Nelson Mandela o la injusticia

Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino.

Nelson Mandela

Nelson Mandela

Nelson Mandela fue un hombre de hierro para soportar las injusticias propiciadas por el régimen de Sudáfrica. Paso muchos años en la cárcel porque luchó por los derechos de los negros y acabó derrotando a los partidarios del apartheid, como se llamaba al régimen de segregación e injusticias sudafricano.

Todo el gobierno de un país estaba al servicio de una minoría blanca que no concedía derechos a los negros y que trataba de aislarlos en zonas deprimidas donde no podían progresar, sin ningún derecho a la justicia. Nació en 1918, en un dominio del Imperio británico en la que entonces se denominaba Unión Sudafricana. La mayoría de los habitantes eran negros. Los dominaba una mayoría blanca que controlaba las tierras, la riqueza y el gobierno, bajo una estructura social discriminatoria que más adelante se codificaría en el sistema legal del país bajo el nombre de apartheid.

Mandela contribuiría a derrocar el brutal orden social de Sudáfrica llevando una vida de resistencia, encarcelamiento y liderazgo. Apartó a Sudáfrica del apartheid y la condujo hacia una era de reconciliación y de gobierno mayoritario.

No se puede comprender su tremenda lucha sin saber lo que pasaba en su pueblo. A continuación les mostramos una declaración que hizo:

Declaración en el juicio, Pretoria (Sudáfrica) – 15 de octubre a 7 de noviembre de 1962

La queja de los africanos (…) no es solo que son pobres y los blancos son ricos, sino que las leyes que hacen los blancos tienen como finalidad preservar esta situación. Hay dos maneras de salir de la pobreza. La primera es mediante la educación formal y la segunda cuando el trabajador adquiere mayores conocimientos en su trabajo y, por ende, un salario más alto. En lo que respecta a los africanos, ambas posibilidades se ven deliberadamente reducidas por la legislación. (…)

Queremos, sobre todo, igualdad de derechos políticos, porque sin ellos nuestra incapacidad será permanente. Sé que esto suena revolucionario para los blancos de este país, porque la mayoría de los votantes serían africanos. Por eso, el hombre blanco teme la democracia.

Pero este temor no puede ser un impedimento para hallar la única solución que garantizará la armonía racial y la libertad para todos. No es cierto que reconocer el derecho a votar para todos terminará en dominación racial. La división política basada en el color es totalmente artificial y, cuando desaparezca, también desaparecerá la dominación de un grupo de color por el otro. El Congreso Nacional Africano (ANC) ha pasado medio siglo luchando contra el racismo. Cuando triunfe, no cambiará esa política.

Esto es por lo que lucha el ANC. Su lucha es una lucha realmente nacional. Es la lucha del pueblo africano, inspirado por su propio sufrimiento y su propia experiencia. Es la lucha por el derecho a la vida.

He dedicado toda mi vida a esta lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. Atesoro en mi corazón el ideal de una sociedad democrática y libre, en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero alcanzar. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.

 

Su padre era un jefe del pueblo thembu, el segundo mayor grupo cultural de Sudáfrica, qué tras desafiar a un magistrado británico, fue despojado de su jefatura, su título y sus tierras.

En su primer día en una escuela primaria segregada, Rolihlahla Mandela también fue despojado de su identidad cuando su maestra dio a cada niño un nombre inglés, una práctica habitual en una sociedad en la que los blancos «eran incapaces de pronunciar los nombres africanos y consideraban poco civilizado tener uno», escribió en su autobiografía “Un largo camino hacia la libertad

Como la vida de cualquier niño africano en las zonas rurales, su infancia transcurrió entre juegos y en estrecho contacto con las tradiciones de su pueblo. Sus compatriotas lo llamarían Madiba, por el nombre de su clan.

Dos años después, por el fallecimiento de su padre, el pequeño Nelson quedó al cuidado de un primo suyo, el gran jefe Jongintaba. Se aficionó a escuchar a los jefes tribales y tomó conciencia del sentido de la justicia. Cumplidos los dieciséis años, pasó a formar parte del consejo tribal y tres años después, en 1937, ingresó en el internado para negros de Fort Hare, para cursar estudios superiores.

Cuando en 1941 supo que el jefe Jongintaba había concertado para él un matrimonio, Mandela resolvió abandonar su aldea y partió a Johannesburgo donde inició sus estudios universitarios de Bachelor of Arts, en la Universidad de Fort Hare, pero no terminó, al ser expulsado por unirse a una protesta estudiantil.

En la capital sudafricana conoció a Walter Sisulu, un hombre que fue clave en su vida que le ayudó a encontrar trabajo y a encontrar una universidad en la que terminar sus estudios en 1943.

En 1948 llegó al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen del apartheid. El racismo institucional se remontaba en Sudáfrica al menos a 1911, fecha de una disposición discriminatoria que prohibía a los negros ocupar puestos de trabajo cualificados. Numerosas medidas promulgadas en las décadas siguientes, habían llevado ya a la exclusión de negros y mestizos del censo electoral.

El triunfo del Partido Nacional de los Afrikaaners, blancos descendientes de los boers holandeses que colonizaron el país, vino a corroborar que el gobierno de Daniel Malan entre 1948 y 1954, puso en pie un sistema completo de segregación y discriminación social, económica, cultural, política y territorial en perjuicio de la mayoría negra que era el apartheid o “desarrollo separado de cada raza en la zona geográfica que le es asignada”, según la definición oficial.

Otra declaración suya nos ayudará a ponernos en su situación:

Declaración en el juicio, Pretoria (Sudáfrica) – 20 de abril de 1964

Nuestra lucha ha llegado a un momento decisivo. Llamamos a nuestro pueblo a que aproveche este momento para que el proceso hacia la democracia sea rápido e ininterrumpido. Hemos esperado demasiado por nuestra libertad. No podemos esperar más. Ha llegado la hora de intensificar la lucha en todos los frentes. Cejar en nuestro empeño ahora sería un error que las generaciones venideras no podrían perdonarnos. La libertad que atisbamos en el horizonte debería alentarnos a redoblar nuestros esfuerzos.

Solo mediante la acción disciplinada de las masas podemos asegurar nuestra victoria. Pedimos a nuestros compatriotas blancos que se nos unan para crear la nueva Sudáfrica. El movimiento por la libertad es un ámbito político donde caben ustedes también. Pedimos a la comunidad internacional que mantenga su campaña para aislar al régimen del apartheid. Levantar las sanciones ahora sería correr el riesgo de frustrar el proceso encaminado a la erradicación total del apartheid.

Nuestra marcha hacia la libertad es irreversible. No debemos dejar que el temor se interponga en nuestro camino. El sufragio universal, fundamental entre los votantes en una Sudáfrica unida, democrática y no racial, es el único camino hacia la paz y la armonía racial.

 

Los gobiernos siguientes, continuaron idéntica política. Un decreto de 1949 prohibió los matrimonios mixtos, y otras leyes, y reglamentos posteriores acabaron de conformar el sistema segregacionista, reconocimiento oficial de las razas, segregación a la hora de utilizar servicios, incluso el espacio de las playas, y separación en las fábricas y en los transportes públicos.

Bajo la inspiración de Gandhi, el Congreso Nacional Africano propugnaba métodos de lucha no violentos. La Liga de la Juventud del Congreso, presidida por Mandela en 1951-1952, organizó campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas y en 1952 Mandela pasó a presidir la federación del Congreso Nacional Africano de la provincia sudafricana de Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen convirtiéndose en el líder de hecho del movimiento.

La represión produjo 8.000 detenciones, incluyendo la de Mandela, que fue confinado en Johannesburgo. Allí estableció el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica. Paulatinamente había ido abandonando su postura africanista y adoptado la ideología del humanismo internacionalista que sostendría durante toda su vida. En 1955, cumplidas sus condenas, reapareció en público, promoviendo la aprobación de una “Carta de la Libertad”, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de justicia social en el reparto de la riqueza.

Al año siguiente, el régimen del apartheid pretendía adoptar medidas mucho más duras contra la población negra. Una de ellas era la de confinar a los negros en territorios marginales. Como respuesta, la ANC convocó manifestaciones y protestas por todo el país que condujeron a la detención de sus organizadores, incluyendo a Mandela.

El endurecimiento del régimen racista llegó a su culminación en 1956, con el plan del gobierno de crear siete reservas o territorios supuestamente independientes en los que se pretendía confinar a la mayoría negra, que representaba más del setenta por ciento de la población. Tal medida conllevaba condenar a los negros no sólo a la marginación, sino también a la miseria. Aquellas tierras no podían ofrecer un medio de vida porque estarían demasiado pobladas como para que su agricultura los pudiese alimentar. Por lo demás, el poder blanco nunca estaría interesado en crear ninguna industria importante en tales reservas por el peligro de que fuesen competitivas respecto a las de las áreas blancas de la República.

Por aquellos tiempos una mujer irrumpió con fuerza en su vida, la asistente social conocida como Winnie Mandela, con la que se casó en 1958 y tuvo dos hijas.

En 1960 tuvo lugar una protesta en Sharpeville y la policía cargó contra los manifestantes, desarmados, cobrándose la vida de 69 personas. Este brutal suceso hizo que el gobierno declarara el estado de emergencia. Detuvieron a los líderes de la oposición negra e ilegalizaron la ANC. Aquellos hechos terminaron de convencer a los líderes del Congreso Nacional Africano de la imposibilidad de seguir luchando por métodos no violentos, que no debilitaban al régimen y que provocaban una represión igualmente sangrienta.

Nelson Mandela se preparó para la lucha armada y en 1962, Mandela abandonó Sudáfrica para ganar apoyos. Recibió entrenamiento militar en Marruecos y en Etiopía, y organizó un movimiento clandestino para planear sabotajes contra el estado. A su regreso al año siguiente, fue detenido y acusado de dejar el país sin permiso, de incitar a los trabajadores a la huelga y de conspiración.

En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana, encargándose además de dirigir el brazo armado del Congreso Nacional Africano. Su estrategia se centró en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.

Mandela y los otros acusados del proceso de Rivonia sabían que iban a condenarlos y ejecutarlos. Así que convirtieron su juicio en una declaración y publicitaron su lucha contra el apartheid, desafiando el sistema legal que oprimía a los sudafricanos negros. Cuando llegó el turno de Mandela de hablar en nombre de la defensa, dio un discurso de cuatro horas.

«La falta de dignidad humana que han sufrido los africanos es el resultado directo de la política del supremacismo blanco», dijo. «Nuestra batalla es realmente una batalla nacional.
Es una batalla de la gente africana, inspirada por sus propios sufrimientos y su propia experiencia. Es una batalla por el derecho a vivir». Mandela estaba comprometido con el ideal de una sociedad libre y «si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir», dijo.

Mandela no fue sentenciado a muerte, pero en 1964 lo condenaron a cadena perpetua. Solo se le permitía una visita de 30 minutos con una persona al año y podía enviar y recibir dos cartas al día. Confinado en condiciones austeras, trabajó en una cantera de caliza y, con el paso del tiempo, se ganó el respeto de sus captores y de los otros reclusos. Le ofrecieron oportunidades de abandonar la cárcel a cambio de garantizar que el CNA abandonaría la violencia, pero las rechazó.

En sus 27 años de reclusión, Mandela se convirtió en el prisionero político más famoso del mundo. Aunque Sudáfrica prohibió sus palabras, ya era el hombre más famoso del país. Sus partidarios hicieron campaña por su liberación y las noticias de su encarcelamiento movilizaron a activistas “anti-apartheid” de todo el mundo.

En los años sesenta, algunos de los miembros de Naciones Unidas empezaron a exigir sanciones contra Sudáfrica, llamamientos que se intensificaron en las décadas siguientes. Finalmente, Sudáfrica se convirtió en paria internacional.

En 1963 Nelson Mandela fue declarado culpable y sentenciado a cinco años de cárcel en la Prisión de Pretoria, después se enfrentó a otro juicio acusado de sabotaje. Mientras se enfrentaba a la pena de muerte pronunció su famoso discurso el 20 de abril de 1964, cuyas palabras pasaron a la Historia. Finalmente lo condenaron a cadena perpetua.

La mayoría de los años que estuvo encarcelado los pasó en la prisión de Robben Island entre 1964 y 1982. Durante este tiempo, su madre y su hijo mayor murieron, pero no le permitieron ir a sus funerales.

Durante sus años en prisión, Madiba fue un símbolo de la opresión que se vivía en Sudáfrica, además del preso político más famoso del mundo.

En marzo de 1982 fue a la prisión de Pollsmoor con otros presos como Sisulu. El 1985 fue intervenido quirúrgicamente y en 1988 fue diagnosticado de tuberculosis.

En 1990, ante la presión internacional y la amenaza de guerra civil, el nuevo presidente de Sudáfrica F.W. de Klerk se comprometió a poner fin al apartheid y liberar a Mandela.

Tras pasar más de tres meses en dos hospitales diferentes, Nelson Mandela fue trasladado a una casa en la prisión de Victor Verster. Allí pasó los últimos 14 meses de encarcelamiento.

Finalmente fue liberado en 1990 por el presidente Frederik de Klerk. Ese mismo mes se legalizó de nuevo la ANC y se convirtió en una pieza fundamental para negociar el fin del apartheid y en 1991 fue elegido presidente de la misma. Dos años más tarde, en 1993, recibió el Premio Nobel de la Paz que compartió con el presidente de Klerk.

En mayo de 1994, Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente en Sudáfrica, manteniendo a de Klerk como vicepresidente y poniendo en marcha una política de reconciliación. Gracias a estas políticas, la educación, la sanidad y el empleo mejoraron para los sudafricanos negros.

En 1996 se divorció de Winnie. En 1998, con 80 años, se casó con Graça Machel y un año después, Nelson Mandela dejó la presidencia de Sudáfrica.

De la cárcel a la presidencia. Prisionero durante 27 años, de 1963 a 1990, en penosas condiciones, el gobierno de Sudáfrica rechazó todas las peticiones de que fuera puesto en libertad. Nelson Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país, en una figura legendaria que representaba el sufrimiento y la falta de libertad de todos los negros sudafricanos.

Mandela y Frederik De Klerk en la entrega del Nóbel
Mandela y Frederik De Klerk en la entrega del Nobel

Mandela inició el Plan de Reconstrucción y Desarrollo, destinando grandes cantidades de dinero a mejorar el nivel de vida de los sudafricanos negros en cuestiones como la educación, la vivienda, la sanidad o el empleo, e impulsó asi mismo la redacción de una nueva constitución para el país, que fue finalmente aprobada por el parlamento en 1996. Un año después cedió la dirección del Congreso Nacional Africano a Thabo Mbeki, destinado a convertirse en su sucesor en la presidencia.

La talla del dirigente africano quedó patente cuando, frente al Congreso Nacional Africano, avaló las conclusiones del informe, que señalaban no solamente los abusos y crímenes del régimen segregacionista, sino también los cometidos por los diversos grupos de los movimientos de liberación, incluido el Congreso Nacional Africano. Tres meses antes de finalizar su mandato, Mandela anunció que no pensaba presentarse a la reelección.

Apartado de la vida política desde ese año, recibió múltiples reconocimientos, si bien sus problemas de salud hicieron cada vez más esporádicas sus apariciones públicas.

Pese a su retirada, el fervor que Mandela despertaba en sus compatriotas siguió vivo, en 2010 estuvo presente en las ceremonias del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, y recibió el caluroso apoyo de la multitud y en julio de 2013, gravemente enfermo, la población sudafricana se lanzó a las calles para celebrar su 95º aniversario. Elevado a la categoría de uno de los personajes más carismáticos e influyentes del siglo XX, su figura ha entrado en la historia como encarnación de la lucha por la libertad y la justicia y como símbolo de toda una nación.

Las personas que tuvieron contacto con él a lo largo de su vida coinciden en señalar su gran personalidad, su poder de seducción, la confianza en sí mismo, la capacidad de trabajo, la valentía y la integridad, entre las virtudes por las que brillaba allá donde fuese, que lo confirmaban como un líder nato.

Este activista dedicó su vida a desmantelar el racismo y pasó de ser el prisionero político más famoso del mundo a convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica.

Nelson Mandela

Nelson Mandela luchó contra el apartheid, pero su trabajo no ha terminado.
Cada 18 de junio, se le recuerda en el Día Internacional de Nelson Mandela, designado por Naciones Unidas para conmemorar su servicio y su sacrificio. Supone un recordatorio de que el trabajo de Mandela no ha terminado, una opinión que compartía el propio Mandela.

Ser libre no es simplemente desprenderse de las cadenas, sino vivir de un modo que respete y aumente la libertad de los demás.

 

La verdadera prueba de nuestra devoción por la libertad no ha hecho más que empezar.

 

Nelson Mandela, un autentico lujo de persona.

 


Ángel Villazón Trabanco es ingeniero, escritor y periodista cultural y te brinda la posibilidad de leer algunos de sus libros:

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Ángel Villazón Trabanco
Ingeniero Industrial
Doctor en Dirección y Administración de Empresas

 




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