Han pasado siete millones de años, un último paso de los cuatro mil millones de años de la vida sobre el planeta que separan al gran simio, que estiraba sus largos brazos por entre las ramas de los bosques, del actual hombre civilizado.
Tras recorrer diversas líneas de evolución y extinción, la especie culminó en dos especies de gorilas, dos de chimpancés y una humana.
Reconstrucción de Lucy
Hace cuarenta años, a finales de noviembre de 1974, un equipo de investigadores estaba excavando un sitio remoto de la región de Afar, en Etiopía, y el paleoantropólogo Donald Johanson descubrió un pequeño trozo del hueso de un codo. Inmediatamente se dio cuenta de que era un ancestro humano. Cuando miré hacia mi izquierda vi pedacitos de un cráneo, un trozo de mandíbula y un par de vértebras.
El hallazgo del esqueleto representaba un hito porque los sedimentos de la zona tenían 3,2 millones de años de antigüedad. Me di cuenta de que era parte de un esqueleto de más de tres millones de años, explica el científico, era el homínido más antiguo que se había encontrado.
Más tarde también se supo que era el más completo pues el 40% del esqueleto se había preservado. Pasaron unos cuatro años hasta que Lucy fue descrita oficialmente, pertenecía a una nueva especie llamada Australopithecus afarensis y era uno de los fósiles más importantes nunca antes descubierto.
Aunque era una nueva especie, Lucy no fue el primer Australopithecus hallada, pues el niño de Taung, pertenecía un cráneo fosilizado de un joven que vivió hace cerca de 2,8 millones de años en Taung, en el sur de África.
Los primeros homínidos no necesitaron un cerebro más grande para alejarse evolutivamente de los simios. La potencia cerebral adicional llegó un millón de años más tarde con la aparición del Homo erectus.
Aunque el cerebro más grande sería importante más tarde, el caminar es uno de los rasgos que nos hacen exclusivamente humanos. Lucy pasaba tiempo en los árboles y puede que ello la impulsara a caminar como una forma de acercarse a las ramas que eran demasiado flexibles para subirse a ellas.
Se desconoce por qué Lucy dejó la seguridad de los árboles para desplazarse por el suelo, pudo haberlo hecho para buscar comida, pero se produjo un cambio en la dieta de los Australopitecinos. La dieta de varias especies, según evidencia hallada en restos preservados en dientes de homínidos, comenzó a expandirse hace 3,5 millones de años.
Además de frutas, comenzaron a comer pastos y juncos y, posiblemente, carne. Esto les pudo haber permitido viajar y moverse de forma más eficiente en un ambiente cambiante. Otras especies más tardías, como el Homo erectus, usaban herramientas simples, pero no se han encontrado herramientas tan antiguas.
En 2010, se hallaron huesos de animales con marcas que parecen haber sido hechas por herramientas de piedra. Esto podría indicar que Lucy y sus parientes empleaban herramientas de piedra para comer carne.
Según fósiles hallados en Hadar, Lucy parece haber vivido dentro de un grupo social pequeño, era pequeña en comparación con los hombres de su especie, pues los machos son más grandes en especies donde un macho controla a varias hembras. Esto ha llevado a pensar que su sociedad estaba dominada por hombres.
Parece que la infancia de Lucy fue más corta que la nuestra y que tuvo que valerse por sí misma desde pequeña, y sabemos que era adulta porque tenía muelas de juicio y sus huesos estaban fusionados.
Pero, a diferencia de los humanos modernos, parece haber crecido hasta alcanzar su tamaño muy rápido. Murió pronto y su cerebro alcanzó su tamaño final más rápido que el nuestro.
Lucy era algo a mitad de camino entre los simios y los humanos, y al parecer no nos remonta a nuestros ancestros comunes con el chimpancé como se pensaba.
Los últimos estudios genéticos indican que nos separamos de los chimpancés hace 13 millones de años. De ser así, Lucy llegó bastante tarde en la historia de la evolución humana.
Hubo muchas especies de homínidos tempranos de los que se han encontrado al menos 20, que vivieron codo a codo y probablemente se mezclaron.
Lo que no sabemos es cuáles dieron lugar al Homo sapiens y cuáles desde el punto de vista de la evolución, llegaron a un punto muerto.
La potencia cerebral adicional llegó hace apenas un millón de años más tarde con la aparición del Homo erectus.
El descubrimiento de Lucy marcó un punto de inflexión en nuestro entendimiento de la evolución humana. Incluso hoy, científicos continúan aprendiendo gracias a ella.
Gracias a todos estos descubrimientos sabemos ahora que el proceso evolutivo que culminó en nosotros no fue lineal, sino que hubo variaciones y experimentación en el camino y muchas especies acabaron extinguiéndose, como el hombre de Neanderthal.
Lucy, es el conjunto de fragmentos óseos pertenecientes al esqueleto de un homínido de la especie Australopithecus afarensis, de 3,5 a 3,2 millones de años de antigüedad, descubierto en Etiopía.
Se trata del 40 % del esqueleto de un ejemplar de alrededor de 1,10 metros de altura, de aproximadamente 27 kg de peso, de aproximadamente 20 años de edad, con las muelas del juicio estaban recién salidas.
Dotada de un cráneo comparable al de un chimpancé, Lucy andaba sobre sus miembros posteriores, signo formal de una evolución hacia la hominización. La capacidad bípeda de Lucy puede deducirse de la forma de su pelvis, así como de la articulación de la rodilla. La robustez de los brazos refuerza la idea de que pasaba una cantidad notable de tiempo usándolos para moverse por los árboles.
Lucy es el esqueleto más famoso del mundo, la abuela de la humanidad, y el hallazgo de sus 52 huesos, nos ha permitido conocer con más exactitud cómo era una de las especies clave que conectan a los primates con los hombres.
En el momento en que el equipo de paleontólogos descubrió el esqueleto estaban escuchando la canción de los Beatles, Lucy in the sky with diamonds que trata sobre una alucinación, de ahí su nombre.
Fósiles óseos, análisis de ADN, estudios sobre la orientación magnética de la arcilla en los sedimentos, huellas fosilizadas, elementos radiactivos y su datación, y e investigaciones del origen del hombre, van arrojando luz sobre lo que ocurrió hace miles y hasta millones de años.
Aquel ancestro nuestro, del que unos millones de años antes, se había desligado de sus antecesores para acabar confluyendo en los actuales orangutanes, sus genes y los nuestros coinciden en un 97%, dio pie a dos linajes evolutivos, que fueron a parar a los gorilas de hoy en día, nuestra coincidencia genética con ellos es de algo más del 98%, y a una vertiente común a nosotros y a los chimpancés y llegamos al máximo porcentaje de similitud con el genoma de otra especie, casi el 99%.
Nuestros parientes más cercanos, según este árbol genealógico, son los chimpancés, hecho que fue descubierto genéticamente en 1961. Según la región del genoma analizado, estamos más próximos a la especie del chimpancé común y a la del bonobo, qué a su vez, están más cerca de nosotros que del gorila.
Darwin fue el primero que situó la cuna geográfica de la humanidad en el continente africano, y no en Asia, como defendían sus colegas.
Su alimentación era frugívora y esporádicamente cazador de insectos para el aporte proteico, mientras que los gorilas, se alimentan de los tallos y partes verdes de las plantas.
Las manos tenían capacidad para agarrar objetos, sensibilidad en la yema de los dedos, y uñas planas, en vez de garras. Los ojos eran frontales, lo que les permitía calcular las distancias y tener una visión tridimensional.
Los colmillos se redujeron y al contrario de nuestros parientes primates, que poseen unos caninos más pronunciados, tanto para defenderse como para marcar una jerarquía dentro de los grupos.
Eran diurnos, no poseían visión nocturna, como nosotros o casi cualquiera de los otros primates, los chimpancés construían nidos en los árboles para pasar la noche.
Avanzando unos pocos millones de años más en el tiempo, nuestro ancestro fue adquiriendo ciertas transformaciones profundas que lo condujeron, hace unos cuatro millones de años, al Australopithecus, bípedo que había rediseñado al completo la ingeniería del cuerpo, como la aparición de las cuatro curvaturas de la columna vertebral, inexistentes en los cuadrúpedos, y los reajustes en piernas, cadera y pelvis, para equilibrar y soportar el cuerpo erguido.
Cráneo de Australopithecus africanus
El bipedismo, tan característico de nuestra especie, fue anterior al desarrollo del cerebro, y un proceso rápido, los científicos lo calculan a lo largo de unos doscientos mil años.
Los estudios realizados nos ilustran sobre unos posibles padres con su cría, una marca humana del arco plantar en la forma de la huella, el apoyo del pie en su borde externo y un dedo gordo ya no móvil, como así lo son en los simios parientes, y sobre el que se apoyaban para coger el impulso último y mayor, antes de elevarlo de nuevo hacia el siguiente paso.
Es posible que encuentren más fósiles. Pero, aunque no los encuentren, desde 1974 han aparecido muchos fósiles más completos y más antiguos que Lucy. Sin embargo, no hay duda de que Lucy ya tiene asegurado un lugar en la historia de la evolución humana