El 14 de febrero de 2011, hace 12 años, se presentó una denuncia en la Corte Penal Internacional contra el Dr. Joseph Ratzinger Papa de la Iglesia católica romana.
El 31 diciembre de 2022 murió Joseph Ratzinger, que ocupó la jefatura de la iglesia católica desde 2005 al 2013 y anteriormente la Presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el equivalente moderno a la Santa Inquisición. Durante varios días el cadáver se expuso al público calculándose en unas doscientas mil personas las que desfilaron ante él.
Los rituales funerarios de personalidades constituyen una ocasión para compartir, reafirmar, inculcar y revitalizar los valores grupales. Es una oportunidad, que suele ser bien aprovechada, para hacer gala del poder y el apoyo que posee la institución a la que perteneció el finado.
En los funerales más prosaicos de nuestro entorno, se suelen imponer los intereses del grupo sobre los, en caso de tenerlos, del fallecido. Esta apropiación, al igual que lo ocurrido con miles de inmuebles, mitos paganos y otras menudencias, es realizada por la mayor experta en estas lides, la Iglesia Católica.
De manera que, aunque el difunto haya manifestado y practicado en vida su desinterés e incluso el rechazo a estas creencias, a poco que te descuides aparece un cura por el funeral para soltar su letanía y elogios, exagerando los buenos actos y virtudes, sean ciertas o no. Se trata de una labor “mercenaria”, pues en la mayoría de los casos el finado le es desconocido, donde las bondades del muerto suelen estar directamente relacionadas con el poder social y el dinero que aporte la familia para el funeral.
El caso que nos ocupa es diferente. Estamos ante una personalidad mundialmente conocida al haber ostentado la máxima autoridad del mundo católico, lo que supone una ocasión excepcional para poner de manifiesto en forma superlativa lo dicho anteriormente. Las alabanzas están garantizadas, dado el poder de la Iglesia Católica y el servilismo hacia ella de la mayor parte de gobernantes y poderosos de todo tipo, incluidos los medios de comunicación.
Entre el listado de méritos del fallecido, los medios han resaltado su erudición como teólogo, su conducta ejemplar como Papa emérito al no interferir con su sucesor y su humildad por abandonar el cargo cuando, según los comentaristas, no se sentía con capacidad para cumplir con sus obligaciones papales.
En este sentido, el representante del gobierno español señaló su “valentía y generosidad” y el padre Ángel, después de incidir en lo que hemos comentado acerca de que no hay muerto malo, dijo que en este caso es que “realmente era un hombre bueno”. Elogios que deberían ir seguidos de los hechos en que se apoyan. Me temo que quienes sufrieron abusos sexuales por miembros de la Iglesia a los que el Sr. Ratzinger protegió no compartan lo de “bueno, valiente y generoso”. Debe ser cosa de poca fe.
Acerca de su valía como teólogo, nada que comentar dado el nulo interés por mi parte en esta temática y en cuanto a su discreción en la actividad de su sucesor, efectivamente hay que reconocer que a pesar de sus enormes diferencias en algunos temas (misa en latín, el matrimonio homosexual o el celibato, entre otras), se han dirimido de puertas adentro y apenas han trascendido fuera de los círculos próximos.
No obstante, parece que no es oro todo lo que reluce, según se desprende de las declaraciones de su secretario personal a raíz de la publicación de su libro. Habrá que esperar a que se edite en nuestro país para conocer más detalles sobre la relación entre ambos pontífices.
En cuanto a lo relacionado con su renuncia existen más sombras que luces. Llama la atención la simplista explicación sobre la misma: “no se sentía con capacidad y fuerzas…” y el escaso interés por indagar sobre el tipo de problemas que hicieron a una personalidad, elogiada por su elevado nivel intelectual, le flaqueasen las fuerzas hasta el punto de apartarse del cargo.
Esta falta de transparencia y el desinterés de los medios en profundizar en el asunto, dan lugar a todo tipo de dudas y especulaciones. Entre éstas, cobra fuerza la que sugiere que dejó el papado ante el cerco que la justicia estaba realizando acerca de su responsabilidad en casos de pederastia, en los que miles de sacerdotes y otros altos cargos de la organización católica fueron protegidos de los abusos y violaciones a niños a escala mundial, cuando ostentaba el cargo de Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe de su Iglesia y después como Papa.
El 1 de julio de 2002 entró en vigor el Estatuto de la Corte Penal Internacional de La Haya (CPI), que en su Artículo 7 aplica un castigo a los crímenes de lesa humanidad. Este hecho motivó a los abogados Christian Sailer y Hans-Joachim Hetzel a presentar una denuncia en 2011 contra el Dr. Joseph Ratzinger Papa de la Iglesia católica romana por “crimen contra la humanidad según el Art. 7 del Estatuto de la CPI” por las torturas anímicas sufridas bajo el inhumano régimen eclesial, que impone el bautismo a los recién nacidos atemorizando a los padres con terribles castigos como el fuego eterno, por los millones de muertos de SIDA en África a causa de la moral sexual del Vaticano que les prohibía usar el preservativo bajo pena de excomunión y sobre todo por las innumerables víctimas infantiles de crímenes sexuales clericales.
Los denunciantes consideraban que actualmente había la suficiente madurez “para dar por terminada la sumisión medieval ante los príncipes de la Iglesia y que, como a otros ciudadanos, se les castigue cuando cometan delitos”, o sea, el famoso eslogan “la ley es igual para todos”. Obviamente se equivocaron, pues Joseph Ratzinger, al igual que otros muchos dignatarios de la Iglesia acusados de pederastas o encubridores, ha permanecido tranquilamente en su retiro hasta su muerte sin ser juzgado.
Esta denuncia se publicó en forma de libro “El caso del Papa” que se puede descargar gratuitamente desde internet buscando “Denuncia contra el Dr. Joseph Ratzinger, Papa de la iglesia católica”, para quien desee conocer todos los datos, pues aquí me limitaré a señalar solo algunos aspectos.
La responsabilidad derivada de la imposición del bautismo a los recién nacidos es de la Iglesia Católica como organización. En el caso de Ratzinger su responsabilidad es por omisión, siendo extensiva a todos los Papas que le han precedido, al actual y seguramente a los que le sucedan por mantener un régimen clerical terrorífico como medio para captar afiliados.
Entre los argumentos de la denuncia aparece la “Afiliación obligatoria”, mediante un acto impositivo sobre bebés, por padres atemorizados con la creencia de que el recién nacido trae la mancha del pecado original que solo se quita con el bautismo. Y ello aunque, según el relato bíblico, descendemos de las “buenas personas”, Noé, tres de sus hijos y las esposas de todos ellos, que sobrevivieron tras el exterminio divino de la especie humana mediante el “Diluvio Universal” por ser integras y justas a ojos de Dios. Parece que, para este rencoroso dios bíblico no fue suficiente para expiar la culpa del dichoso pecado original de Adán y Eva.
En el catecismo encontramos los siguientes disparates: “Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios…” Veamos lo que entiende el catecismo por libertad: “Hecho miembro de la Iglesia, el bautizado ya no se pertenece a sí mismo, sino al que murió y resucitó por nosotros. Por tanto está llamado a someterse a los demás, a servirles en la comunión de la Iglesia y a ser obediente y dócil a los pastores de la Iglesia y a considerarlos con respeto y afecto”. Sabemos a dónde ha conducido a miles de niños el ser obediente, dócil, sumiso y respetuoso con los pastores de la Iglesia.
La Santa Iglesia de Roma fundada por la palabra de nuestro Señor y Redentor prevé para quienes se queden fuera de ella que no participará de la vida eterna, sino que caerá en el fuego eterno preparado para el demonio y sus ángeles. Por ello, como muestra de “su bondad” establece que “El niño de padres católicos, e incluso de no católicos (o sea, cualquier niño), en peligro de muerte, puede lícitamente ser bautizado, aún contra la voluntad de sus padres”. En relación con estos dictámenes se produjo el escándalo del secuestro de Edgardo Mortara Levi. Nacido en una familia judía, fue bautizado por su piadosa católica cuidadora y el Papa Pio IX con el pretexto de la incorporación a su organización mediante el bautismo, se lo quitó a su familia y lo llevó al Vaticano convirtiéndose en sacerdote.
El otro aspecto que recoge la denuncia con respecto al Bautismo es el “Terror psicológico” ya que, se condena a quien no reconoce como palabra de Dios las amenazas del Antiguo Testamento. Veamos, como ejemplo, algunas de las perlas que aparecen en el texto:
– “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, el adultero y la adultera morirán irremisiblemente”. (Lev. 20,10)
– “Si un hombre se acuesta con un hombre, como se acuesta con una mujer, los dos cometen una abominación. Ambos morirán irremisiblemente”. (Lev. 20,13)
– “Quien proceda con soberbia y no obedezca al sacerdote que está allí para servir delante de Jehová tu Dios, ni al juez, esa persona morirá”.
Si alguien considera que estas sentencias son cosas del pasado solo tiene que saber que en 1965 el “progresista” Concilio Vaticano II declaró en su “Constitución dogmática sobre la divina revelación” lo siguiente: “(…) la Santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene por santos y canónicos todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes, porque escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le han entregado a la misma Iglesia (…) enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar…”.
Es fácil deducir que son las barreras del derecho secular y el desarrollo del circulo ético en la sociedad los que impiden que la Iglesia y sus fieles creyentes pongan en práctica las amenazas mortales que el Antiguo Testamento dispone para adúlteros, homosexuales, herejes e hijos rebeldes. De ahí el peligro de las teocracias.
La segunda de las causas de la denuncia se justifica por la mortífera prohibición del uso del condón. En la fecha en que se presentó, las muertes por el VHI/sida en África superaban los 30 millones, las infecciones anuales las 500.000 y había más de 22 millones de infectados.
A pesar de estas cifras y de las demandas de los organismos sanitarios y voces críticas dentro de la Iglesia para que se permitiese el uso del preservativo, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI mantuvieron la prohibición que data desde1968 cuando el Papa Pablo VI en su encíclica “Humanae Vitae” proclamó la prohibición del uso de preservativos, pasando a formar parte de la doctrina de la Iglesia Católica. Sometiendo a los católicos de las regiones africanas amenazadas por el virus VIH/sida a una terrible disyuntiva: protegerse en las relaciones sexuales con el preservativo, cometiendo un pecado grave, y si el miedo de la amenaza clerical a ser castigados por sus pecados impide su uso, ser candidato a morir de Sida.
La solución de la Iglesia Católica para estos creyentes es la abstinencia sexual, incluso dentro del matrimonio, pues en palabras del fabricante de santos y beatos Juan Pablo II, “La Iglesia siempre ha enseñado la intrínseca malicia de la contracepción, es decir de todo acto conyugal hecho intencionadamente infecundo. Esta enseñanza debe ser considerada como doctrina definitiva e irreformable”. Así que deberían tomar nota los católicos y saber que tienen prohibido tener relaciones sexuales cuando no quieran aumentar la familia, tengan problemas de esterilidad, mujeres menopaúsicas y parejas homosexuales. En fin, pocos serán los católicos que, según sus propias normas, vayan a su cielo, a pesar del infierno que tendrían en su vida terrenal si se creyeran y practicaran su propia doctrina.
Benedicto XVI en 2009, en su primer viaje a África dijo a los periodistas que lo acompañaban: “no se puede solucionar este problema distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema”. La solución, según él, está en “una renovación espiritual y humana” y “en una verdadera amistad con las personas que sufren”. Ignorancia y maldad, pues hablamos de decenas de millones de muertes, muchas de ellas de niños.
La respuesta ante la ignorancia sanitaria de este señor provocó una reacción en cadena de múltiples organizaciones, UNICEF entre ellas.
En la próxima entrada se abordará la tercera de las causas en que se apoya la denuncia. Es la que afecta más directamente al Papa Ratzinger y alude a las víctimas de abusos sexuales cometidos por el clero.
Antonio Pintor
14 de febrero de 2023.