La nueva capital del imperio islámico bajo el califato de Damasco, constituía la primera parte del proyecto abasida. Una ciudad desde la que el mundo islámico y parte de occidente miraría en busca de la belleza, la cultura, el conocimiento y el refinamiento. Así se ideó y se construyó la “Ciudad de la Paz”, la ciudad que “Al-Mansur” quiso.
Los arquitectos pensaban en los miles de hombres que necesitarían, en las decenas y decenas de ingenieros, de artistas que trabajarían, en los miles y miles de metros cuadrados que utilizarían para su proyecto.
La ciudad se convertirá en un centro político, económico, y militar comparable a Constantinopla ó Changan. Una ciudad desde la que se podrían controlar rutas comerciales estratégicas como la Ruta de la Seda y la Ruta de las Especias, y que tendrá un acceso fácil a las ciudades del golfo Pérsico, a las de la India, a ciudades del interior de Mesopotamia, y desde la que se llegará con facilidad hasta el Mediterráneo.
Los mercados estarán repletos de sedas, de alfombras, de porcelanas chinas y de otros exóticos productos que transportarían las caravanas de camellos, con productos de la China, de la India, de Persia.
Era un gran reto. Disponían de poco tiempo. La construcción supondría un esfuerzo titánico y al mismo tiempo revolucionario.
Tras las reuniones con el zoroastro “Naubakht” y el judío iraní “Marshallah”, se llegó a la conclusión de que debían proyectar un círculo perfecto, en honor a Euclides, a quien el califa admiraba, y de quien había estudiado las formas geométricas.
Cuatro años después, la ciudad fue terminada. “Al-Mansur” le puso el nombre de “Madinat al-Salaam” (Ciudad de la Paz). La conmemoración apareció en las monedas y sellos oficiales.
Los muros tenían una puerta en cada punto cardinal separados entre sí unos 2.4 Km. Su grosor era en la base de 44 metros, y 12 metros en lo alto a 30 metros de altura. Este muro estaba rodeado por otro de cincuenta metros con torres y almenas. De cada puerta partía una avenida hasta el centro de la ciudad, con pórticos, tiendas y bazares, y de cada una de ellas salía el resto de pequeñas arterias.
La ciudad fue construida bajo la supervisión de visires y ministros budistas. Amurallada y fortificada, tenía un diámetro que una persona tardaba en recorrerlo caminando más de media hora. En su interior parques, avenidas, jardines y villas rodeaban la mezquita y su palacio. Tenía cuatro puertas de entrada.
Disponía de reservas de agua en sus extremos norte y sur, lo que permitía que todas las casas tuvieran un suministro constante.
Durante siglos se consideró a Bagdad, “La Ciudad de la Paz”, el culmen del urbanismo, la ciudad circular más perfecta del mundo, la más espaciosa y con mejores defensas.
Fue uno de los puntos de arranque de la expansión del mundo islámico por Asia, el norte de África, y parte de Europa.
Corrían los años 780.