A los pocos días de ser investido califa en el año 833, Al-Mamún, se reunió con sus amigos intelectuales y poetas para tener una reunión en el Palacio de la Paz. Antes del encuentro con sus amigos, el monarca los agasajó con una cena en los jardines califales desde donde disfrutaron de una puesta de sol entre anaranjada y rojiza.
Sobre las mesas donde se servía el convite al aire libre, había platos y fuentes de porcelana china con trozos de carne de cordero aderezados con especias de la India y de Irán. Había también bandejas con piezas de pato y de aves asadas, con menta, clavo y canela, acompañadas de berenjenas, de pepinos y de otras verduras.
Finalizado el ágape, y en una atmósfera relajada, Al-Mamún se dirigió a sus amigos para decirles que quería escuchar sus sugerencias para desarrollar un proyecto relacionado con la creación de una Bayt al-Hikmah, que aglutinase el conocimiento y la sabiduría alrededor del califato. «Por eso, os invitó a que nos deis vuestras opiniones.»
Empezó presentándose Abdel Azim, “sirviente del poderoso”, diciendo a los reunidos: «Soy astrónomo, y pienso que para crear una Casa de la Sabiduría lo primero es diseñar un entorno donde el conocimiento pueda fluir líbremente.»
Después, Kazim, “tranquilo y apacible”, expresó que como filósofo pensaba que el conocimiento debería estar al alcance de todas las personas, y que todo el mundo debería poderse instruir, y conseguir el progreso personal en el campo de estudio deseado.
Intervino después Abdel Bari, “sirviente del creador”, presentándose como médico en materias de oftalmología y dietética, diciendo que para abrir el camino al progreso de la cultura y de la ciencia no religiosa, y para que reviertan en beneficio del hombre, estas deben situarse en el plano de la razón y en el de la lógica.
—Como médico y químico —dijo Al-Razi—, y como director del hospital creado por nuestro monarca, que como sabéis incluye una de las primeras áreas de psiquiatría que se conocen, creo que es importante iniciar el proceso de estudio y comprensión de la naturaleza y de sus leyes.
—Nos interesa tu opinión —Le dijo el monarca—, por tu gran erudición y por tu gran humildad —dijo el monarca a Al-Razi.
Abdel Hakim, “sirviente del sabio”, se presentó diciendo: «Todos vosotros me conocéis, y quiero expresar la necesidad de alejarnos de los teólogos y de los ulemas fundamentalistas si queremos desarrollar la Bayt al-Hikmah.»
Después de las intervenciones de sus colegas, Al-Mamún se dirigió a sus amigos para decirles que todas sus opiniones iban a recogerse, pues eran importantes puntos de partida para iniciar el proceso de estudio y comprensión de la naturaleza y de sus leyes, y asegurar que este conocimiento llegase a todos.
—Podría ayudarnos para conseguir nuestros objetivos, el apoyar a los mutazilíes —decía Sirhal, “el lobo”—, pues sus ideas filosóficas y teológicas conforman una forma de hacer política, que cuestiona la legitimidad de los gobernantes si estos no encuentran el respaldo libre de sus súbditos.
—Para imponer esa forma de pensar —prosiguió Al-Mamún—, voy a forzar una inquisición contra los ulemas, e impulsar la doctrina de los mutazilíes, y me voy a apoyar en las teorías racionalistas de sus seguidores, para contrarrestar al fundamentalismo. Además, vamos a promover la traducción al árabe de obras de filósofos griegos que favorezcan este movimiento racionalista.
»Iniciaremos la construcción de un edificio que albergará la Casa de la Sabiduría. Bayt al-Hikmah dispondrá de una gran biblioteca y de un observatorio astronómico.
»La biblioteca incluirá la colección de los libros que heredé de mi padre, Harún Al-Rashid —dijo Al-Mamún—, muy amante de las ciencias y de las artes como todos los integrantes de la dinastía abasida, y se ampliará con muchos otros libros que abarcarán todas las disciplinas.
»Acudiremos a todos los manantiales de sabiduría que podamos. Mandaremos embajadores a la India, al cercano y medio oriente, para conseguir obras antiguas griegas, latinas y chinas, que fueron traducidas al árabe —continuó el monarca poeta.
»Recientemente he sabido que el rey de Sicilia tiene en su castillo un sótano lleno de antiguos libros de Aristóteles, de Platón, de Arquímedes, y de Euclides. Le voy a enviar una embajada para solicitar esos libros en donación o para que nos los vendan —continuó el monarca.
»Mandaremos embajadores a Konstantinopolis. En sus bibliotecas, hay muchos libros que han sobrevivido de la antigua biblioteca de Al-Iskandariya y también de colecciones privadas romanas. Podemos enviar una embajada para que se entreviste con el emperador —continuó Al-Mamún.
—Además —dijo Assaf—, podemos mandar embajadores por todos los reinos musulmanes, desde Persia hasta España con el aviso de que se necesitan traductores y maestros de matemáticas, de filosofía, de astronomía y de cualquier rama del saber.
—Les diremos que se pagará en oro —continuó Sirhal “el lobo”, y en poco tiempo la Ciudad de la Paz se llenará de eruditos versados en todas las artes, literatura, y matemáticas.
—Ordenaremos la construcción de viviendas para estos sabios contratados, dijo Al-Mamún para favorecer su integración y que el conocimiento se intercambie y se pueda aprovechar mejor.
El encuentro se prolongó hasta bien entrada la noche, hablando y discutiendo sobre temas de astronomía, geografía, filosofía, y matemáticas.
Al rayar el alba, los amigos se despidieron del poeta, quien los acompaño hasta la salida del palacio califal.
Una vez solo, el Califa pensaba para si mismo:
—Dentro de unos meses el edificio de la Bayt al-Hikmah habrá quedado terminado. Tendremos una respuesta del emperador de Bizancio, y del rey de Sikelia, que espero sean positivas.
»Pronto, surgirán otras escuelas y otros centros creados a imagen y semejanza del de Bagdad por imitación de gobernantes y reyes de otros lugares —continuó pensando Al-Mamún, mientras contemplaba el levantamiento del sol.
Vendrán sabios de todo el mundo, a Baghdad, que facilitaran la introducción del griego y de la ciencia india en el mundo islámico.
El primer director de esta Casa de la Sabiduría será al-Jwârizmî. —Se decía para sí mismo el poeta.