluna y Jordi Bertomeu nada hubiera sucedido. Ellos vinieron a Perú con mucha humildad y empatía para sentarse y escuchar a todos los supervivientes, a los campesinos de Piura a quienes el Sodalicio había quitado sus terrenos en el norte, a todos, recopilando muchísima información que ha llevado hasta el momento de la expulsión.

Tanto Scicluna como Bertomeu han tenido que soportar una presión muy dura, tanto en Perú como en la curia vaticana. A ellos, enviados del Papa, los han acusado y atacado, lo que es igual que atacar al Papa. Y es que el matonismo también forma parte del Sodalicio, que ha tocado fondo al acusar a la misión nombrada por el mismo Papa. Y hay que agradecer su trabajo, y el del Papa Francisco, por la empatía que tuvo al encontrarse con una simple periodista que investigaba la pederastia clerical.

Tuvo oportunidad de hablar con el Papa de este escándalo…

Sí, soy la primera periodista que se reúne con el Papa para hablar de estos temas, para hablar de las víctimas. En noviembre de 2022 pedí a Francisco que hiciera algo, y de ahí surgió la investigación encomendada a Scicluna y Bertomeu. Hablé al Papa de las víctimas: de José Enrique Escardo, el primer denunciante del Sodalicio; de Renzo Orbegoso, de Rodrigo Labor, de tanta gente que ha sufrido tanto… Y gracias a esa escucha, envió a los investigadores y finalmente se decidió expulsar a Figari.

¿Qué decisiones se fueron tomando a partir de la investigación de los enviados vaticanos?

Ha sido un trabajo meticuloso. Vinieron a entrevistar a todas las víctimas, y les dieron otra imagen de lo que es la Iglesia católica después de que durante años no se hiciera absolutamente nada. Desde el principio demostraron que tenían ganas de hacer justicia, de cambiar las cosas, en un país donde los poderes fácticos generan impunidad para el Sodalicio. Junto a ellos, hay que destacar el trabajo del arzobispo de Lima, Carlos Castillo, el cardenal Pedro Barreto, y el arzobispo Reinaldo Nann, que son las excepciones, porque el resto de obispos de Perú no escucharon a las víctimas durante años.

Figari funda la organización a los 24 años, cuando nace la Teología de la Liberación, como una respuesta ideológica desde la derecha. Muchas autoridades religiosas veían con buenos ojos este ‘brazo armado’ que nació en Perú, y le abrieron las puertas del Vaticano

Primero llegaron, vieron y luego, al regresar a Roma, tomaron decisiones: sacaron a Monseñor Rodríguez Carballo [actual arzobispo de Mérida-Badajoz], que era secretario del dicasterio del que dependía el Sodalicio y que no había hecho absolutamente nada; también mandaron a su casa al arzobispo de Piura, José Antonio Eguren, que había dejado de lado a los campesinos a quienes el Sodalicio arrebató sus tierras. El Vaticano ahora es capaz de hacer algo. Esto es una reivindicación simbólica a todas las víctimas.

Durante años, Figari estuvo protegido, no sólo en Perú, sino también en el Vaticano…

Figari funda la organización a los 24 años en Perú, cuando nace la Teología de la Liberación de la mano del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez. Fue una respuesta ideológica desde la derecha a una teología que hablaba de los pobres. Figari era fanático de la dictadura de Francisco Franco, de Hitler, de Primo de Rivera, les hacía cantar el Cara al Sol a sus fieles, y hablaba de ser “mitad monje, mitad soldado”. Y muchas autoridades religiosas veían con buenos ojos este ‘brazo armado’ que nació en Perú. Y le abrieron las puertas del Vaticano. Cuando Ratzinger llega a Perú en 1986, el grupo que lo recibe es el Sodalicio.

Luis Fernando Figari fue el niño mimado del Vaticano. Juan Pablo II lo nombra consultor del Pontificio Consejo para los Laicos, y da al movimiento rango pontificio en 1994. Se movían en Roma como Pedro por su casa: Figari estaba confiado de que no le iba a pasar nada porque tenía poderosos amigos en el Vaticano. Que haya caído por un documento firmado por el propio Papa dimensiona la decisión que se ha tomado.

¿Quién es Figari para usted?

Para mí, Luis Fernando Figari es un producto peruano de abuso, de impunidad, una muestra de cómo alguien que acumula tanto poder puede hacer tanta maldad. Figari no es el lobo solitario, no es el monstruo que vino e hizo el mal. Es un líder que pudo crear esa ficción del carisma del Sodalicio habiendo ya abusado de algunas personas antes, buscando un espacio seguro para seguir abusando y ser reconocido en el ámbito público, tener poder, lujos… mientras en su vida interna seguía siendo un matón, un abusador que convierte a sus seguidores en sus esclavos. Le gustaban las películas de acción, pero esas noches eran de horror para los esclavos que vivían con él. Además, era un misógino: para él las mujeres eran lo peor de lo peor, eran seres inferiores.

De momento Figari continúa en Italia. ¿Cree que será juzgado en Perú?

Figari solo será juzgado en Perú si una fiscalía se atreve a investigar de oficio, o si la fiscalía que había pedido su detención preventiva en 2017 vuelve a pedir su procesamiento. Hasta ahora, no le ha pasado absolutamente nada en la justicia peruana, y la decisión del Vaticano solo confirma que la solución tenía que venir de fuera del país, porque dentro el Sodalicio es todavía un movimiento muy poderoso.

Y ahora, ¿qué? ¿Puede sobrevivir el Sodalicio a su fundador? ¿Qué pasos deben darse?

El Sodalicio no puede sobrevivir al fundador porque no era un monstruo traído de fuera, era parte de la misma organización, creada con su carisma, y que tuvo muchísimos abusadores en su seno. Y la impunidad con la que se movieron los abusadores físicos, psicológicos y sexuales es parte de su ADN. También, las ganas de vengarse de los que los denunciaron. Sus miembros se volvieron robots preparados para acabar con el otro solo porque lo decía el fundador, porque “el que obedece nunca se equivoca”, como decían.

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