El monarca abasida “Al-Mamun” creó una mesa redonda para escuchar sugerencias para desarrollar un proyecto relacionado con la creación de una “Bayt al-Hikmah”, Casa de la Sabiduría, que aglutinase el conocimiento y la sabiduría alrededor del califato. Corrían los años 820.
Para crear una Casa de la Sabiduría, lo primero era diseñar un entorno donde el conocimiento pudiera fluir libremente, que estuviera al alcance de todas las personas, y que todo el mundo pudiera instruirse y conseguir el progreso personal en el campo de estudio deseado.
Para abrir el camino al progreso de la cultura y de la ciencia no religiosa, y para que reviertan en beneficio del hombre, el conocimiento debe de situarse en el plano de la razón y en el de la lógica. Es importante iniciar un proceso de estudio y comprensión de la naturaleza y de sus leyes.
Es necesario alejarse de los teólogos y de los ulemas fundamentalistas si se quiere desarrollar la “Bayt al-Hikmah”, pues sus ideas filosóficas y teológicas conforman una forma de hacer política, que cuestiona la legitimidad de los gobernantes si estos no encuentran el respaldo libre de sus súbditos.
Forzaron una inquisición contra los ulemas, se impulsó la doctrina de los mutazilíes y sus teorías racionalistas para contrarrestar al fundamentalismo. Se tradujeron al árabe obras de filósofos griegos que favorecieron este movimiento racionalista.
La construcción del edificio que albergue la “Casa de la Sabiduría”, “Bayt al-Hikmah”, dispondría de una gran biblioteca y de un observatorio astronómico, e incluiría la colección de los libros herencia de su padre, Harún Al-Rashid. “Al-Mamun”, amante de las ciencias y de las artes, como todos los integrantes de la dinastía abasida, la ampliaría con muchos otros libros que abarcarían todas las disciplinas.
Se acudió a todos los manantiales de sabiduría que disponían. Mandaron embajadores a la India, al Cercano y Medio Oriente, para conseguir obras antiguas griegas, latinas y chinas, que fueran traducidas al árabe.
Se averiguó que el rey de Sicilia tenía en su castillo un sótano lleno de antiguos libros de Aristóteles, de Platón, de Arquímedes, y de Euclides. Se le envió una embajada para solicitar esos libros en donación o para que se los vendieran.
Se enviaron embajadores a Konstantinopolis, pues en sus bibliotecas había muchos libros que sobrevivieron de la antigua Biblioteca de Al-Iskandariya (Alejandría) y de colecciones privadas romanas.
Se mandarían embajadores por todos los reinos musulmanes, desde Persia hasta España, con el aviso de que se necesitaban traductores y maestros de matemáticas, de filosofía, de astronomía y de cualquier rama del saber. Les dirían que se pagaría en oro, y en poco tiempo la “Ciudad de la Paz” se llenaría de eruditos versados en todas las artes, literatura, y matemáticas. Se ordenaría la construcción de viviendas para estos sabios contratados se integraran, y que el conocimiento fluyera y se pudiera aprovechar mejor.
Dentro de unos meses el edificio de la “Bayt al-Hikmah“ habrá quedado terminado. Pronto surgirán otras escuelas y otros centros creados a imagen y semejanza del de Baghdad, por imitación de gobernantes y reyes de otros lugares. Vendrán sabios de todo el mundo a Baghdad, que facilitaran la introducción del griego y de la ciencia india en el mundo islámico. El primer director de esta Casa de la Sabiduría será al-Jwârizmî, conocido por ser un experto en álgebra.
Estos fueron algunos de los hechos que se sucedieron para el crecimiento y florecimiento de la cultura y de la ciencia en “La Ciudad de la Paz”.