Grecia, Heterodoto y el Egipto faraónico

 

Se conoce como Jonia, a la región de la Grecia Asiática, situada en las costas septentrionales de la península de Anatolia, Asia Menor, y las islas más próximas a ella, en la zona comprendida entre Halicarnaso y Esmirna, durante los tiempos de la Antigua Grecia. Aunque se los conoce como jonios en su conjunto nunca se trató de una nación unificada.

La Segunda Guerra Médica llevó a los jonios a depender de Atenas, hasta que volvieron a ser conquistadas por Persia en la Guerra del Peloponeso y aunque Esparta los libera de nuevo, cambian otra vez de manos cuando se rubrica la Paz de Antálcidas, que cede su dominio a los persas. Esta situación política tan inestable terminó con la llegada del gran conquistador, Alejandro Magno el macedonio.

Si hay una característica que definió a los jonios, fue su pasión por el conocimiento y la ciencia, y por sus aportaciones a los campos de la astronomía, la geometría y las matemáticas. También destacaron en lo referente al comercio, siendo su máximo exponente la ciudad de Miletos, que fue un importante centro cultural. Esta ciudad fue cuna de mentes tan brillantes como la del filósofo Tales, el geógrafo Hecataeus, o los historiadores Anaximandro y Anaxímenes

Volviendo a las relaciones con  la milenaria civilización egipcia, estas tuvieron lugar en la literatura griega ya desde sus orígenes en la época arcaica, como vemos, en Homero. Sin embargo, será más tarde con el historiador Heródoto, cuando tenga lugar la primera difusión sistemática entre los griegos, de los logros del Antiguo Egipto.

Se sabe poco del griego que muchos consideran el padre de la historiografía, un título que se le aplica tras haber escrito su Historia, uno de los primeros textos griegos escritos en prosa, tras recorrer a lo largo de su vida amplias zonas del mundo conocido para investigar su pasado.

Cuando su tío, fue ejecutado por traición durante las Guerras Médicas, el joven historiador se vio obligado a huir de su Halicarnaso natal en busca de un refugio seguro. Era el siglo V a. C.

Las polis griegas estaban inmersas por aquél entonces en una cruenta guerra contra el Imperio Persa que se prolongaría durante años, hasta terminar con la victoria griega.Eran tiempos en los que viajar era peligroso. En las carreteras crecían los bandidos, los choques entre naciones volvían peligroso alejarse demasiado de la seguridad del hogar. Viajar era la salida de los desterrados y los desesperados.

Pero viajar tenía a favor que era barato, y que bastaba ofrecer tus manos a un labrador para que encontrases  el camino para obtener cobijo y alimento por una noche. Parece ser que este hombre  decidió que su caminar le llevaría al misterioso reino de Egipto. 

El país del Nilo ejercía una fascinación en los eruditos griegos por aquellos años, que acudían a beber de la sabiduría que manaban sus sacerdotes, aprender matemáticas y biología, y por lo tanto parecía un buen lugar donde cobijarse mientras terminaba la tormenta de la guerra.

Cuando  Heródoto  conoció Egipto,  sus costumbres, los imponentes edificios de piedra, sus momificaciones y la riqueza cultural que fluía por el caudal del Nilo, no tardaron en fascinarle y provocar en él un cambio de mentalidad, hacia  una curiosidad insaciable. Surgieron  preguntas de cómo momifican a sus muertos,  quién construyó este o aquél edificio, y  más allá de Egipto la tierra que queda tierra por descubrir. Preguntas y pasos se mezclaban en su camino.

Se respondía a las preguntas de los tipos de momificación que había,  por orden de quien se levantaron las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, y que más abajo de Egipto habitaban los etíopes, y rápidamente encontraba nuevos misterios por descifrar.

Su procedimiento era sencillo. Una pregunta, una respuesta, una duda, una palabra escrita. Y vuelta a empezar. Así trabajaba el primer viajero de la Historia y así lo han hecho millones tras de él.

En sus libros, Heródoto hacía varias referencias a lo que él llamó ‘baris’, un tipo de barco de carga de hace mas 2.500 años. No había pruebas más allá de sus textos, de que existieran dichas naves, pero un reciente descubrimiento ha conseguido dar validez científica a sus explicaciones.

Una investigación  permitió encontrar en 2003, un barco que debió ser hundido en la antigua ciudad portuaria de Thonis-Heracleion, cerca del delta del Nilo. El estudio de ese barco ha permitido comprobar que todo lo que Heródoto escribió hace 2.500 años no era más que el reflejo de lo que estaba viendo en directo con sus propios ojos. En los libros de su ‘Historia’, el historiador griego dice textualmente, “cortan tablas de dos codos de largo y las disponen como ladrillos, insertando las tablas en espigas fuertes y largas. Hay un timón que pasa a través de dos agujeros en la quilla y el mástil es de acacia, y las velas de papiro”. En ese relato, los dos codos equivalen a un metro y las espigas fuertes y largas se refieren a trozos de madera.

Los científicos han podido estudiar el 70 % del casco gracias al excepcional estado de conservación del barco, algo que parece increíble después de más de dos milenios y que se debe a la capa de arcilla que hay en el fondo del Nilo y que ha ayudado a preservarlo. Y lo han datado en el periodo que va entre el 664 y el 332 antes de Cristo. 

Movido por la curiosidad, conoció a sus gentes, a algunos sacerdotes, visitó sus ciudades y reunió un variado material que luego aprovecharía para escribir y  redactar  su célebre Historia, cuyo eje lo constituye el frecuente enfrentamiento entre Oriente y Occidente. Aunque simpatizaba con Atenas y reconoció su papel hegemónico en la lucha contra Persia, resulta evidente su admiración por la más avanzada cultura egipcia, y estudia con curiosidad las instituciones de los pueblos orientales y ve, en Egipto sobre todo, un modelo de sabiduría, la cuna de la religión griega.

Heródoto viajó por buena parte del mundo entonces conocido, Egipto, Asia Menor, Babilonia, Escitia y Magna Grecia. Este contacto directo con otras culturas así como su propia evolución intelectual le hicieron distanciarse de las concepciones y tópicos de sus conciudadanos.

Los egipcios fueron los primeros hombres que descubrieron el ciclo del año, dividiendo su duración, en doce partes, año solar de doce meses.  Decían también fueron los primeros en dedicar altares, estatuas y templos a los dioses y en esculpir relieves en piedra. Los dioses egipcios habrían sido adoptados más tarde por los griegos y en ellos estaría, según el historiador jonio, el origen de la religión griega. “Los nombres de casi todos los dioses han venido a Grecia procedentes también de Egipto “.

En cuanto a los avances técnicos empleados por los egipcios en la edificación de sus monumentos, Heródoto ofrece un ejemplo representativo, como es la construcción de la pirámide de Kéops mediante el uso de máquinas elevadoras de los sillares. En otra ocasión Heródoto habla en términos elogiosos de la sorprendente especialización que ya existía en la medicina del Antiguo Egipto, “ tienen especializada la medicina con arreglo al criterio de que cada médico lo es de una sola enfermedad y no de varias. Así, todo el país está lleno de médicos. Unos son médicos de los ojos, otros de la cabeza, otros de los dientes, otros de las enfermedades abdominales y otros de las de localización incierta ” .

Una de las claves de la popularidad de Heródoto y de su prolongada influencia literaria radica en el relato de las cosas admirables o maravillosas que había presenciado o que le habían contado. Este interés hacia lo exótico le llevó a prestar atención a las costumbres populares, subrayando sus diferencias respecto a las de otros pueblos y generalizando sus observaciones concretas de alguna zona o clase social haciéndolas extensivas al país del Nilo   en su conjunto. De este modo, por ejemplo, cuenta que los egipcios se afeitaban el cabello, vivían junto con los animales, no comían trigo, amasaban la harina con los pies, se circuncidaban y bebían cerveza en lugar de vino. Los tipos de embalsamamiento y la técnica tan elaborada de momificación no le pasaron desapercibidos a este viajero griego.

También centró su curiosidad  en la fauna del país que estaba detallada en la descripción del cocodrilo, del hipopótamo, el ave fénix y el ibis. Esta mezcla de exotismo y leyenda caló hondo en la imaginación popular griega e hizo de Egipto, gracias a la Historia de Heródoto, no sólo un paradigma de la civilización más antigua sino también un territorio de la fantasía, un país soñado.

 

Ángel Villazón es Ingeniero, escritor y periodista cultural, y ha escrito varios libros como son:

  • Goces y sufrimientos en el Medievo
  • Los enanos
  • Los tacos de huitlacoche
  • El sueño de un marino cántabro y el sueño de un orfebre andalusí
  • Senderos de Libertad

Unos son de narrativa histórica y otros imaginarios.También ha escrito relatos, artículos de pensamiento y artículos culturales a disposición de todo el mundo que visite su página web:

www.angelvillazon.com

Se pueden encontrar en e-book en internet, en la Casa del Libro y en Amazon y el Corte Ingles

Ángel Villazón Trabanco

Ingeniero Industrial

Dr. Administración y Dirección de Empresas

 

 

 

 

 

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