El legado de Averroes

Averroes

Era el año de 1126 cuando en Córdoba nació uno de los pensadores y filósofos más importantes de la historia de al-Ándalus y cuyo pensamiento tuvo una gran trascendencia en toda Europa. Ibn Rusd, Averroes, destacaría por sus teorías filosóficas y por sus aportaciones a otros campos de la ciencia como la filosofía, la medicina, el derecho, o la astronomía, dejándonos un legado que llega hasta nuestros días.

Averroes - Estatua
Procedía de una familia de juristas y ostentó el cargo de cadí en la ciudad de Sevilla, además de otras cortes como la de Córdoba y Marruecos. Averroes tenía un espíritu intelectualmente emprendedor. Era un personaje pudiente que podía permitirse lanzarse a otros ámbitos de conocimiento y llevar a cabo una intensa labor intelectual, como demuestra el hecho de que elaborase una enciclopedia de términos médicos, así como un tratado filosófico de gran trascendencia: “Refutación de la refutación”, en la que defendía la filosofía de Aristóteles y su compatibilidad con las creencias del Islam, una idea que alcanzaría un gran calado durante la Edad Media y el Renacimiento.

La formación jurídica de Averroes procedía por tradición familiar del estudio de la filosofía, siendo la metodología que se utilizaba para el uso del razonamiento y de la lógica griega. Así fue como consiguió el rigor de pensamiento, a través del estudio de la lógica de Aristóteles.

Conocedor de toda la tradición filosófica del mundo árabe, además de la griega, fue el único que escribió unas obras explícitamente dedicadas al estudio de la filosofía y la revelación, por lo que fue el único pensador árabe que se planteó manifiestamente tal problema. Tal vez por ello el mundo latino le atribuyó la conocida teoría de la doble verdad; la filosófica y la revelada, dos verdades independientes.

En su obra “La doctrina decisiva”, comienza señalando que la filosofía no es más que el estudio del universo, que nos da a conocer a su Hacedor, Dios. Por otra parte, la dedicación a la filosofía es algo recomendado por la ley religiosa, puesto que el texto revelado invita al creyente a la consideración racional del universo. La fe, por consiguiente debe integrar el saber racional, que ha de ser adquirido allí donde ya había sido elaborado.

Su intento de conciliar religión y filosofía, se vería empañado por los sectores más radicales de la política y la religión del momento. Gran parte de su obra no se ha podido rescatar, aunque afortunadamente nos ha quedado lo suficiente como para conocer las principales ideas y aportaciones de ésta, sobre todo a través de traducciones posteriores y contemporáneas en otras lenguas como el hebreo.

Al igual que tantos otros genios, Averroes tuvo que sufrir el duro destino de ver cómo su obra era prohibida y rechazada por no ir acorde con la forma de pensar de la época, por salirse de los modelos y la mentalidad imperante e ir un paso más allá, conciliando dos mundos a menudo tan opuestos como son el de la filosofía y la religión. Por suerte, su legado llega hasta nuestros días y podemos apreciar y valorar todo lo que aportó su pensamiento.

Durante mucho tiempo se había creído que la Edad Media era una época oscura en la que se cultivaba sistemáticamente el dogma y la ignorancia, un largo periodo sin ningún interés filosófico. A esta creencia se le podría añadir que la misma tradición cristiana del pensamiento occidental había estimulado el olvido del pensamiento árabe medieval y por tanto, de la obra del filósofo nacido en Córdoba en el siglo XII.

La deuda que el pensamiento occidental contrajo con Averroes fue enorme. Durante la segunda mitad del siglo XII, se dedicó a restablecer las distintas teorías de la filosofía aristotélica. Además de sus posibles aportaciones a la interpretación de Aristóteles y de la creación de su propio pensamiento filosófico, Averroes jugó un papel decisivo en la historia de la ciencia.

Tampoco la religión católica estaría dispuesta a aceptar las tesis de Averroes, pero hubo una serie de autores renacentistas que sí supieron apreciar su valor y llevaron a cabo numerosas reinterpretaciones y análisis a partir de ésta, como sería el caso de Pico de la Mirandola o Giordano Bruno, por citar algunos nombres.

Desde la altura del tiempo que nos tocado vivir, se valora el hecho de que se convirtiera en un pensador que, aun limitado por las necesidades de su tiempo, hubiera traspasado sus límites y hubiera colaborado de una forma clara al establecimiento de la autonomía de la razón.

A pesar del retroceso de los siglos siguientes, estableció una cuestión fundamental, que era que la filosofía y la razón habrían de constituir el nivel más elevado del conocimiento acerca de Dios, por encima de la religión y la teología. La autonomía de la razón encontró un aval importante en el pensamiento de Averroes varios siglos antes que en el pensamiento cartesiano. No es, por tanto, aventurado señalarlo como el filósofo que abrió la modernidad y el racionalismo en Europa varios siglos antes que Descartes.

Por eso, no es de extrañar la admiración que los pensadores renacentistas sintieron por el sabio cordobés. Sus tesis sobre la existencia de un alma mortal frente a la de un entendimiento inmortal y único para todos los hombres, supuso además del inicio de las grandes polémicas medievales, la consolidación de ideas que sobrepasaron los límites de su tiempo.

Durante el transcurso del siglo XII se planteó conocer cómo funciona la mente, problema que ha preocupado a la filosofía de todos los tiempos y que en las dos últimas décadas se ha convertido en el problema central de las ciencias cognitivas. En todos los planos del conocimiento interviene la materia. En una perspectiva cercana a la de nuestros días, no separa el problema del conocimiento de la corporalidad y de la naturaleza del cerebro. No es ajeno a la creencia de que el cerebro y los nervios juegan un papel fundamental en el psiquismo de los humanos.

En los primeros siglos, se fue desbrozando la ignorancia inicial tanto de las tropas musulmanas como de los campesinos hispanos gracias a la arabización y a los viajes de estudio a Oriente para aprender de los maestros allí instalados. En el Califato Omeya se modernizó el Estado dando preeminencia a la vida urbana, de la que fue un ejemplo en Europa la ciudad de Córdoba. Se crearon magníficas bibliotecas públicas y privadas, se protegió a los judíos y artistas, y hombres de ciencia obtuvieron apoyo en la corte. Ya en el siglo X encontramos importantes matemáticos, astrónomos, médicos, literatos e historiadores. La filosofía, sin embargo, fue silenciada. En los reinos de taifas se produjo una dispersión de los centros culturales que fue fecunda en el arte y la ciencia.

A finales del siglo XII una ola de fanatismo integrista islámico invadió al-Ándalus después de la conquista de los almohades, y Averroes fue desterrado y aislado en Lucena y Cabra, cerca de Córdoba, y se prohibieron sus obras. Meses antes de su muerte, sin embargo, fue reivindicado y llamado a la corte en Marruecos. Muchas de sus obras de lógica y metafísica se han perdido definitivamente como consecuencia de la censura. Gran parte de su obra solo ha podido sobrevivir a través de traducciones en hebreo y latín, y no en su original árabe.

La recuperación del racionalismo griego lo llevo a cultivar y ampliar los campos de conocimiento que habían trabajado hombres de ciencia, como la filosofía, biología, medicina y astronomía. Esa confianza en la razón humana como instrumento necesario para conocer el universo se complementaba con su interés por la observación de la naturaleza y la experimentación.

Su concepción de la religión consideraba que debía de elevarse el nivel de instrucción de las masas populares y que les correspondía a los filósofos investigar los fundamentos de la religión. Si el texto del Corán se oponía a una verdad científicamente demostrada, el creyente ilustrado musulmán había de interpretarlo no literariamente sino de un modo alegórico. Reivindicó la autonomía del pensamiento filosófico y criticó a los teólogos por desconocer el método científico y usar argumentos dialécticos o retóricos.

Así mismo, atraen todavía sus teorías políticas y sociales y su testimonio cívico. Continuó la tradición familiar como juez y hombre público dando ejemplo de integridad moral y de un gran sentido de la justicia, tanto en su trabajo como profesional, como en su labor de consejero de los califas almohades. Al ser un intelectual ligado al poder, resulta más rara todavía su crítica severa a los gobernantes de su tiempo, orientales y andalusís, a los que describe en la mayoría de los casos como grupos de clanes que oprimían al pueblo.

Para Averroes, la violencia debía reducirse al mínimo en la sociedad potenciando la educación, en especial de la juventud. El buen gobierno tiene que buscar la cohesión social limitando el poder económico de los individuos.

Otro aspecto muy novedoso de su pensamiento es su denuncia de la precaria situación social de las mujeres. Solo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la educación y crianza. Para él, las mujeres tienen una capacidad humana común a los hombres, pueden alcanzar por méritos propios los más altos puestos en la sociedad y con su incorporación a las actividades productivas, garantizan la prosperidad de las comunidades.

En Occidente, Averroes fue conocido por sus extensos comentarios sobre Aristóteles. Sus pensamientos generaron controversias en la cristiandad latina y desencadenaron un movimiento filosófico llamado averroísmo basado en sus escritos. La teoría de Averroes sobre la unidad del intelecto se convirtió en una de las doctrinas averroístas más conocidas y controvertidas. Sus obras fueron condenadas por la Iglesia Católica en 1270 y 1277. Aunque debilitado por las críticas y refutaciones de Tomás de Aquino, el averroísmo latino continuó atrayendo seguidores hasta el siglo XVI.

A pesar de la condena de 219 tesis averroístas por parte del obispo parisino Étienne Tempier en 1277 a causa de su incompatibilidad con la doctrina católica, muchas de estas sobrevivieron en la literatura posterior de mano de autores como Giordano Bruno o Giovanni Pico de la Mirandola.

Así, encontramos en estos autores una defensa de la superioridad de la vida contemplativa teórica frente a la vida práctica, defendida por Aristóteles en su “Ética Nicomáquea”, o en una reivindicación del carácter instrumental político de la religión como una doctrina destinada al gobierno de las masas incapaces de darse una ley a sí mismas por medio de la razón.

La ley religiosa, había dicho Averroes en su Tahafut al-tahafut, proporciona la misma verdad que el filósofo alcanza indagando en la causa y la naturaleza de las cosas. Sin embargo, ello no implica que la filosofía actúe en modo alguno en los hombres cultos como sustituto de la religión: “los filósofos creen que las religiones son construcciones necesarias para la civilización”. La existencia de la religión es también necesaria para la integración del filósofo en la sociedad civil.

Otras tesis que encontramos en Averroes son:

  • Que el mundo es eterno.
  • Que el alma está dividida en dos partes, una individual perecedera (intelecto pasivo) y otra divina y eterna (intelecto activo).
  • El intelecto activo es común a todos los hombres.
  • El intelecto activo se convierte en intelecto pasivo cuando se halla unido al alma humana. Cuando la facultad imaginativa del hombre recibe las imágenes que le proporciona la actividad de los sentidos, las transmite al intelecto pasivo. Las formas, que existen en potencia en tales imágenes, son actualizadas por el intelecto activo, convirtiéndose en conceptos y juicios. Por ello fue combatido por teólogos cristianos.

 

A fin de salvar la incompatibilidad de las tesis averroístas con la doctrina cristiana, Siger de Brabant propuso la doctrina de la doble verdad, según la cual hay una verdad religiosa y una verdad filosófica y científica. Esta doctrina sería adoptada por la mayoría de defensores europeos del averroísmo.

Y sobre la religión, uno de los ejes centrales de su filosofía, es que todas las religiones son obras humanas y en el fondo, equivalentes. Se elige entre ellas por razones de conveniencia personal o de circunstancias.

El Averroísmo, o estudio de sus obras, que fueron traducidas al latín, formó parte de la intelectualidad europea en el siglo XIII cuando penetraron en las Universidades de París e Italia. Su nombre va unido al empuje del pensamiento clásico occidental. En él confluyen las oposiciones más enfrentadas en la distinción entre la razón y la fe. Tomás de Aquino fue un enconado detractor de sus doctrinas en los puntos más irreconciliables con la propia doctrina cristiana.

La teoría de la doble verdad fue perseguida por los maestros parisienses del siglo XIII. Esta teoría señalaba que las concepciones religiosas solo constituyen un enmascaramiento alegórico de la verdad filosófica pura.

Sin embargo, Tomás de Aquino y Alberto Magno combatieron con todas sus fuerzas las tesis que aprueban la eternidad del mundo y del movimiento, así como la unidad del alma de todos los hombres. Con todo, Averroes se convirtió en el antecedente directo de la escolástica de Alberto Magno y de Tomás de Aquino.

Las doctrinas de Averroes dieron lugar a numerosas controversias en las universidades europeas de la era moderna. Tuvo gran influencia tanto en la escolástica y la filosofía cristiana y judía medieval.

Entre sus seguidores se encuentran algunos maestros de arte como Sigerio de Brabante y Boecio de Dacia, que enseñaron las tesis de Averroes relacionadas con el monopsiquismo y durante toda su vida manifestaron su aristotelismo radical procedente de las enseñanzas de Averroes.

Defendieron la autonomía de toda ciencia en su propio campo de investigación. Elaboraron la teoría de la doble verdad partiendo de los postulados de Averroes, la de la fe y la de la razón.

En el siglo XV volvió a resucitar su doctrina, esta vez encarnada en los maestros de Padua, uno de los centros del renacimiento más preocupado por rescatar el patrimonio de la antigüedad clásica en la tendencia más racionalizadora del humanismo renacentista.




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