PONENCIA, PRESENTADA POR Mª DEL ROSARIO RODERO SALAMANCA, EN EL ATENEO DE MADRID: “8 DE MAYO: DÍA DE LA VICTORIA FRENTE AL FASCISMO EN EUROPA. La contribución española republicana”.
Hemos accedido al Gobierno, pero no hemos ocupado el Poder. La frustración de la derrota y del exilio sigue siendo nuestra
Al estar compuesta esta mesa por especialistas en la materia, mi aportación, como hija de republicano represaliado, un “juan español”, pretende acortar la distancia entre quienes escriben la Historia y quienes la vivieron.
Además de los cadáveres, en las cunetas yace parte de nuestra Historia.
La Ley de Responsabilidades Políticas, publicada el 1 de febrero de 1939
con la que la dictadura franquista sentaba las bases de la feroz represión, cuando estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial, dejó a los republicanos pocas alternativas, enrolarse o exiliarse.
En el Libro “México y la República Española. Antología de documentos 1931-1977” editado por el Centro Republicano Español de México, que se terminó de imprimir, en los talleres de Imprenta Madero, S.A, fundada y dirigida por emigrados políticos españoles, en noviembre de 1978, se recogen las siguientes palabras de Albert Camus:
“Pero en este mundo desmemoriado no está de más que algunos hagan honor a la fidelidad. Es muy posible que con su ejemplo ayuden un día a que pueda perdonarse lo que, con la rabia en su corazón, no han podido evitar”.
Una memoria rota, pero que no olvida a los republicanos exiliados, según las estimaciones del profesor de Historia Contemporánea, Diego Gaspar, más de 65.000 con experiencia en acciones bélicas por haber intervenido previamente en la Guerra Civil, que formaron parte de fuerzas militares o compañías de trabajadores que operaron en las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
El orgullo republicano fue luchar por una República, la Francesa, que ellos habían perdido.
Fueron guerrilleros republicanos españoles, en las filas de la Resistencia francesa, quienes contribuyeron a expulsar a los nazis de Montpellier.
En el desembarco de Normandía, en la campaña de la Provenza y en los bosques de Francia hubo españoles. No estaba la España de Franco, estaba la España republicana, según relata la periodista Evelyn Mesquida, en el libro “Y ahora volved a vuestras casas” (funestas palabras pronunciadas por el entonces General Charles De Gaulle, en Toulouse, en 1944, al pasar revista a las tropas de la resistencia que habían combatido a los alemanes en suelo galo, dirigiéndose a los españoles, e invitándoles a volver a España)
Precisamente en la cárcel de Toulouse, en 1944, había sido ejecutado Francisco Ponzán, apodado “Paco el gafas”, un combatiente aragonés que creó y lideró una red de evasión de pilotos aliados derribados en Francia. De esa red formaron parte muchas mujeres, incluida la hermana de Ponzán.
Y es que las mujeres sirvieron de enlace entre los diferentes batallones y hubo muchas que lucharon junto a los hombres. La Resistencia francesa no hubiera podido llevarse a cabo sin las mujeres. Todos los grupos resistentes tenían que estar en contacto entre ellos y con las otras redes. Era muy importante para vigilar a los alemanes o preparar atentados y estos enlaces eran, casi todos, mujeres que se desplazaban en bicicleta.
El mérito de los españoles que lucharon en Francia es doble por tratarse de gente corriente, pues “los prohombres de la República”, tras producirse el pacto germano-soviético y la ocupación alemana de Francia, partieron hacia el exilio en América y Rusia. En Francia aguantaron quienes formaban parte de las capas populares y en el más absoluto de los desamparos.
De los campos de concentración franceses, algunos españoles de mentes brillantes fueron rescatados por militares franceses para que se sumaran a un grupo de élite que se encargaría de descifrar los códigos nazis emitidos por la máquina “Enigma”, lo que fue vital para resolver el mayor conflicto bélico del siglo XX y el destino de Europa.
El periodista e investigador Julen Berrueta, en su novela “Un amigo en el infierno”, basada en hechos reales, narra como alrededor de 35 republicanos españoles, que formaban parte del Ejército rojo, vieron la oportunidad, seis años después de la derrota en España, de llevar a cabo una hazaña que los transformara de vencidos en vencedores. Mientras los rusos avanzaban sobre Berlín, los españoles ocuparon la embajada franquista. En un Berlín en llamas y con el nazismo librando su última batalla, los españoles tomaron la embajada entre finales de abril y principios de mayo, izando la tricolor, en una escena con aires de justicia poética rota que intentaron arreglar desde sus ideales.
La geopolítica mundial traicionó a la República española, desoyendo al Presidente Juan Negrín.
La excepción fue México, bajo la Presidencia de Lázaro Cárdenas del Río, ejemplo de justa administración de las reglas y leyes internacionales para el mundo democrático, que abrió las puertas a los refugiados españoles, primero, y luego a los europeos.
Como expresó la diplomática Isabel Oyarzabal Smith en su obra “Rescoldos de libertad. Guerra civil y exilio en México”, “el primer deber que los refugiados tenían por delante era recordar a aquellos otros que no habían tenido la misma suerte. La visión de esos desafortunados sería un recuerdo constante, necesario, para aquellos de nosotros que teníamos la libertad de actuar, pensar y hablar en el Nuevo Mundo por su libertad, la libertad de España”.
Mientras esperaban volver a su país, los intelectuales españoles estaban preocupados por seguir al frente de la Cultura española. Durante 1943 y 1944 surgieron nuevas editoriales españolas y librerías en México y un gran número de publicaciones de verdadera importancia sobre temas científicos, como la revista “Ciencia” fundada por un hijo del Presidente del Gobierno Republicano en el exilio, Francisco Giral González, catedrático de Farmacia y Ciencias Químicas, y sobre temas filosóficos, históricos y artísticos, así como de ficción.
Esta actividad de la “España Peregrina”, era motivo de envidia e indignación entre los fascistas en España, que no pudieron evitar que el proyecto antropológico que se había ido fraguando y que se quiso realizar en la República española, trascendiera las fronteras.
México incorporó a su cultura política la imagen de la España Republicana como un componente más del legado de su Revolución: educación laica, expropiación petrolera y reforma agraria.
En “Bayo, el general que adiestró a la guerrilla de Castro y el Che”, el periodista Luis Díez describe a Alberto Bayo y Giroud como un exiliado para el que la guerra española no había terminado, con un enorme odio hacia Franco que dirigió hacia el dictador cubano Fulgencio Batista, enseñó instrucción militar a los cuarenta guerrilleros que Fidel Castro había logrado congregar en México D.F.
Como fondo, he utilizado una fotografía cedida por Luis Fernández Contreras, Presidente de la Asociación Mesa de Memoria Histórica del Distrito de Latina de Madrid, nieto de Luis Fernández Aguado, primer Alcalde Republicano de Fuenlabrada, que fue fusilado. Sobre él ha escrito el libro: “Los tres agostos de Luis el sastre”.
En la placa del monumento, erigido, en el campo de concentración de Mauthausen, en mayo de 1965, por los supervivientes y las familias de los desaparecidos, reza lo siguiente:
“En este recinto, en el mismo lugar donde fue construido bajo el régimen nazi, subsiste el crematorio de Gusen I y Gusen II, los campos anexos más criminales de Mauthausen. De 1940 a 1945 más de 37.000 patriotas de diferentes nacionalidades fueron incinerados después de haber conocido los más crueles sufrimientos físicos y morales. Ellos murieron por la independencia de sus países, por la libertad, por la salvación de los hombres. Que su recuerdo y sus sacrificios perduren para siempre en el pensamiento de los vivos”.