Relato Saharaui – La hija del sol – Capitulo 4. Luis Vega Domingo

El niño saharaui no tiene juguetes. Ni los necesita; los inventa. Corren tras las cubiertas viejas de neumáticos, desmontan las latas de ayuda humanitaria y hacen coches, se juntan y hablan,  juegan al fútbol, cantan. Muchos de ellos han estado en España, con el programa de Vacaciones en Paz. Son de una gran belleza. Hay miles en los campamentos. ¡Por todas partes, niños!

El eterno polvo, propio de esta tierra, hace que la mayor parte de ellos estén permanentemente resfriados y que en sus narices asomen largos velones. Tienen los pulmones llenos de arena y la piel curtida, por el vivir diario bajo un sol abrasador que se confabula con el frío con el que castiga la noche. Y son felices.

—Pronto podré ejercer de enfermera y me dedicaré a los niños —comenta orgullosa.

—Si trabajas de enfermera descuidarás la casa y tu marido no se encontrará a gusto —sugiere su compañera.

—A  Bachir no le importa, me lo prometió al conocernos. Quiero cuidar a todos los niños enfermos.

—No te dejaran. Para eso ya están los hombres.

—Las mujeres también luchamos para liberar el Sáhara de nuestro opresor marroquí… y seguiremos reivindicando nuestros derechos de igualdad frente a los hombres.

Los primeros candiles se encienden y el paisaje enrojecido se va apagando. Comienza el atardecer, anunciado por la caída de un efímero sol que se pierde entre la línea que une el espacio—tiempo, la tierra con el firmamento. Es hora de regresar al encuentro de su amado

— ¡Hasta mañana! Se despide Decala.

Hoy llegan a la vez. La hermosa figura, alta, firme, de caminar seguro, de Bachir Mustafa se aproxima a la puerta de la vivienda.

— ¿Cómo ha ido todo, mi rey? Pregunta con la boca llena de abierta sonrisa, mientras se le acerca coqueta con atrevidos movimientos de giro, que dejan al descubierto parte de sus pantorrillas con el deseo de llamar su atención.

—Eres inconfundible; al andar mueves las caderas como los zorros del desierto… pero al corretear con las mujeres, tus ojos se estropean por el resplandor del sol.

Terminan el segundo té y mientras que su hombre le agarra con delicadeza la cara, la mira con dulzura a los ojos y le dice meloso. —Creo que no es bueno que pierdas el tiempo en chismorreos con ese grupo. ¡Tú vales mucho más! Si te quedaras en casa, yo estaría más tranquilo y así tú podrás tenerme preparada la comida a mi regreso. Cenaremos pronto y haremos el amor mucho más tiempo. ¡Si haces eso por tu esposo, te querré mucho más, princesa!

Decala retira triste, pensativa, el vaso y sin poder evitarlo le viene a la cabeza una frase de su madre. El segundo vaso es dulce, hija mía; como el amor.

—Eso es; como el amor que nos profesamos. ¡Yo no voy a poner una barrera al nuestro! Haré lo que me dice mi esposo.

Desea acostarse y mientras pone en orden la mesa, dirige su vista al espacio abierto del campamento. El silencio es total y la noche levemente blanqueada por la luna. Bajo ese cielo, las siluetas de las tiendas y de las casitas de adobe recortan el pequeño espacio, dibujando la imagen más entrañable del campamento y que ya nunca olvidará.

Una noche más, ya en el lecho, recuerda su estancia en Orán, en la escuela de enfermeras, donde conoció a Abdula, su amigo sirio, compañero de andanzas y aventuras.

—Decala, al acabar los estudios nos marcharemos a mi país y seremos muy felices.

Decala mira al infinito, al oeste, y señala con sus ojos el recuerdo de su origen y de las familias que están allí. Represión, desapariciones…, no hay libertad en los territorios ocupados. Es otro pesar para mi pueblo. Familias rotas, parientes desaparecidos, amigos encarcelados por luchar por su independencia. Su nación esquilmada por el vecino del norte.

—Yo debo volver. Mi madre luchó junto a mi padre por nuestra libertad y por la igualdad entre todos los seres; hombres y mujeres. ¡Seré feliz y libre! Pero con mi gente.

Se despierta con el sol y el frescor de la mañana que se cuelan a través de la puerta. En las jaimas no hay relojes. No hacen falta. Sale al exterior de la casa y ve las imágenes que desde siempre anidan en su corazón. Los niños, con sus mochilas a la espalda, van a la escuela. Las tiendas de piel de camello se suceden en hileras de diez. Las mujeres acarrean agua desde los depósitos situados delante de las tiendas. Los corrales de cabras construidos con los más diversos materiales son propios de un

diseñador abstracto y presiden la colina situada cerca de la casa. La arena bajo los pies es fresca y suave. Saluda en la distancia a su vecino, como quien lo hace a un viejo amigo. —Al—lah ackbar— Al—lah al Q’uivir, contesta y pregunta ¿Mi chaval me pregunta? ¿Por qué hemos vuelto a la guerra?

Te lo resumo rápidamente, pues tengo prisa. En enero de 2000 se completó el nuevo censo, pero de nuevo los desacuerdos entre Marruecos y el Frente Polisario impiden la celebración del referéndum. Ese año, Marruecos expresa su intención de negociar con el Frente Polisario la concesión de cierta autonomía al Sahara Occidental, pero cerrando la puerta a cualquier referéndum. En enero de 2003, el enviado especial de la ONU, el antiguo secretario de estado estadounidense, James Baker, se entrevistó con representantes de ambas partes proponiéndoles una programa (Plan Baker II) que incluía una amplia autonomía del Sahara Occidental dentro de Marruecos como fase previa a la celebración de un referéndum sobre el estatus final del territorio en un plazo de cuatro años. Tanto Marruecos como el Polisario rechazaron la propuesta en marzo. No obstante, el Frente Polisario cambió de opinión en julio, aceptando el plan. No así Marruecos, que seguía manteniendo la marroquinidad del Sahara y su rechazo a la opción de la independencia. Para favorecer su aceptación, se aceptó incluir la posibilidad de una amplia autonomía dentro de las opciones del referéndum. El mandato de la MINURSO se prolongó (en la resolución 1570 de 28 de octubre de 2004, el Consejo de Seguridad extendió el mandato de MINURSO hasta el 30 de abril de 2005), pero hasta el momento no se ha llegado a ninguna solución ni, por descontado, a la celebración de ninguna consulta. Mientras tanto, los refugiados saharauis siguen en el desierto argelino, fundamentalmente en los Campos de refugiados de la provincia de Tinduf.

El presidente de la ONU, Kofi Annan, llegó a decir a finales de su mandato que el conflicto del Sahara tenía una muy difícil solución. Los estados miembros de la ONU no han sido capaces hasta el momento de hacer cumplir las resoluciones de la ONU. El referéndum parece atrasarse sine die.

En 2005, los principales núcleos urbanos del Sahara Occidental se convirtieron en el escenario de graves protestas en contra de la ocupación marroquí. El 25 de mayo de 2005, la policía marroquí disolvió la manifestación pacífica en apoyo de la independencia y al Frente Polisario. En noviembre de 2010 la policía marroquí disolvió un campamento de protesta en las afueras de El Aaiún, comenzando después una serie de protestas de la población saharaui en la propia ciudad, con la posterior intervención de las autoridades marroquíes.

El 13 de noviembre de 2020, Marruecos invadió Guerguerat (zona del Sáhara Occidental controlada por el Frente Polisario) debido a unos manifestantes saharauis. En respuesta a esto, el Frente Polisario le declararía la guerra a Marruecos horas más tarde.

Bachir Mustafa  se levanta y la estrecha generoso entre sus brazos, mientras ella le aprieta la mano para absorber el calor de su textura. Le ve alejarse y una vez más, su retina se impregna de la cotidianidad. En los horizontes del campamento sólo hay arena y sobre ella un cielo limpio y azul. ¿Qué triunfará en mí, el cielo o la arena?

El sol ya se cierne sobre el poblado. Decala, sentada en la puerta de la tienda, perfumada y vestida con su mejor melhfa, espera a lo largo de todo el inacabable día el regreso de su amor. Aprovecha esta última luz, más fría que la de la mañana para hacer algunos efímeros dibujos sobre la arena, desde su mirador próximo a los rediles de las cabras. Los niños juegan y corren detrás de ruedas de coches y en corro se ríen de todo el que se pone a su alcance. Se dejan caer sobre las dunas, rodando mientras estallan en risas.

De nuevo el rito del té. La temperatura ha descendido. Se nota ya el cambio del tiempo. Por fin, entra el invierno. Prepara unos pinchos de hígado de camello, poco especiados. Es la cena.

—Tu rostro está muy quemado por el sol, es una pena que se te vaya a estropear y no pueda disfrutar del brillo de tu tez. ¡Cuánto me gustaría que permanecieras lozana para mí! Mejor, cuando marche al trabajo, corre las cortinas y espera mi regreso dentro de casa. ¿Es mucho pedir, mi bien? Yo te lo compensaré con mi entrega y completo amor.

Decala, escucha con horror su petición y mientras se cubre, para siempre, el rostro con el heike, el pañuelo de su hermosa melhfa, se regalan con el tercer té.

—El último; suave como la muerte, grita al cielo Decala.

—Yo no voy a morir sin luchar. Soy libre cómo mi pueblo y ambos vamos a ganar ésta guerra.

 

Por Luis Vega Domingo

Ingeniero Aeronáutico

Presidente de la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores

Vicepresidente de la Unión de Ateos y Librepensadores de España

 

 

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