La gran mayoría de las acuñaciones romanas en la península ibérica se llevaron a cabo en el periodo comprendido entre los emperadores Augusto, 27 años antes de Cristo, y Calígula, 40 después de Cristo.
800 años más tarde al-Andalus era un centro de gran importancia comercial y cultural en Europa durante los siglos ocho y nueve, y se hallaba integrado con los circuitos comerciales que se extendían a lo largo del Mediterráneo, penetraban en África, llegaban hasta la India, con China por medio de caravanas y con los territorios bálticos a través de los ríos navegables rusos.
Por otra parte, los productos de al-Andalus se vendían en los nacientes mercados del norte de Europa hasta finales del siglo XII.
El comercio fue posible gracias a la existencia de una moneda universalmente aceptada. En principio los musulmanes se limitaban a utilizar las monedas existentes en los territorios conquistados que más adelante serían sustituidas por las acuñaciones que llevaron a cabo de los omeyas a finales del siglo VIII.
Este sistema monetario se fundamentaba en tres monedas, el dinar, el dírham y el felús. El dinar era de oro, y se inspiraba en la moneda del emperador bizantino Heraclio. El dírham era de plata y valía la décima parte del dinar. El felús se acuñaba de cobre.
En las monedas islámicas únicamente aparecían leyendas proclamando la unicidad de Dios y su preferencia por la misión profética de Mahoma, como “En el nombre de Alá no hay Dios, sino Alá”, y “Mahoma es el emisario de Alá”. A lo largo de los siglos fueron apareciendo otros elementos no religiosos en los textos como los nombres de gobernadores, califas y personajes en la línea de sucesión dinástica.
En al-Andalus, los musulmanes utilizaron, al igual que los cristianos, las monedas visigodas y los dinares y dírhams omeyas y abasidas llegados a la península ibérica a través de los intercambios comerciales.
La acuñación en al-Andalus comenzó con Abderramán I, quien estableció el patrón de plata que gozó de estabilidad hasta el siglo XI y se adoptó por la escasez de oro. Solo se acuñaron monedas hasta que Abderramán III intervino en el norte de África y entró en contacto con la ruta de caravanas del oro sudanés, acuñando las primeras monedas en los año de 929.
Las acuñaciones estaban relacionadas con el aumento de comercio que exigía una mayor cantidad de moneda circulante. La ceca principal se instaló en Córdoba y se trasladó a Medina Azahara, cuando Abderramán III eligió este palacio como residencia y centralizó los servicios estatales.
Las falsificaciones en la edad media eran generalizadas y un hecho común en los reinos cristiano e islámico. La falsa moneda cuadrada de plata que imitaba al dírham almohade, conocida entre los cristianos como millares, fue acuñada en numerosos puntos de la península y del mediterráneo occidental.
El falso millarés, se convirtió en una importante pieza en el comercio marítimo mediterráneo, formando parte del flujo de plata que tuvo lugar en ese periodo desde Europa al norte de A frica, introduciéndose así en los territorios bajo el dominio almohade.