La monjita doña Sophia iba a ver a los viejitos de la residencia geriátrica de su ciudad. A muchos les quedaba poco tiempo de vida, y quería que pusieran sus propiedades a nombre de la iglesia. A sus veinticuatros años, había hecho los votos de la obra, era muy convincente y realizaba una excelente labor para la casa, consiguiendo que muchas propiedades y heredades de los viejitos pasaran a manos de esta.
Los convencía de una forma muy sutil, pues llevaba los notarios a la residencia para que les dejaran sus propiedades en el testamento y luego los eclesiásticos las vendían sacando un pingüe beneficio.
Doña Sophia, Hermanita de la Caridad, se afanaba con mucho fervor en su cometido. Vestía toca y hábitos, y a sus años estaba de buen ver. Un día salía del convento donde vivía, para acudir a la residencia donde trabajaba convenciendo a los ancianos de las bondades que tenía el dar sus propiedades a la obra, con alegría cristiana.
La monjita doña Sophia realizaba una excelente labor para la casa, consiguiendo que muchas propiedades y heredades de los viejitos pasaran a manos de esta
Atravesaba el bosque cercano a su pueblo, antes de llegar a la residencia de los viejitos. Mientras iba cantando con alegría cristiana e iba pensando en los negocios como llamaba ella a su trabajo, esperando conseguir donaciones en breve tiempo. Le habían hecho algunos comentarios de las visitas de los médicos a los viejitos, del tiempo de vida que les quedaban y que con esa información podía meterles miedo y navegar muy bien para forzarlos a hacer un testamento en su favor.
Hay que hacer obras en el techo de la iglesia que cuestan mucho dinero, se decía, y también arreglar la sacristía y el refectorio, porque se están cayendo, pensaba. Por eso, es importante conseguir que esas propiedades y herencias, que pasen a nuestras manos y que nos las dejen como donaciones en el testamento. Si tenemos los testamentos ya podemos pedir anticipos al banco para que nos dejen el dinero, decía ella.
Como estaba cansada en el bosque, se detuvo un momento para descansar, se quedó sentada un momento, y se fue quedando dormida poco a poco. En sus pensamientos oníricos se veía en un paraje con animales mitológicos que le hablaban, y mientras tanto caminaba por un mercadillo donde muchos puestos de pescado y de marisco, con pescaderas muy guapas que lo vendían y que le ofrecían sus pesquerías.
Mientras observaba los puestos del mercadillo se encontró con un ser monstruoso que se llamabaXermanxito, que le decía:
- Chiquitina, chiquitina, chiquitina, dechía, mostrandole las chirlas que tenía.
- Chiquitina, chiquitina, chiquitina, dechía Xermanxito, otra vez, enseñándole unas percebes grandes y jugosas que ofrecía.
- Ven rauda chiquitina, continuaba, ofreciéndole el marisco.
- Ven rauda y veloche, chiquitina, mostrándole el pescado que tenía.
Y doña Sophia, lo miraba sin decir nada.
Nada dechía doña Sophia, pero lo miraba con buena cara y seguía caminando acompañada por el monstruo Xermanchito, cuando se encontraron con el hada doña Hipólita en otro puesto del mercadillo.
- Mire doña Sophia, le presento a la ninfa doña Hipólita, dijo Xermanxito.
- Y el hada le respondió: per favore, per favore, per favore, sonno Hipolita, sonno Hipólita.
- Y Xermanxito, le dijo: por Dios, por Dios, por Dios, doña Hipólita, have a look at doña Sofia.
- Por Dios, por Dios, por los Clavos de Cristo, continuaba Xermanxito, have a look at such loving face.
- Have a look at such loving body, doña Hipolita, volvía a decir, el monstruo.
- Have a look at such loving legs, continuaba.
- Cherto, cherto, I see, I see, don Xermanxito, dechía el hada Doña Hipolita.
- Cherto, cherto, It´s true, It´s true, don Xermanxito, comentaba la ninfa.
- Voy a llamar a doña Hermia, que querrá verla, dijo doña Hipolita.
Y se fue a llamar a doña Hermia, que estaba unos puestos más abajo en el mercadillo.
- Hermia, Hermia, per favore, per favore, per favore, dechía doña Hipolita.
- Hermia, Hermia, Hermia, per favore, per favore, have a look at Doña Sofia, dechía Doña Hipolita.
- Have a look at doña Sofia, dechía doña Hipólita mirando con ansiedad a Doña Hermia y a doña Sophia.
Y doña Hermía miro a doña Sophia, con una mirada larga e interrogante de sus piernas, hasta su busto y su cara, y dijo:
- What a nice girl, what a nice girl, dechía doña Hermía.
- What a wonderful girl, dechía doña Hermia, Jesuscrist, Jesuscrist.
- Por Dios, por Dios, por los Clavos de Cristo, continuaba doña Hermia, what a loving face.
- Have a look at such loving body, volvía a decir, el hada doña Hipolita.
- Have a look at such loving legs, what a legs, repetía doña Hipolita.
- Cherto, Cherto, por Dios, por Dios, por Dios, dechía Doña Hermía, it´s true, its true.
Y fueron a llamar a doña Demetria que vendía marisco y pescado unos puestos más lejos.
- Doña Demetria, doña Demetria, doña Demetria, por los clavos de Cristo, doña Demetria, venire a ver a doña Sofia, dechían doña Hermía y doña Hipólita, acompañadas de Xermanxito.
- Have a look at doña Sofia, decía Xermanxito, a Doña Demetria, have a look a her.
- Doña Demetria, doña Demetria, por Dios, por Dios, doña Demetria, venire a ver a Doña Sofia, dechian las dos hadas junto con Xermanxito.
Y doña Demetria la observo con detenimientos y profundidad de mirada, unos segundos., que parecieron siglos a los allí presentes.
- What a nice girl, dechía doña Demetria.
- What a wonderful girl, dechía doña Demetria.
- It´s true, it´s true, its true, dechía doña Demetria.
- Por Dios, por Dios, por la virgen del perpetuo socorro, what a nice legs, dechía doña Demetria, what a nice face.
- Y allí, en el bosque encantado de hadas y personajes, doña Hipólita, doña Hermía, y doña Demetria, le dijeron a Xermanchito y a doña Sophia:
- Vamos a nuestra pescadería doña Sophia, vamos a ver los pescados.
- Vamos a ver el marisco, doña Sophia.
- Vamos a ver las chirlas, los mejillones, las almejas, las percebes y las navajas, continuaba.
- Por Dios, por Dios, por Dios, mire que chirlas doña Sophía, dechía Doña Hermia.
Están jugosas y sabrosas.
- Per favore, per favore, mire que almejas, doña Sophía, dechía doña Hipolita.
- Por Dios, por Dios, por Dios, mire que percebes doña Sophia, dechía doña Demetria.
- Por Dios, por Dios, mire que percebes doña Sophía, le volvía a decir doña Demetria la Pescadera
- Por Dios, por Dios, per favore, mire que pescaitos doña Sofía, le dechían doña Demetria, doña Hermía, y doña Hipólita, mientras Xermanxito obsevaba la escena.
Y doña Sophia observando los mariscos decidió que sería “Pescadera” y que solo comería chirlas, mejillones, almejas y percebes, y algún pescaíto. Ya no come “salchichas”, ni “rabo de toro”, ni “tajaes de carne de ternera asturiana”, solo mariscos y pescáitos de la Guindalera y de Málaga.
Y los habitantes del bosque mágico, bailando y cantando, coreaban:
- Que sí, que sí.
- Que así es.
- Que así es, que así es, que es de esta manera.
Y seguían con los cánticos:
- Que no.
- Que no.
- Que no es de otra manera.
Así fue como sucedió lo que sucedió.
“Y la monjita Sophia se hizo Pescadera”