Entremeses – Los principios de Aldeanueva De Los Poyales

Emilio Pérez "El ventero"

Entremés en dos actos.

 

ACTO PRIMERO

NARRADOR

Corría el año del Señor de 1468, finales de septiembre.

En los Toros de Guisando, en la Venta que sería llamada Juradera, Su Majestad Don Enrique el cuarto se encuentra con su hermanastra Doña Isabel, hijos del fallecido don Juan el segundo para firmar un tratado por el que se nombra a Isabel princesa de Asturias y heredera al trono de Castilla.

Pasado el protocolo, doña Isabel feliz agasaja a su séquito con una gran fiesta donde no faltan ni la buena música ni el buen yantar.

Isabel ha oído hablar de la feracidad de las tierras de la ladera sur de Gredos regadas por el río Tiétar. Isabel es curiosa. Isabel sabe que antes o después reinará Castilla y desea conocer lo que un día será su reino.

NARRADOR

Isabel a su hombre de confianza don Rodrigo:

ISABEL

No deseo volver por Ávila, me recuerda la pronta marcha de mi hermano Don Alfonso. Quiero conocer este valle arrebatado a los moros no ha mucho por mis antepasados y regresar al Barco de Ávila por Puerto Castilla, y Garganta La Olla hasta el castillo de Valdecorneja donde me espera la comitiva que ha enviado Su Majestad Don Juan segundo rey de Aragón para ultimar los detalles de mis esponsales y la dote con su hijo Don Fernando.

DON RODRIGO

Sea, vayamos alteza.

NARRADOR

  La comitiva se pone en marcha.  Siete lujosas carrozas y ciento cincuenta jinetes se aprestan para cumplir los deseos de la recién nombrada princesa de Asturias.

El aroma de frutales y huertos impregna el aire. Todos viajaban felices, se había logrado, no sin poco esfuerzo lo tan soñado por Isabel: Ser heredera a la corona de Castilla. Enrique, el Rey había consentido y firmado el manifiesto.

Tras cuatro jornadas, visitando bellos asentamientos, donde Almanzor, aquél terrible moro dejó su impronta, llegan al lugar llamado “El Joyo”.

Era un lugar privilegiado con vistas excelsas a las fértiles vegas del río Tietar, cubiertas de lino y algodón. También se cultivan los pimientos, para una vez asados, molerlos para hacer pimentón, rojo condimento muy apreciado

ISABEL

Acampemos aquí, este lugar semeja un paraíso.

NARRADOR

Los hombres descabalgan. Los criados se aprestan a montar las tiendas hechas con pieles de cabras. Sitúan en el centro la que acogerá a la princesa. Aquí Isabel estará a salvo de peligros.

Anochecía. Agotados por las largas jornadas, pronto, salvo la guardia descansa.

El estrellado cielo parece que se confabula con nuestras huestes para relejar tensiones y recuperar fuerzas.

 ACTO SEGUNDO

NARRADOR

Amanece en el “Joyo”.  Isabel feliz respira hondo, llena sus pulmones de vida con las fragancias que exhala tan exuberante vegetación.

ISABEL

Despertad, dormilonas. preparaos para disfrutar de las delicias de tan singular paraíso.

ALICIA

Su primera dama de compañía:

Alteza, en breve estaré dispuesta a serviros, La precedente jornada fue agotadora.

Ya fuera del campamento Isabel y Alicia observan las vegas teñidas de colores, Algodonales y linares exultantes. A su alrededor huertos de frutales y olivos.

Penetran en el núcleo de casas, no más de cuarenta o cincuenta. Construidas en rededor de la que llaman CASA POYAL. A instancias de ambas les aclaran que aquí traen el lino para ser golpeado y escardado para sacar las fibras con las que se confeccionan las telas.

En las llamadas Eras, donde se trillan las mieses, a resguardo de otras casas observan como un soberbio ejemplar de hombre va colocando piedra sobre piedra recogiéndolas con argamasa.

Isabel y Luis, que así se llama el albañil, se miran con arrobo.

ALICIA

Vamos princesa, nos echarán de menos.

NARRADOR

Mas Isabel no se mueve, parece hipnotizada. Después de unos minutos que a Alicia le parecen eternos le pide que se dirija al joven y le emplace a que terminado el trabajo vaya al campamento, a su tienda.

A la tarde, temeroso Luis se acerca al campamento a visitar a tan noble y bella dama.

Isabel en la mañana había ardido en la honda mirada del plebeyo constructor de casas.

En la tarde Luis es conducido a la tienda de Isabel. Siente pánico, va temblando. Es empujado al interior donde ve a la dama echada sobre cojines. Ella le sonríe. Él se relaja. Ella le abraza con la mirada y le pide que se siente a su lado.

LUIS

Hola Isabel ¿qué deseas?

ISABEL

¿Cómo sabes mi nombre?

LUIS

Porque aquí no medran damas tan bellas como vos. Esta mañana me habéis dejado sin resuello, no he podido seguir con mi labor pensando en vuestros ojos más sé que nunca podré estar a vuestro nivel.

ISABEL

Quiero yacer con vos.

LUIS

Temo por mi cabeza, pero no hay nada en el mundo me complazca más que ser vuestro esclavo.

ISABEL

Ven. Ámame.

NARRADOR

Isabel se llena de Luis, se sabe completa.

Pasan varias jornadas. Las gentes de Aldeanueva de los Poyales, nombre que ha dado a este lugar la princesa, la obsequian con capas de fina hechura de lino y algodón.

Mas los caballeros del séquito, inactivos están inquietos, desean volver a sus hogares. Se lo hacen saber a la princesa y con pesar se siente empujada a reanudar la marcha.

Ha de volver al Barco de Ávila a ultimar y tratar los pormenores de sus esponsales con Don Fernando de Aragón, al que aún no conoce.

Isabel marcha triste, deja atrás a quién la ha hecho muy feliz. La vida nos va empujando sin tener en cuenta nuestros sentimientos, piensa. Mas ya siempre llevará en su corazón a Luis, aunque viva mil años, su Luis, el de Aldeanueva de los Poyales.

 

                                                                                                   EL VENTERO.

 

 

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