La caza de brujas en España se diferencia del resto de Europa por su cronología y alcance más limitado, de lo que estaba pasando en todo el continente cuando se advierte la variable de género. Entre el 70% y el 90% de las personas acusadas de brujería fueron mujeres, y fue una estrategia del Estado de adoctrinamiento y disciplinamiento de las mujeres.
Arresto por brujería. Cuadro de John Petti
La subida generalizada de precios, épocas de carestía y factores climáticos, y una crisis demográfica en los siglos XVI y del XVII como no había existido desde la Peste Negra, donde ciertas zonas perdieron hasta un tercio de su población, provocaron la preocupación por la sexualidad de la mujer y la necesidad de encaminarla hacia la reproducción.
En medio del proceso de creación de Estados modernos, que surgen en el siglo XVI, donde los monarcas buscaban centralizar el poder político y económico, se veía en la familia un elemento muy útil para fortalecer al Estado. Se disciplinarán tanto los comportamientos públicos como los privados y se enseña a cada uno cuál debe ser su rol que en el caso de las mujeres era el de la maternidad y el cuidado de la casa. Así en toda Europa, se va expulsando a las mujeres de la esfera pública para arrinconarlas a la esfera doméstica.
El cumplimiento de este rol por parte de las mujeres, permitiría criar nuevos cristianos, nueva mano de obra y nuevos consumidores necesarios para el muy incipiente sistema capitalista, A todas aquellas que pudieran poner en peligro este nuevo orden que se estaba estableciendo, se las disciplinaría.
Las mujeres acusadas de ser brujas eran, “Las intrusas, las ‘malas viudas’, mujeres que de alguna manera rompían con el ideal que se estaba intentando imponer y tampoco eran mujeres subversivas, malas mujeres, sino que simplemente por el hecho de ser mujer ya se vertía sobre ellas esta sospecha.
La caza de brujas fue un capítulo olvidado o silenciado, pero indispensable para la acumulación originaria y el desarrollo de las relaciones capitalistas, incluida la división sexual del trabajo.
En este sentido, coincide en que fue instrumental a la construcción de un orden patriarcal en el que los cuerpos de las mujeres, su trabajo, sus poderes sexuales y reproductivos fueron colocados bajo el control del Estado y transformados en recursos económicos.
En un contexto de expropiación de tierras campesinas para su privatización, para la autora la caza de brujas fue un intento consciente de las clases altas por disciplinar y frenar cualquier intento de sublevación campesina, se trató de una guerra de clases llevada a cabo por otros medios, que la mayoría de los acusados eran mujeres campesinas pobres, mientras que quienes les acusaban eran miembros acaudalados y prestigiosos de la comunidad.
Mientras la disminución gradual de la brujería a principios del siglo XVIII estuvo a manos de los abogados que, se dieron cuenta de que personas inocentes eran ejecutadas sobre la base de pruebas insustanciales, fue una vez que las élites europeas pudieron erradicar los modos de existencia precapitalistas y lograr la disciplina social necesaria para garantizar su poder, cuando creencia en la brujería se pudo desestimar como algo supersticioso o hasta ridículo.
Cuando estas ideas se extendieron en la población, la histeria colectiva y la denuncia entre vecinos desbordó el control de las clases dominantes. En Alemania, cuando las llamas empezaron a arder cada vez más cerca de los nombres de gente que disfrutaba de alto rango y poder, los jueces perdieron la confianza en las confesiones y se terminó el pánico.