El “Ubuntu” es una filosofía sudafricana vinculada a la lealtad y la solidaridad que puede traducirse como “humanidad hacia otros” o “soy porque nosotros somos”. La verdad, la reconciliación o la solidaridad son valores y principios que se encuentran íntimamente relacionados con esta filosofía de África. Una “doctrina” que se ha convertido en el pilar fundamental de la nueva república de Sudáfrica y que se considera vital para poder llevar a cabo lo que se le ha dado en llamar renacimiento africano.
La forma de actuar de los políticos se impone como ideología dominante y con la ayuda del Estado, siendo este muchas veces manipulado, atenta contra la democracia y libertad cuando las necesidades sociales son reducidas, y se quiere mantener bajo control la exigencia de justicia del espíritu humano.
Sin embargo, por muchas construcciones ideológicas que se impongan, por más formas de opresión desarrolladas, por muchas leyes en favor de los intereses del círculo dominante, la luz de la verdad indica el camino necesario para atravesar las restricciones socio económicas y luchar por la problemática social de la vida comunitaria.
La problemática social puede ser percibida por individuos que poseen certezas respecto a la relación con otros, como forma de surgimiento de muchos de los conflictos emergentes a lo largo del tiempo, y también han sido muchos los que han alzado su voz e invertido sus energías en la búsqueda de opciones más justas.
En este sentido, resulta impresionante la vida y visión de Mandela, las duras pruebas y los grandes desafíos de los que resultó ser un protagonista, del mismo modo que es muy grande la huella que dejó de forma indeleble, en la historia de la humanidad.
Buscar la libertad, la democracia, la igualdad de los derechos, vivir el auténtico liderazgo y la reconciliación, son los ideales y anhelos propios del ser humano, que busca encontrar un sentido a su existir.
Las colonias europeas en el continente Africano aún seguían vigentes cuando la autenticidad de los grupos humanos que eran sometidos se iba asimilando al ideal europeo que los consideraba una raza inferior y eran desterrados de su propia nación a un espacio reducido. Lo que fueron los guetos durante el nazismo fueron los apartheid en la Sudáfrica de nuestro Nelson Mandela.
Ya en la cárcel, para quebrantar su espíritu, se tomaron medidas dramáticas, fue encerrado durante 27 años. Sin embargo, la prisión no fue motivo para hacerlo desistir, pues poseía las alas para llegar al punto álgido de su anhelo. Fue presidente de Sudáfrica, Premio Nobel y consiguió grandes reformas a favor de los más necesitados y abusados desde la intervención europea.
La minoría europea, siempre al control, empezó por imponer cánones culturales, arrebatando la originalidad del pueblo invadido. El concepto de dignidad y libertad sólo se concebía como un privilegio. Por ello, la explotación del hombre por el hombre era el modo más eficaz de gobernar.
La energía de Mandela se dirigió también a otros campos, como la infancia, en el que socorría a niños que vivían en orfandad, atendía también a las personas minusválidas, y aportó mucho en el campo educativo tanto a adolescentes como a personas adultas. Se oponía a las minas que explotaban a las personas y se preocupaba por la cura de diversas enfermedades, como el VIH.
Nelson Mandela comprendió que sanar las heridas era lo primordial. Se debe buscar la conciliación, ayudar a comprender los problemas del pasado que pesan como cadenas y aprender a convivir para alcanzar la meta.
En la experiencia de Mandela, el perdón juega un papel vital en la reconstrucción de una nueva sociedad. Siempre ha habido errores, injusticias, víctimas y agresores, y si nos limitáramos a sobrellevar con rencor, sin perdonar o con deseos de venganza, todo tipo de injusticias, no podríamos convivir plenamente siendo felices.
A pesar de estar 27 años en una prisión, Mandela nunca fue prisionero. Su relación con el deseo infinito de libertad lo mantuvo protegido del mayor quebrantador de espíritus. Él, un hombre como todos, buscó la liberación de sus hermanos.
Como todo gran reformador, nunca consideró el alcance mundial y la vigencia que aún posee la lucha por los derechos y la búsqueda insaciable de la libertad. Las represalias del Estado por silenciarlo le otorgaron la voz necesaria para organizar a los suyos, el horizonte adecuado y la certeza de que la Verdad existe, y por lo tanto, existe la posibilidad de alcanzarla.
El hombre está siendo cada vez más reducido. La capacidad de pensar es cada vez más superficial y pragmática. El interés por el dinero nos obliga a solo pensar en cómo conseguir más y en cómo gastarlo. Poco a poco, se crea una especie de capa hermética.
Las familias pierden su función social, las instituciones olvidan que deben servir al hombre, la educación encuentra más fácil dejarse llevar por el modelo de empresa. Es una época realmente oscura.
La propiedad privada es un bien existencial para el propio desarrollo del hombre. El error radica en la exaltación de ese bien como medida de todo. Hay gente que afirma que el Ubuntu es una singular práctica que rescata la vida social, cuando el Ubuntu es una realización personal que solo se puede llevar a cabo por medio de otra persona. Podemos entender entonces lo totalmente alejado que está este concepto de nuestra sociedad, ya que la nuestra se torna cada día más individualista.
Mandela luchó para que ninguna raza someta ni predomine sobre otra, promovió constantemente el deseo de una comunidad que se escuche y sea libre, es decir, que viva la democracia y que cada ciudadano disfrute y goce de las mismas oportunidades que los más afortunados, incluso si es necesario morir por ello.
Hablar de sociedad, es hablar de convivencia. Para convivir hay que aprender a perdonar. También esta fue una de las grandes enseñanzas de Mandela. El concepto de Ubuntu, que remite a una idea de justicia reparativa en lugar de una punitiva, está anclado a muchas tradiciones africanas con distintos nombres y matices pero integradas en el reconocimiento de un germen inspirador que es la asunción del adversario, victimario o verdugo como un elemento que puede ser perdonado y recuperado, el rechazo de la pena capital como resolución de conflictos y el timón orientador de la reconciliación como eje cultural. El individuo, pues, posee su significado fundamental en la colectividad.
Una de sus actitudes más interesantes fue la orientación a la cultura de la no violencia y al “estilo” tradicional del Congreso Nacional Africano, en la mayoría de las ocasiones, constituyendo la desobediencia civil, como un modo de combate habitual en el sistema del apartheid, de una dureza sin precedentes y comparable a los regímenes fascistas y nazis.
En cuanto al tema de la libertad, el aporte de Mandela consiste en la reflexión sobre la aún presente sociedad clasista, en la que los pobres siguen siendo la mano de obra barata y están sometidos a horas esclavizantes de trabajo con un sueldo que no cubre la canasta básica familiar, además de las pocas oportunidades de crecimiento y de tiempo familiar y personal.
Hijos que crecen solos, padres que trabajan de manera excesiva, son formados por la televisión, por el Internet, por instrumentos tecnológicos que también los esclavizan. Padres esclavos, hijos esclavos, que lleva a una cadena de personas y de generaciones esclavizadas en la sociedad, sometidas a un sistema que menoscaba uno de los principios fundamentales de la persona, como el de la libertad.
Qué político ama tanto al hombre que es capaz de entregar su libertad y su tiempo a la construcción de una nueva política sin caer en el enamoramiento y seducción corrupta del poder y del dinero haciendo componendas, por debajo de la mesa, con empresarios o con otras potencias a costa de su propia nación y conciudadanos.
La búsqueda del bien común y la organización social para la defensa de los derechos humanos, es uno de los aportes y estrategias fundamentales que propone Mandela para una revolución social que busca una Nación más humana y unida. La auténtica libertad conduce a un país próspero, educado, un país que reflexiona, que mira con discernimiento su historia para no cometer los mismos errores y que busca aprender de ellos para seguir creciendo.
A la edad en que la gente se retira, Madiba, en vez de disfrutar de la libertad, trabajó con más fuerza y entusiasmo que nunca. Recorrió todo Sudáfrica, habló ante multitudes, se reunió con simpatizantes, aliados, adversarios y enemigos. Nunca rehuyó a escuchar al que pensaba distinto, al que no actuaba como él. Siempre confió en el diálogo. Viajó por todo el mundo convirtiéndose en una figura global. Ya no era el prisionero político que estaba en el póster, en la pancarta. Era el líder de un proyecto político transformador e inclusivo.
El anciano era quien daba esperanzas a un pueblo, el que se mostraba convencido de que había una salida y que la unión era posible. Era uno de los pocos que tenía la convicción que reemplazar un sometimiento por otro sólo traería más dolor y atraso. Su tarea era la de convencer.
En 1994 llegaron las elecciones. Mandela, como era previsible, arrasó y se convirtió en el primer presidente negro de la historia de Sudáfrica. Si esos cuatro años desde su liberación habían sido asombrosos, lo que hizo a partir de su asunción como presidente fue extraordinario.
Pudo haber gobernado solo para esa masa negra que sufrió violencia y postergaciones durante décadas, pudo haberse regodeado en los elogios y recostarse en los aduladores, pero entendió que la sociedad sudafricana necesitaba, lo pedía a gritos, dejar de excluir a cualquiera de sus miembros.
Él, que había sufrido en carne propia el sojuzgamiento, decidió que la solución estaba en mirar hacia adelante. Mandela supo que rencores, venganzas y mezquindades no construyen.
Su vida personal no fue sencilla. Tres hijos muertos y varios divorcios. Alguna vez reconoció que su dedicación a la causa hizo que descuidara a su familia y su vida privada, prisión, persecuciones, incomprensión.
En el peor momento, en que la condena a reclusión perpetua a 27 años era una certeza, Nelson Mandela expuso en tres líneas la esencia de su pensamiento, eso que iba a poner en práctica magnánimamente más de treinta años después cuando le llegara la oportunidad de conducir a su país:
He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
Ángel Villazón Trabanco es ingeniero, escritor y periodista cultural y te brinda la posibilidad de leer algunos de sus libros:
- Goces y sufrimientos en medievo
- Los tacos de huitlacoche
- Los enanos
- El sueño de un marino cántabro y el sueño de un orfebre andalusí
- Senderos de Libertad
También puedes leer otros artículos y relatos suyos en esta misma página web: www.angelvillazon.com
Ángel Villazón Trabanco
Ingeniero Industrial
Doctor en Dirección y Administración de Empresas