La aventura de los primeros humanos IV – El fuego aliado del hombre

Cuando los primeros humanos descubrieron el fuego, su vida se hizo más fácil. Podían reunirse en torno a las fogatas para calentarse, tener luz y estar protegidos. Lo utilizaban para cocinar y así podían consumir más calorías que cuando comían alimentos crudos, difíciles de masticar y digerir. Por las noches socializaban hasta tarde, lo que quizá propició que comenzaran a contarse historias y surgieran otras tradiciones culturales.

Sin embargo, el fuego también tenía desventajas como el humo que les quemaba los ojos y los pulmones. Es probable que la capa exterior de su comida estuviera carbonizada, lo cual pudo aumentar el riesgo de desarrollar algunos tipos de cáncer. Al estar reunidos en un solo lugar, también era más fácil que se transmitieran enfermedades.

Gran parte de los estudios realizados hasta ahora se han concentrado en la ventaja evolutiva que el fuego representó para los primeros humanos.

El fuego está íntimamente vinculado a la evolución humana. Los producidos por erupciones volcánicas, rayos u otras causas forman parte de los ciclos naturales que afectan a los ecosistemas terrestres. Estos fenómenos tienen especial frecuencia en uno de los principales escenarios de nuevo proceso evolutivo, la sabana africana, y permiten una renovación rápida de las plantas herbáceas, uno de sus principales componentes.

De forma oportunista, los homínidos sacaron provecho de sus consecuencias, animales “cocinados” accidentalmente o desprovistos de sus escondrijos y guaridas y permitieron posiblemente la acumulación progresiva de experiencias.

Los indicios sean cenizas, carbones o huellas de rubefacción, más antiguos del uso del fuego superan ampliamente el millón de años procedentes de África, pero son datos aislados, que parecen indicar hechos aislados antes que un uso cultural de largo recorrido, por su restringida distribución geográfica y cronológica. 

Aunque existen algunos indicios más antiguos en Sudáfrica, un millón de años, o en Israel, 790.000 años, es a partir del último medio millón de años cuando la evidencia del control del fuego es mucho más consistente y sus hitos se multiplican constantes en África y Eurasia, con un uso que se va extendiendo entre diversos grupos humanos y sobre una amplia extensión territorial.

El control del fuego fue un paso muy importante en la evolución humana. Permitió a los homininos primitivos cocinar sus alimentos y así aumentar su valor energético, debido a la mejora en la absorción de proteínas e hidratos de carbono, y reduciendo el consumo de energía necesaria para la digestión.​

La cocción tuvo beneficios adicionales al eliminar la mayoría de parásitos y agentes patógenos y, a veces, también a toxinas que se encuentran en algunos vegetales crudos. Las especies humanas del Pleistoceno medio pudieron así soportar la última etapa del crecimiento de su cerebro, el órgano del cuerpo que consume más energía.

Además, el control del fuego y de la luz ocasionaron cambios importantes en el comportamiento​ ya que la actividad ya no quedaba restringida a las horas diurnas y proporcionaba protección ante los depredadores.

El uso controlado del fuego por el Homo erectus hace alrededor de un millón de años es ampliamente apoyado por los investigadores​.

El uso para cocinar más antiguo se ha datado en unos 780 000 años.

El iniciador de fuego más antiguo conocido, que data de hace 400 000 años, está atestiguado por un nódulo ferroso percutido por un sílex encontrado en la cueva Menez Dregan  ocupada por el Homo heidelbergensis.

Los primeros humanos pudieron haber observado que los fuegos naturales encendidos en el monte o el bosque por el rayo o los volcanes hacían huir a los animales y que ellos podían recoger en el suelo ramas muertas inflamadas tras el paso de un fuego.

Probablemente también observaron fuegos resultantes de la combustión espontánea del metano, marismas, y de la fosfina, fuego fatuo, al aire libre. Al llevar esos rescoldos de regreso a donde vivían, habrían comenzado a utilizar el fuego.

La cocción aumenta el valor energético de las comidas y las hizo más fáciles de asimilar, aumenta la digestibilidad del almidón entre un 12 y un 35% y la de las proteínas, entre un 45 y un 78%.

El calor del procesamiento de alimentos fue un elemento clave de la evolución humana al haber disparado el aumento de la capacidad cerebral al permitir que los carbohidratos complejos de alimentos con almidones fueran más fácilmente digeribles y, por lo tanto, permitiendo que los humanos absorbieran más calorías​, la masa cerebral consume casi el 20% del metabolismo basal aunque representa solo el 2% del peso del cuerpo humano.

También supuso la reducción del aparato masticatorio, dientes y maxilares, y del tubo digestivo, gracias a la mejora de la digestibilidad.

La cocción desintoxica ciertos alimentos y favorece el destete temprano de los bebés, lo que permite a las madres tener más hijos​

Además, el fuego proporciona protección contra los depredadores alrededor de los campamentos terrestres.​ Ilumina, permitiendo a los humanos adentrarse en las cuevas. Prolonga el día a expensas de la noche, lo que permitió ampliar la actividad humana durante la noche. Fue un factor de convivencia y socialización por la noche en torno al hogar.

El fuego mejoró la calidad de las armas en el Paleolítico Medio al permitir endurecer al fuego las puntas de los venablos, luego de las de armas y de los útiles en el Pleistoceno Superior calentando materiales líticos como el pedernal, para facilitar su tallado.

Las dos técnicas tradicionales para producir fuego son la fricción de dos trozos de madera y la percusión de una piedra dura contra otra. La arqueología experimental ha demostrado que el uso de un mineral de hierro, produce chispas efectivas en la medida en que diminutos fragmentos desprendidos producen una reacción exotérmica en contacto con oxígeno en aire, propiedad ignifiante por triboluminiscencia.

Algunos estudios reportan rastros del uso del fuego por parte del género Homo que datan de 1,7 millones de años. La presencia de 270 huesos quemados en la cueva de Swartkrans sugiere el uso del fuego por los humanos hace entre 1 y 1,5 millones de años, pero la ausencia de hogares localizados y acondicionados, así como la ausencia de carbón vegetal, la madera muestra un uso temporal y ocasional, probablemente a partir de fuegos naturales y no por un fuego domesticado. Las trazas de fuego datan de hace 1 millón de años en la cueva de Wonderwerk, en Sudáfrica. El fuego empezaría a ser utilizado desde el Pleistoceno inferior, pero aún no estaba domesticado.

Con respecto al Control del fuego, la presencia de un hogar mantenido se puede comprobar en varios sitios arqueológicos por la acumulación de huesos de animales quemados y ennegrecidos, por las capas de cenizas acumuladas en los sedimentos y por la presencia de una concentración de piedras impactadas por un calor alto.

El sitio más antiguo que ha arrojado rastros de hogares que es objeto de un relativo consenso en la comunidad científica es el sitio del Pont des Filles de Jacob, en Israel , que data de hace unos 790 000 años. Los yacimientos de Stranska Skala y de Přezletice, en la República Checa, muestran rastros de uso de fuego estimados en alrededor de 650 000 años, pero sin evidencia segura de que ese fuego haya sido controlado en hogares. La evidencia de hogares es escasa en el mundo durante la primera mitad del Pleistoceno medio. En Europa, se han identificado varios sitios bien documentados desde hace unos 400 000 años.

La evidencia más antigua sobre control del fuego por parte de humanos se encontró en Sudáfrica. El hallazgo consiste de varios huesos quemados, hallados en compañía de herramientas achelenses, herramientas de hueso y huesos con marcas de incisiones producidas por homínidos. En este sitio también se han encontrado algunas de las evidencias más antiguas de comportamiento carnívoro del H. erectus. Los depósitos quemados encontrados en la Cueva de los fogones en Sudáfrica se remontan de 200.000 a 700.000 años, al igual que la evidencia recolectada en otros sitios como la cueva Montagu, fechados con antigüedades de 58.000 a 200.000 años y la desembocadura del río Klasies  130.000 años.

En el sitio de Bnot Ya’akov Bridge, en Israel, se ha encontrado evidencias de fuegos realizados por H. erectus o H. ergaster hace unos 790.000 a 690.000 años​ En la cueva Qesem a 12 km al este de Tel-Aviv la evidencia permite afirmar el uso regular del fuego desde antes de 382.000 años hasta hace unos 200.000 años a finales del Pleistoceno inferior. Las grandes cantidades de hueso quemado y hornillos de tierra con temperaturas moderadas indica que el desposte y trozado de las presas se realizaba en proximidades de los sitios donde se hacía el fuego.

Cuevas de Zhoukoudian, Patrimonio de la Humanidad en China.

En Zhoukoudian, China, las evidencias sobre el uso del fuego se remontan a 500.000 y 1.000.000 de años de antigüedad. ​El uso del fuego está sustentado por la presencia de huesos quemados, restos de industria lítica con quemaduras, carbón, ceniza, y hogares en torno a los restos fósiles de H. erectus. Esta evidencia proviene de yacimientos donde se encontraron huesos ennegrecidos u oscurecidos de forma uniforme.

El análisis de estos restos por medio de espectroscopia de infrarrojos también reveló la presencia de óxidos, y en el laboratorio se consiguió producir el mismo resultado de coloración turquesa calentando algunos huesos encontrados.

En diversos lugares en Europa se presenta evidencia del uso del fuego por parte de H. erectus. El más antiguo Samu, Homo erectus, fue encontrado en VértesszlsHungría, donde se han hallado restos de huesos pero no se han encontrado restos de carbón. En Torralba y AmbronaEspaña, se ha encontrado carbón y madera entre restos de herramientas de estilo achelense con una antigüedad de entre 300.000 y 500.000 años.

En Saint-Estève-JansonFrancia, hay evidencias de 5 hogares y suelos enrojecidos en la cueva de Escale. Estos hogares se han fechado con una edad de 200.000 años.

Cómo se hace fuego con una técnica tradicional.

El fuego proporcionó a los primeros humanos una fuente de calor y de luz, una herramienta con la que alargar las horas del día, protegerse de los depredadores, fabricar mejores herramientas y dispersarse por todo el planeta, incluso hacia gélidos parajes y altas latitudes, y sobre todo, fue esencial para transformar nuestra alimentación.

Para situar el origen del control del fuego debemos considerar otros factores como las herramientas de piedra más antiguas identificadas hasta la fecha que tienen 3,3 millones de años, el género Homo podría haberse originado en África poco después, hace 2,8 millones de años., y disponemos de evidencias de la presencia de Homo erectus fuera de África hace 1,8 millones de años. en Georgia y Oriente Próximo, hace 1,7  en el norte de China y hace 1,5  en Java. 

El Homo erectus aparece en el registro fósil hace aproximadamente 2 millones de años, y fue la primera especie humana con unas proporciones corporales parecidas a las nuestras, entre 1,5 y 1,8 metros de altura, y unas piernas más largas y unos brazos más cortos que sus predecesores.

¿El consumo de carne realmente nos hizo humanos?

Algunos especialistas sostienen que los cambios anatómicos que caracterizan a los Homo erectus son el resultado de un cambio drástico en su dieta hacia una alimentación de mejor calidad, que proporcionaba más calorías, y que no podía lograrse sin cocinar los alimentos. Por lo tanto, las diferencias anatómicas con su predecesor Homo habilis se deberían al control del fuego. 

Y también apuntan que la dispersión temprana de Homo erectus fuera de África hacia latitudes más frías no habría sido posible sin el uso del fuego. 

Las evidencias tempranas de uso del fuego halladas hasta la fecha no son muy abundantes. Ello se debe a que los restos de fuego se preservan peor en el registro arqueológico que artefactos duros como las herramientas de piedra. En los yacimientos donde se ha documentado la presencia de fuego se encuentran fragmentos de huesos quemados, herramientas de piedra modificadas por el calor o fragmentos de arcilla cocida. También, los restos de brea que los neandertales utilizaban a modo de pegamento para fijar las puntas de herramientas de piedra a mangos de madera o hueso son una prueba del uso del fuego, esencial para obtener la brea calentando corteza de abedul a altas temperaturas durante horas.

En algunos casos puede ser difícil precisar si los restos proceden de un fuego intencionado o natural, mientras que en otros tanto el contexto como la evidencia no dan lugar a duda. Por ejemplo, la presencia de piedras delimitando una depresión circular en tierra con restos de material calcinado; un hogar a cuyo alrededor, hace decenas de miles de años, nuestros antepasados se calentaban, cocinaban, practicaban ritos y compartían historias y canciones.

Las pruebas más antiguas de control del fuego se encontraron a principios de los años setenta, en el yacimiento de Koobi Fora, al este del lago Turkana en Kenia, se encontraron pequeñas áreas de sedimento enrojecidas que los investigadores consideraron como evidencias de combustión. 

Desde entonces, otros yacimientos antiguos han proporcionado restos compatibles con un uso temprano del fuego por parte de Homo erectus. El sitio en Koobi Fora tiene una edad de 1,5 millones de años y estudios recientes han revelado nuevas pruebas que indicarían el uso del fuego en este nivel del yacimiento.

En Chesowanja, cerca del lago Baringo, también en Kenia, se encontraron fragmentos de arcilla roja endurecida por el calor en un yacimiento de 1,4 millones de años de antigüedad, donde también se localizaron herramientas de piedra olduvayenses.

En Sudáfrica, en la cueva de Swartkrans, a finales de los ochenta se encontraron fragmentos de hueso calcinados en un nivel del yacimiento con una antigüedad entre 1,5 y 1 m.a., algunos de ellos con marcas de corte. Se localizaron en distintas áreas de excavación, y los análisis químicos demostraron que habían sido calentados a más de 200 grados, una temperatura como la que se alcanza en las hogueras. 

También en Sudáfrica, en la cueva Wonderwerk, análisis micromorfológicos y con microespectroscopia de los sedimentos intactos de la cueva proporcionaron una de las evidencias inequívocas más tempranas del uso controlado de fuego, hace 1 millón de años, en forma de huesos quemados y restos de plantas incinerados. En ambos casos los restos se localizaron dentro de las cuevas, reforzando la idea de que se trataba de fuegos intencionados y no producidos por causas naturales.

En Oriente Próximo, uno de los mejores sitios que documentan el uso del fuego por parte de nuestros ancestros es el yacimiento al aire libre de Gesher Benot Ya’aqov, en Israel. En él se han identificado restos de madera quemada y de carbón asociados a fragmentos de herramientas de sílex con marcas de fuego, lo que indicarían la presencia de hogares, y restos de peces expuestos a bajas temperaturas, menos de 500 grados, lo que sugiere, junto con los datos arqueológicos, que los peces habían sido cocinados y consumidos en el lugar. Según los investigadores, sería la evidencia más temprana del uso del fuego para cocinar, con una antigüedad de 780.000 años antes del presente. Se desconoce qué especie o población humana habitaba en ese lugar.

En Asia, encontramos el yacimiento de Zoukoudian, en China, en el que está documentada la presencia de Homo erectus, restos conocidos como el ‘hombre de Pekín’, en un período comprendido entre 700.000 y 400.000 años antes del presente. Se han encontrado herramientas de piedra y restos de huesos calcinados y capas de cenizas que indicarían el control del fuego en este yacimiento.

En Europa, aunque está aceptado que los homininos empleaban el fuego de manera generalizada hace 350.000 años e incluso antes, uno de los yacimientos más antiguos donde se ha documentado de forma indiscutible su uso controlado es Valdocarros II, Arganda del Rey, donde hace 250.000 años unos ancestros humanos, que fabricaban hachas de mano de tipo achelense, utilizaron madera de pino en descomposición como combustible para encender el fuego de distintos hogares y, probablemente, cocinar carne de cérvidos o uros.

El fuego ha moldeado nuestra evolución. Su uso ha tenido repercusiones tanto biológicas como sociales y culturales. Una de las principales: el fuego transformó completamente la dieta de nuestros antepasados.

Cocinar los alimentos, sean carne o vegetales, los hace más digeribles y aumenta la cantidad de energía que nuestro cuerpo obtiene de ellos. Esta energía extra proporcionó a los primeros cocineros ventajas evolutivas para sobrevivir y reproducirse mejor que los homininos precedentes. Con ello, sus genes se extendieron y sus cuerpos se fueron transformando y adaptando a la nueva dieta para sacarle mayor provecho. La selección natural favoreció la reducción del tamaño del aparato digestivo, que podía digerir los alimentos cocinados con un menor coste energético. Las mandíbulas, dientes y los músculos para masticar también se tornaron más pequeños.

Y la mayor energía que se obtenía de los alimentos y que se liberaba de otros quehaceres, favoreció la evolución del cerebro, que a lo largo del Pleistoceno dobló su tamaño, de los 600 cm3 del Homo habilis a los más de 1.400 cm3 de sapiens y neandertales. La ‘hipótesis de la cocina’ indica que los humanos estamos adaptados a comer alimentos cocinados y que fue el uso del fuego y no solo el consumo de carne el factor clave en la evolución de los primeros Homo. Como afirma Wrangham, «somos los simios cocineros, las criaturas de las llamas».

Herramientas de sílex localizadas en la cantera de Evron,

Un yacimiento del Paleolítico Inferior, con una antigüedad entre 1 millón y 800.000 años, ubicado en Israel. Aunque no hay muestras visuales de uso de fuego, nuevas técnicas han determinado que fueron sometidas a altas temperaturas, lo que las convierte en una de las primeras muestras del uso del fuego por nuestros ancestros.

La identificación de la presencia de fuego en los yacimientos arqueológicos tempranos se basa en la detección de marcas de combustión en los restos de animales, plantas o herramientas encontrados. Se realizan análisis microscópicos de los sedimentos y se emplea la termoluminiscencia para poder estimar su antigüedad. Se estudian, por ejemplo, el tipo de carbón y de qué árboles o plantas procede, y los restos de moléculas orgánicas, como grasas, alteradas térmicamente que indicarían la presencia de madera, hueso o carne y las temperaturas que se alcanzaron, para determinar la función del fuego.

Sin estos rastros visibles, o detectables con los métodos empleados, no hay fuego, y es posible que se esté descartando su presencia en algunos yacimientos. En un estudio publicado en 2022, investigadores de Israel y Canadá desarrollaron técnicas de inteligencia artificial para poder detectar el uso del fuego en ausencia de marcas visuales claras en los materiales estudiados a partir de datos de espectrometría. 

Los científicos analizaron muestras de un yacimiento del Paleolítico Inferior en la cantera de Evron, con una antigüedad entre 1 millón y 800.000 años, y demostraron la presencia de restos de animales y herramientas de piedra quemadas. El yacimiento de la cantera de Evron es contemporáneo al de Gesher Benot Ya’aqov, también en Israel, donde está bien documentado el uso del fuego. La técnica desarrollada por este equipo podría ser usada en otros yacimientos del mismo período o incluso más antiguos en los que tampoco hay rastros visibles de fuego.

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