Las recientes investigaciones en arqueología, paleoantropología y genética han cambiado nuestra manera de entender el devenir evolutivo de nuestra especie Homo sapiens. Los nuevos datos científicos nos acercan a la visión de un origen muy antiguo, que ronda los 300.000 años y que, enlaza con algunas ideas de la evolución humana del multirregionalismo.
El modelo hasta ahora vigente de un origen africano relativamente reciente y geográficamente muy localizado está en entredicho.
Cuáles son los rasgos que nos definen como especie, cuándo y cómo surgen, qué nos hace tan singulares, son cuestiones en revisión. Los distintos eventos de hibridación detectados entre especies humanas paleolíticas nos hacen reflexionar sobre conceptos básicos tales como el de especie.
La noción de razas humanas queda cada vez más en entredicho a la luz de los innumerables flujos génicos ocurridos entre poblaciones. La dispersión de estas poblaciones por los continentes de la Tierra en sucesivos pulsos, el encuentro de poblaciones residentes con aquellas recién llegadas, la adaptación biológica y cultural a los diferentes entornos ecológicos y el impacto de los cambios climáticos establecen un complejo mosaico espaciotemporal. Todos estos datos permiten también plantearnos cuál es el destino evolutivo de nuestra especie.
La evolución del hombre se dio a través de 4 millones de años e integró a diferentes géneros y especies de homínidos. Desde hace 500.000 años, existe solo una especie de homínidos que evolucionó del Homo erectus hacia el Homo sapiens, y de este a la subespecie Homo sapiens sapiens, a la que pertenece el ser humano actual. Esta transición terminó hace aproximadamente 35.000 años. La historia de sus fases evolutivas es un tema en constante investigación, que se estudia desde diferentes disciplinas. En muchas ocasiones, los especialistas debaten sobre cómo interpretar los hallazgos de restos fósiles y materiales, cómo son las relaciones entre las diferentes especies y subespecies y cómo se dieron los saltos evolutivos entre ellas. Por eso, existen diferentes categorizaciones o definiciones que, a su vez, van mutando a partir de los nuevos hallazgos e investigaciones.
La transición evolutiva comenzó hace 500.000 años, pero recién hace 200.000 años aparecieron los Homo sapiens como especie claramente separada. A la variedad de Homo sapiens que vivió esta transición se la denomina Homo sapiens arcaico
Lo que denominamos Homo sapiens, empezó a emerger de forma paulatina a partir de ancestros Heidelbergensis en los ricos territorios de África, tanto en el sur o como en el este, hace al menos 200.000 años. En ambas regiones se han encontrado numerosos yacimientos que muestran que los primeros grupos de humanos anatómicamente modernos vivieron allí con éxito. Sin embargo, no fueron los únicos, en 2013, el descubrimiento del Homo naledi en la cueva Rising Star en Sudáfrica, cuyos fósiles tienen una antigüedad de entre 236.000 y 335.000 años, añadió más actores al escenario africano.
Hace unos 315.000 años ya existía una especie con algunos rasgos humanos junto con otros más arcáicos, que subsistió en Jebel Irhoud en Marruecos, en el norte de África. Las pruebas genéticas parecen sugerir que nuestros ancestros humanos más modernos podrían haber gozado de la compañía de otros grupos antiguos emparentados con ellos en distintos grados.
La historia de la evolución de los homínidos no es de especies únicas que se sucedieron unas a otras, es más bien la de un complejo mosaico de diferentes actores en que probablemente muchos de ellos se entrecruzaran y/o se solparon en distintos momentos.
Los miembros de la rama vinculada con nosotros, los humanos modernos, migraron desde sus tierras natales africanas hacia Oriente Próximo, donde se han identificado enterramientos de Homo sapiens de entre 90.000 y 130.000 años de antigüedad en los yacimientos de Skhul y Qafzeh, Israel, respectivamente.
De manera similar, el yacimiento de Jebel Faya en Emiratos Árabes, parece mostrar a través de las herramientas halladas que el Homo sapiens también pudo haber migrado hasta allí hace 130.000 años. La existencia de migraciones anteriores no resultaría extraña, ya que recientemente se han descubierto fósiles que parecen ser de Homo sapiens, en la cueva de Misliya, en Israel, que datan de hace alrededor de 180.000 años. Lejos de haber existido una única y vasta migración de una especie hacia áreas muy lejanas, hubo múltiples casos de viajes de gente aventurera.
Según un reciente estudio, algunos de estos intrépidos primitivos llegaron hasta la isla de Sumatra, en Indonesia occidental, hace entre 73.000 y 63.000 años, lo que encaja con evidencias que apuntan a la llegada de los humanos al interior del sudeste asiático hace más de 60.000 años, para entonces continuar hacia el norte, siguiendo el retroceso de los glaciares. Existen incluso nuevas pruebas que ubican a los humanos en el norte de Australia hace 65.000 años, que parece ser que proceden de una antigua migración.
No obstante, las incursiones iniciales de los humanos modernos en tierras más allá de África quedan minimizadas por una migración posterior. Hace unos 55.000 años los humanos anatómicamente modernos que participaron en lo que hoy se identifica como la «ola principal», llevaron a cabo una acción que demostró tener un éxito superlativo: en números mucho mayores que los anteriores, se dispersaron con rapidez por toda Eurasia y por el resto del Viejo Continente, hasta que al fin cubrieron el mundo. Los sujetos involucrados en este más reciente éxodo de África, parecen estar relacionados de manera directa con casi todos los no africanos actuales, y como tales, se cree que reemplazaron o absorbieron a la mayoría de los humanos que antes de esa época ya se encontraban en casi todos los rincones del planeta.
El homo sapiens se encontró y se mezcló con los neandertales, después se separó una rama que acabó migrando a europa hace unos 45.000 años
¿Pero qué ruta siguieron en esta colosal expedición? Egipto constituye una opción respecto a las posibles vías de salida de África, pero también lo es la marcha a través de los corredores «húmedos» del Sahara, por África oriental y hacia el Levante. Una vez fuera, según establecen las investigaciones genéticas, los humanos se encontraron con los neandertales en el entorno del Oriente Próximo y se mezclaron con ellos (lo cual, por cierto, no ocurría por primera vez: el contacto físico entre ellos se remonta al menos a hace 100.000 años), tras lo cual una rama se separó y acabó migrando a Europa hace unos 45.000 años.
Es probable que los humanos modernos se dispersaran con rapidez dentro de Europa, como sugieren nuevas pruebas relacionadas con lo que parece ser una temprana llegada al sur de España (por ejemplo, en la cueva de Bajondillo, Málaga), hace unos 43.000 años. En tal escenario de constante y veloz expansión por toda Europa, puede haber sido importante el uso de corredores costeros. Sin embargo, el Homo sapiens continuó hacia el este quizá bordeando la costa, atravesó la India y se adentró en el sudeste asiático, donde pudo haber tropezado con los denisovanos que seguramente vivían allí y haberse mezclado con ellos (queda claro que el cruce ocurrió en alguna parte, y la ubicación más probable parece ser el Asia suroriental).
Al parecer todo esto ocurrió a una velocidad récord; unos 53.000 años atrás los descendientes de la oleada principal proveniente de África ya habían llegado al norte de Australia y no llegaron al sur hasta hace 41.000 años. Sin embargo, no fue fácil llegar hasta allá. Aunque el nivel del mar era unos 100 metros por debajo del actual, aún había una cantidad de agua que suponía un ligero inconveniente: una extensión de unos 70 km se interponía entre los primeros Homo sapiens de Asia y la masa de tierra que incluía a Australia, Tasmania y Nueva Guinea. En vez de tratar de sobrevivir a tan ambicioso ejercicio natatorio, es probable que construyeran botes o balsas para este valiente viaje.
Mientras tanto, hace unos 40.000 años pudo haberse iniciado una migración hacia la parte nororiental de Asia. Esta marcha allanó el camino hacia el puente terrestre de Bering (un afortunado efecto secundario de la Edad de Hielo, cubierto de praderas) que conectaba Asia con las Américas. Por lo general se cree que los humanos llegaron a América a través de esta ruta hace unos 15.000 años y se expandieron hacia abajo a lo largo de la costa, o mediante un corredor interior libre de hielo, conclusiones que están lejos de dar por cerrado el caso. Después quedaron algunos úlitmos reductos que siguieron libres de presencia humana durante mucho tiempo, como Hawai, donde se llegó por embarcación alrededor del 100 a.C., y Nueva Zelanda, que se mantuvo así hasta el año 1000 d.C.
La cuestión de por qué estos grupos prehistóricos decidieron partir y mudarse a otra parte es difícil , sobre todo si se considera que estamos estudiando una época anterior a toda fuente escrita.
Las migraciones son resultado de factores de empuje y atracción, con lo que tenemos un punto de partida. Los factores que empujan están relacionados con las circunstancias que pueden convertir las tierras en que se vive en un lugar tan desagradable como para abandonarlas y cambiarlas por algo distinto.
Hay que pensar en cuestiones como un empeoramiento del clima que habría convertido a esos lugares en grandes hornos o congeladores donde apenas había nada que pudiera vivir o crecer, o en catástrofes naturales, en la competencia con grupos de vecinos hostiles, en la escasez de alimentos y otros recursos que haría imposible mantener a una serie de personas en un área determinada, o la migración de su alimento de mayor movilidad como son los rebaños de herbívoros.
Los factores de atracción, suponen enontrarse con nuevas posibilidades y recompensas. El lado favorable de los elementos mencionados como tierras más verdes con mejor clima, y enorme cantidad de recursos y alimentos. Desde luego, esto es simplificar bastante las cosas, y sería difícil encontrar la combinación exacta de factores que condujeron a cada caso específico de migración humana en la antigüedad
Existen algunos requisitos previos que permiten manejar con éxito una migración. Es estresante y peligrosa. Es probable, por ejemplo, que el Homo erectus no tuviera idea de lo que se iba a encontrar cuando abandonara África, además el cambio plantea desafíos al ingenio y a la habilidad de adaptación del grupo. La tecnología adecuada ayuda a lidiar con el traslado a un nuevo entorno; en este caso tenían herramientas para cazar animales y recolectar plantas locales con éxito, así como la indumentaria y el dominio del fuego para protegerse en las regiones más frías, se sabe que los humanos conocían el fuego hacía por lo menos 1,8 millones de años, pero es probable que no se empleara de manera habitual hasta hace entre 500.000 y 400.000 años aproximadamente. La inventiva y la cooperación para asegurar nuevos recursos también ayudan.
Aparecen señales relacionadas con el clima que permiten profundizar en el aspecto medioambiental de la migración. Los flujos de agua dulce vinculados con el crecimiento de las capas de hielo en el Atlántico norte, podían provocar cambios repentinos en el clima, según han mostrado los modelos climáticos empleados.
Estos sucesos ocurrieron algunas veces durante el último ciclo glacial y pueden haber ocasionado que grandes franjas del norte, este y oeste de África dejaran de ser aptas para la ocupación humana, en la medida en que las condiciones se volvieron más áridas. Esto pudo actuar como un factor de empuje para que el Homo sapiens abandonara África.
No obstante, existía un pequeño problema con la interposición del Sahara entre el Homo sapiens y una posible salida. Diversos estudios climáticos han demostrado sin embargo que hubo fases «húmedas» o «verdes», durante las cuales se habrían abierto corredores más favorables que conformarían caminos a través del Sahara, cuyo tiempo parece coincidir con la principal dispersión de humanos que salieron del África subsahariana, los periodos húmedos identificados se produjeron entre aproximadamente 50.000 y 45.000 años y entre unos 120.000 y 110.000 años.
Un reciente estudio ha demostrado que, aunque la fase «húmeda» coincide con la primera migración de Sapiens hacia el levante y Arabia, del que han transcurrido entre 120.000 y 90.000 años, durante la época de la principal migración (ocurrida hace unos 55.000 años, el Cuerno de África era, en efecto, muy seco, árido y algo más frío, lo cual pudo haber favorecido la salida de la oleada principal.
Otro acontecimiento en que el impacto del clima sobre las primeras migraciones humanas parece hacerse visible, ocurre en fecha aún más temprana. Hace unos 870.000 años las temperaturas bajaron, y tanto el norte de África como el este de Europa se volvieron mucho más áridos. Esto pudo haber ocasionado que los grandes herbívoros migraran hacia refugios del sur de Europa, seguidos de cerca por los humanos.
Al mismo tiempo, el valle del Po, en el norte de Italia, se abrió por primera vez y formó un camino para una posible migración hacia el sur de Francia e incluso más allá. Esto coincide con la entrada del Homo heidelbergensis en Europa.
Habría sido una buena estrategia seguir a las manadas de grandes herbívoros durante el desafiante proceso migratorio, y un estudio realizado en 2016 sugiere que el Homo erectus, al menos al inicio de su expansión, pudo haber hecho lo mismo, manteniéndose a la vez cerca de los depósitos de sílex y evitando áreas plagadas de carnívoros.
Sean cuales sean las fuerzas impulsoras o las dificultades exactas con las que se encontraron los humanos en su camino, en la medida que pasaba el tiempo la capacidad de adaptación se convirtió en cualidad suprema, y estos, comenzando por el Homo erectus y culminando con la insaciable dispersión del Homo sapiens, se esparcieron por todo el mundo.