Corría el año 1600 en Sierra Madre en México.
Nierika, un huichol de 16 años, iba caminando por las montañas de Sierra Madre, de regreso a la aldea, con dos amigas Kupuri y Hamewari, cuando vieron en el suelo un plumón blanco que se movía y que piaba.
Nueva Tribuna
19 DE MAYO DE 2024
Se acercaron y vieron que era un ave que se había caído de un nido de algún árbol o quizás de un saliente de un roquedo. Miraron alrededor los árboles, robles, pero no vieron nada. Después de buscar a sus progenitores en los árboles, fueron a uno de los roquedos cercanos, pero no vieron nada.
Anochecía y Nierika cogió con la mano la bolita de plumón blanco y trató de darle algo de calor. Piaba y tenía hambre. No sabían qué tipo de ave sería, ni que comería, pero Nierika le dio un poco de carne de venado que tenía en sus tortillas. Como la comió enseguida, le dio de comer una y otra vez. Estaba muy hambrienta y no paraba de piar, hasta que se tranquilizó.
La metió en sus ropajes para protegerla del viento y del frío de la noche y cuando llegó a su casa de barro, se despidió de sus amigas y cogió un poco de paja del techo de su casa, para ponerla en un recipiente de arcilla y que tuviera un poco de calor, y le dio de comer por última vez hebras de carne de venado y la dejo allí.
Mientras tanto, pensaba que podía ser algún tipo de ave rapaz por el pico, pero no podía saber cuál, pues todavía era muy pequeña.
A la mañana siguiente sus amigas Kupuri y Hamewari, fueron a verla de nuevo. El ave dormía y no quisieron despertarla. Todos los días pasaban por casa de Nierika, para verla y llevarle alimento.
Con el cariño y la comida de los tres amigos, el ave empezó a prosperar y a ganar peso y aumentar de tamaño de forma rápida, y mantener el color de su plumaje, que seguía siendo blanco.
Pasado algún tiempo, Nierika se dio cuenta que el ave era una lechuza porque su cara parecía la de un corazón y además era el único ave que conocía que podía girar la cabeza en redondo, pero no les dijo nada a nadie, ni a sus amigas, ni a nadie en el poblado.
Esto le preocupó mucho.
Un tiempo después la cambió de sitio, la sacó de la casa y le busco un hueco en un roble cercano, entre encinares y matorrales de piorno y enebro, para que se acostumbrara a su ambiente natural, y para que pudiera descansar por el día y por la noche pudiera empezar a cazar.
Cuando quería saber algo de las lechuzas, iba a preguntarle a su amiga Xurawe, y así fue conociendo muchas cosas relativas a estas aves.
Pensó que había llegado el momento de ponerle un nombre, y le puso tlacatecólotl, que significaba lechuza en esta lengua.
Cuando se dio cuenta de que los conocimientos de su amiga Xurawe, eran ya limitados y que no podía enseñarle mucho, pensó en ir a hablar con el chaman del poblado, y se lo dijo.
-Cuida a tu lechuza de los mapaches y las zarigüeyas, que también son cazadores nocturnos, y son sus depredadores, y algunas águilas que también se las pueden comer, le dijo su amiga.
-Además, evita a los búhos cornudos, le comentó, que son un cruel cazador de lechuzas, y después de pensar un tiempo le dijo que las serpientes también suelen ser un gran problema para ellas.
Nierika, Kupuri y Hamewari escuchaban atentamente lo que le decía, su amiga, tratando de grabarlo en su memoria.
Fue a hablar con el chaman para adquirir más conocimiento sobre estas aves y se lo encontraron haciendo los preparativos de las fiestas del ritual de venado y el peyote, que iban a ser dentro de unos días y el curandero le contó el origen de su religión, el peyote y el venado.
-El curandero comenzó diciendo que los ancianos wixárikas, contaron que hace mucho tiempo, hubo terribles enfermedades, sequías y hambres que azotaron nuestra tierra.
-No sabía nada de esto, dijo Nierika, no conocía que nuestros antepasados habían pasado hambre.
-El chaman lo miró, pero no le contesto, y prosiguió diciendo que al despuntar el alba, un día un grupo de jóvenes muy capaces del pueblo, partieron con sus arcos y flechas, pero los días pasaban y no encontraban sustento. Una tarde vieron a un venado robusto saltando desde la floresta. Los jóvenes estaban agotados, pero el amor por su comunidad los hizo emprender la cacería.
-Al día siguiente el venado se apareció de nuevo ante los jóvenes y éstos reanudaron la caza. El venado guiaba a los jóvenes al Wirikuta, desierto sagrado para los wixárikas, prosiguió el curandero.
-Cuando los jóvenes y el venado se encontraron cerca de un cerro, el venado se arrojó hacia el lugar donde habita el espíritu de la tierra, siguió el chaman.
-Los jóvenes corrieron hacia donde el venado se había dirigido, pero no encontraron rastro de él y uno de ellos disparó una flecha hacia donde pensaba que estaba su presa, pero al acercarse encontraron un venado formado por peyotes que brillaban mucho bajo el sol, siguió diciendo el chaman.
-Cortaron los peyotes y se dirigieron de vuelta a la montaña Wixárika, donde vivían, continuó.
-Una vez en sus casas, contaron la historia a los abuelos y les entregaron las plantas, y los ancianos repartieron los cactus a la población para que saciara su hambre física y su sed espiritual, explicó el chaman.
-Desde entonces, los wixárikas adoramos el hikuri, que bajo la forma del peyote es nuestro maíz, y el venado es el guía que nos lleva al Gran Espíritu, prosiguió el chaman.
-Por eso cada año los huicholes emprendemos el peregrinaje para “cazar” al venado azul, al que hacemos ofrendas como agradecimiento por permitirnos el acceso al mundo de lo invisible, desde donde logramos curar las heridas de nuestra alma.
Nikerika estaba atónito, asombrado de todo lo que le decía el Chaman y también sus amigas Kupuri y Hamewari, que se quedaron muy pensativas en silencio.
-Nierika, volviendo a su interés, le preguntó entonces por la lechuza, y el curandero le respondió.
-La lechuza le dijo, es un ave que anuncia la muerte, dijo el chaman.
Nierika lo miraba fijamente y pensó que era eso lo que intuía, pero también le tenía cariño al ave, que había cuidado desde pequeña.
-La lechuza tiene plumas muy suaves y silenciosas que le permiten volar y cazar sin que sus presas la oigan venir y sus oídos escuchan hasta el más mínimo ruido, continuó el chaman.
-Todo eso ya lo sabemos dijo Nierika, bastante nervioso.
-El chaman siguió y le dijo que tenía los ojos grandes y redondos y situados hacia delante y que tenía muy buena visión, pero debía girar su cuerpo cuando observaba en otra dirección porque sus ojos siempre están fijos, además con poca luz y en la noche su visión es excelente.
-Se alimenta de ratones, de conejos, de murciélagos, y de pájaros pequeños que caza cuando estos están dormidos. Durante el día descansa en sus dormideros y al atardecer se acicala el plumaje para salir en la noche de caza de forma silenciosa, continuó.
-Les encanta bañarse con la lluvia y podrás verlas algunas veces en patios de casas dándose baños en las fuentes, decía el chaman.
-Ululan en las noches o al amanecer y se puede observar parejas de lechuzas alzando vuelos altos en forma de círculos emitiendo sonidos que asustan, pero dijo el chaman, que su significado más importante es el anuncio de la muerte.
-Cuando la lechuza canta, el indio muere, prosiguió este, la lechuza convive con animales malignos, usados por los hechiceros y mascotas del diablo, siguió.
-No es raro ver que las personas por donde pase una lechuza, la insulten y traten de alejarla, incluso hasta le tiren piedras, continuó diciendo.
-Si se le ve revoloteando en el techo de una casa o por las ventanas su sonido anuncia que pronto fallecerá alguna persona, dijo.
-Es una criatura demoníaca, nocturna y un mal presagio, un símbolo de la noche, de las tempestades, y esta asociada con la muerte y con las fuerzas que gobiernan el inframundo del Señor Mictlantecuhtli, siguió el chaman.
-Es un aviso de enfermedad y muerte, de aniquilación de la casa y de la familia que en ella habita, continuó.
-Si además rascaba la tierra, es aún más temible el augurio y para escapar a la mala fortuna, los hombres proferían obscenidades al ave, seguía.
-Esto es todo lo que te puedo decir de la lechuza le dijo el chaman, deteniendo su conversación, y siguiendo con la preparación del ritual, que se iba a celebrar dentro de unos pocos días.
Transcurrido un tiempo, se reunió a toda la aldea en una noche de luna llena, en un tipi, usado como alojamiento, con una hoguera y un altar.
La ceremonia incluía cantos, oración y tiempo de reflexión personal.
Peyote.
El curandero cuando se iba a iniciar la ceremonia del peyote, repartió los botones del peyote, a unos, les daba tres botones, mientras que a otros le daba más, según lo habían pedido, hasta más de diez botones.
-El peyote, sana el alma y limpia el espíritu, y observamos nuestro pasado y podemos ver lo que está dañado, identificándolo con el venado azul, le dijo el chaman a la gente de la aldea.
-Es una experiencia que nos conecta con nosotros, con la naturaleza y con la vida. Nos lleva a lugares de nuestro pasado a los que no habríamos podido ir de otra forma, provocando la sanación, sentenció el chaman.
Después de estas reflexiones del curandero, se tomaron los botones de peyote y una música de tambores empezó a sonar. Al poco tiempo el efecto del peyote provocó alucinaciones en los pobladores de la aldea.
-Siguió el chaman, ya en trance, diciendo que veía que unos soldados guerreros habían desembarcado junto con otros hombres que decían que hablaban con dios, que eran sacerdotes, y que eran el símbolo de la destrucción de los pueblos, con una nueva religión.
-Mataban, torturaban, y hacían sufrir, a aquellos que no creían en la nueva religión, personas, ancianos y niños, no respetaban a nadie. Obligaban a las personas a practicar sus ritos para salvar su vida, si no eran asesinadas cruelmente, decía en chance el chaman.
Nierika comparaba la nueva religión llegada con los soldados y sacerdotes con la suya del peyote, de amor a la naturaleza y a sus semejantes y que había vivido toda la vida, y que conocía como verdadera.
Todo el desastre, ¿quién lo había traído?
Pensaba en la lechuza.
Gracias por sus artículos.
Le sigo pero fuera de redes sociales que no uso.
Un saludo
Javier