Museo del Prado de Madrid

El Museo del Prado, es uno de los museos de arte más sobresalientes del mundo, así como uno de los más visitados. Con sede en Madrid, está considerado como la institución cultural más importante del país.

Rico en cuadros de maestros españoles y de varias escuelas pictóricas del resto de Europa entre los siglos XV y XVIII, y españoles del XIX, es el museo más importante del mundo en pintura europea». Su principal atractivo radica en la amplia presencia de Velázquezel GrecoGoyaTizianoRubens y el Bosco, de los que posee las mejores y más extensas colecciones que existen en el mundo, a lo que hay que sumar destacados conjuntos de autores tan importantes como MurilloRiberaZurbaránParetFra AngelicoRafaelVeroneseTintorettoDureroPatinirAntonio MoroVan Dyck o Poussin, por citar solo algunos de los más relevantes.

El inventario de bienes artísticos comprendía, en febrero de 2017, más de 35 000 objetos, desglosados en 8045 pinturas, 9561 dibujos, 5973 estampas y 34 matrices de estampación, 971 esculturas, 1189 piezas de artes decorativas, 38 armas y armaduras, 2155 medallas y monedas, por encima de 15 000 fotografías, 4 libros y 155 mapas.

En 2018 se reabrieron las salas del ático norte, tras lo cual el total de piezas expuestas ronda las 1700, y cuando se rehabilite el edificio del Salón de Reinos se colgarán en él entre 250 y 300 pinturas más.

Las meninas

Al igual que otros grandes museos europeos, como el Louvre de París y los Uffizi de Florencia, el Prado debe su origen a la afición coleccionista de las dinastías gobernantes a lo largo de varios siglos. Refleja los gustos personales de los reyes españoles y su red de alianzas y sus enemistades políticas. Algunos artistas y estilos tienen un repertorio muy grande, y por el contrario otros se hallan representados nula o escasamente.

El Prado no es un museo enciclopédico al estilo del Museo del Louvre, el Hermitage, el Metropolitan, la National Gallery de Londres, o el vecino Museo Thyssen-Bornemisza, que tienen obras de prácticamente todas las escuelas y épocas.

Es una colección intensa y distinguida, formada esencialmente por unos pocos reyes aficionados al arte, donde muchas obras fueron creadas por encargo. El fondo procedente de la Colección Real se ha ido complementando con aportaciones posteriores, que apenas han modificado su perfil inicial, puesto que, a diferencia de lo habitual en las pinacotecas nacionales de otros países, los esfuerzos, más que a completar las faltas, han ido dirigidos a reforzar el núcleo esencial.

Es considerada una colección de pintores admirados, enseñanza para nuevas generaciones de artistas, desde ManetMary CassattRenoirToulouse-Lautrec y Degas, que visitaron el museo en el siglo XIX, hasta PicassoMatisseDalíEdward HopperFrancis BaconDavid Hockney y Antonio Saura.

Las escuelas pictóricas de EspañaFlandes y Venecia ostentan el protagonismo en el Prado, seguidas por el fondo francés, con buenos ejemplos de Georges de La TourNicolas Poussin y Claudio de Lorena. La pintura alemana cuenta con cuatro obras de Durero y múltiples retratos de Mengs. Hay que mencionar la pintura neerlandesa, una sección no demasiado amplia pero que incluye a Rembrandt.

El primer pintor coleccionado por los monarcas españoles, y el pilar sobre el que se erigió la colección real, fue Tiziano. La elección tuvo consecuencias decisivas para el coleccionismo regio e incluso para la propia evolución de la pintura española. Al decantarse por el campeón del color en detrimento de los pintores florentinos y romanos que defendían la primacía del “disegno”, los monarcas optaron por una pintura que primaba sus aspectos más emotivos y sensuales. A Tiziano siguieron otros venecianos como Veronese y  Tintoretto y aquellos artistas que asumieron su legado, como los flamencos Pedro Pablo Rubens y Anton Van Dyck, y la influencia de unos y otros fue decisiva para la eclosión de la pintura española en el siglo XVII, con Velázquez a la cabeza.

Felipe II gustó de la pintura flamenca del XV , lo que explica nuestras colecciones de  van der Weyden, Memling y, sobre todo, del Bosco y aún más decisivo fue Felipe IV, quien ademas encargó obras a ya citados Rubens, Velázquez y Van Dyck, también al español activo en Nápoles José de Ribera, a los franceses Nicolás Poussin y Claudio de Lorena, y a pintores italianos que contribuyeron a decorar sus múltiples residencias. A su muerte la colección real española era la mejor de Europa y el modelo a imitar.

Con el advenimiento de la dinastía Borbón llegaron los pintores franceses, dando inicio al siglo XVIII. A los franceses les sucedieron los italianos y Madrid fue escenario de una de las rivalidades artísticas más fascinantes de Europa, cuando Carlos III empleó a dos artífices antagónicos en sus formas de entender y practicar la pintura: el veneciano Giovanni Battista Tiepolo, y el bohemio formado en Roma Anton Raphael Mengs, heraldo del neoclasicismo. Sólo a finales del siglo, con Goya, vuelve un pintor español a dominar el escenario cortesano.

El museo cuenta también con una importante sección de artes decorativas y con una colección de esculturas, en la que destacan las grecoromanas

Los Fusilamientos del tres de mayo. Goya

Junto con el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo Nacional del Prado forma el llamado Triángulo del Arte, meca de numerosos turistas de todo el mundo.

Esta área se enriquece con otras instituciones cercanas: el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Nacional de Artes Decorativas, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y otros pequeños museos.

El edificio que alberga el Museo del Prado fue concebido inicialmente como Real Gabinete de Historia Natural, en el marco de una serie de instituciones de carácter científico, pensadas según la nueva mentalidad de la Ilustración. Con este fin, Carlos III contó con uno de sus arquitectos predilectos, Juan de Villanueva, autor también del vecino Real Jardín Botánico y del Real Observatorio Astronómico.

Jardín de las Delicias. El Bosco

Las obras de construcción se desarrollaron durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, quedando el edificio prácticamente finalizado a principios del siglo XIX. Pero la llegada de las tropas francesas a España y la Guerra de la Independencia dejaron su huella en él; se destinó a fines militares y cayó prácticamente en un estado de ruina; las planchas de plomo de los tejados fueron fundidas para la fabricación de balas.

Gracias al interés manifestado por Fernando VII  se inició, a partir de 1818, la recuperación del edificio, sobre la base de nuevos diseños del propio Villanueva, sustituido a su muerte por su discípulo Antonio López Aguado, con fondos aportados por el rey de su «bolsa personal».

En noviembre de 1819 se inauguró discretamente el Museo Real de Pinturas, denominación inicial de la institución. Contaba entonces con trescientos once cuadros, expuestos en tres salas, todos ellos de pintores de la escuela española, aunque almacenaba muchos más. En años sucesivos se fueron añadiendo nuevas salas, según se iban ejecutando los trabajos de terminación del edificio, y obras de arte.

Inicialmente el museo fue una dependencia más del patrimonio de la Corona. Por este motivo, se recibieron muchos envíos desde los palacios y monasterios reales, pero también hubo algunas obras que posteriormente fueron expedidas a nuevas ubicaciones.

Tras el destronamiento en 1868 de Isabel II, el museo pasó a formar parte de los «bienes de la Nación» ​ mediante la Ley de 18 de diciembre de 1869, que abolió el patrimonio de la Corona.

En 1872 se suprimió el Museo de la Trinidad, creado a partir de obras de arte requisadas en virtud de la Ley de Desamortización de Mendizábal en 1836, y sus fondos fueron traspasados al Prado. Tras esta fusión, el Prado fue renombrado Museo Nacional de Pintura y Escultura. Esta denominación se mantuvo hasta que por Real Decreto de 14 de mayo de 1920 recibió oficialmente la actual de Museo Nacional del Prado, que era como se lo conocía habitualmente ya con anterioridad, ​ por haberse construido el edificio en terrenos del antiguo Prado de los Jerónimos.

En las décadas posteriores se fueron integrando al Prado otras colecciones, entre las que destaca especialmente el Museo de Arte Moderno en 1971, salvo su sección del siglo XX, que se convertiría posteriormente en la base inicial del Museo Reina Sofía.

Otras colecciones que engrosaron la del Prado fueron las pinturas del Museo-Biblioteca de Ultramar, que habían sido traspasadas al MAM tras su disolución en 1908, y parte de la colección del Museo Iconográfico, efímero museo instalado provisionalmente en 1879 en el mismo edificio del Museo del Prado y que una década más tarde fue suprimido, repartiéndose sus fondos entre varios museos, incluido el Prado, bibliotecas y sedes de organismos oficiales.

El ingreso de las colecciones de otros museos obligó a la institución a incrementar su política de difusión de fondos, mediante la creación de depósitos estables de obras de arte en otras instituciones públicas y privadas, en España y también en algunos casos en el exterior embajadas y consulados.

Durante el siglo XIX y buena parte del XX el Prado vivió una situación de cierta precariedad, pues el Estado le destinó un apoyo y unos recursos insuficientes. Las deficientes medidas de seguridad, con una parte del personal del museo residiendo en él y montones de leña almacenados para las estufas, provocaron la alarma de algunos entendidos.

Una gran parte de las obras maestras del Prado fueron evacuadas durante la Guerra Civil, ante el temor de que los bombardeos del bando franquista destruyesen el edificio y su contenido. También fueron trasladadas cincuenta y cuatro obras del MAM, además de otras procedentes del monasterio de El Escorial y algunas de particulares, como La condesa de Chinchón, de Goya, propiedad entonces de los duques de Sueca, o La condesa de Santovenia, de Eduardo Rosales, perteneciente en aquel momento al duque de la Torre, que la tenía depositada en el MAM. Sufrieron un largo periplo a lo largo de diversos lugares del levante español (ValenciaCataluña) hasta llegar en tren a Ginebra, en cuyo Museo de Arte e Historia protagonizaron una exposición que generó interés internacional y atrajo 400.000 visitas, cifra formidable para la época. Artistas de la época como Paul Klee y Alberto Giacometti acudieron a verla. Tras su clausura, las obras se reintegraron al museo madrileño después de casi tres años de ausencia.

A pesar de diversas ampliaciones de alcance menor, el Prado sufría limitaciones de espacio, más graves a partir de los años 60, cuando el boom turístico disparó el número de visitantes.

En 1995, un acuerdo parlamentario suscrito por los dos principales partidos de las CortesPP y PSOE, puso al museo a salvo de los vaivenes políticos y proporcionó la calma necesaria para un proceso de modernización, que incluía cambios jurídicos además de la ampliación. Esta, tras un controvertido concurso de ideas, fue adjudicada al arquitecto Rafael Moneo, ya bien conocido en estas lides por sus trabajos en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y el Museo Thyssen-Bornemisza, entre otros. La ampliación se inauguró en octubre de 2007​ tras cinco años de obras.

El Prado y sus colecciones son reflejo de la historia de España, cuyo menguante papel internacional en el siglo XIX mermó su atractivo para artistas foráneos. Son ahora los españoles quienes se educan y trabajan fuera: en Roma a principios de la centuria, y desde mediados en París, convertida en capital mundial del arte. De ello, del fervor nacionalista que recorrió el siglo, y que nuestros pintores plasmaron en lienzos que celebraban sus gentes, paisajes e historia, y de la desamortización de los bienes eclesiásticos que, vía Museo de la Trinidad, contribuyeron decisivamente a acrecentar los fondos procedentes de la Corona, dan fe nuestras colecciones, que se cierran en 1881, año de nacimiento de Picasso. Y unas colecciones que, aunque mayoritariamente pictóricas, comprenden asimismo excepcionales testimonios escultóricos, de artes decorativas y de obras sobre papel, de la Antigüedad al siglo XIX.

Desde su creación en 1819 el Museo del Prado ha sido un decisivo actor del progreso de la historia del arte. Ha sido determinante en la recuperación de los primitivos españoles y de figuras emblemáticas como El Greco, en el encumbramiento de Velázquez a la cúspide del Parnaso pictórico español, y sus salas han servido de inspiración a algunos de los pintores más vanguardistas de los últimos 150 años. Tal es el acervo que mostramos orgullosos a nuestros visitantes.

 

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