Los templos egipcios II

Templos egipcios

Fueron construidos para el culto oficial de los dioses y las conmemoraciones de los faraones del Antiguo Egipto en las regiones bajo su dominio. Eran los hogares donde vivían los dioses o faraones deificados y en ellos el clero realizaba celebraciones, rituales y ofrendas recreando pasajes mitológicos para protegerse de las fuerzas del caos. Estas celebraciones eran vistas como necesarias para que los dioses mantuvieran la Maat, el orden divino del universo.

Templos egipciosEl cuidado del hogar de los dioses era obligación de los faraones, que dedicaban gran cantidades de recursos para la construcción y el mantenimiento de los templos. Delegaban la mayoría de los rituales en una amplia casta sacerdotal, y la mayor parte del pueblo permanecía al margen de la participación directa en las ceremonias por tener prohibido el acceso a las zonas más sagradas de los templos. El templo era un importante centro religioso para todos los egipcios, que iban a rezar, realizar ofrendas y buscar la guía de los oráculos.

La parte más importante del templo era el naos o sancta sanctorum, que normalmente albergaba una imagen de culto, una estatua del dios. Las estancias que rodeaban el santuario crecieron en tamaño y lujo con el paso del tiempo, y así los templos pasaron de simples santuarios en el período predinástico, a fines del IV milenio a. C., a los enormes edificios de piedra del Imperio Nuevo, 1550-1070 a. C. y posteriores.

Los templos fueron, además de centros religiosos, importantes enclaves económicos. Los sacerdotes que se encargaban de estas poderosas instituciones gozaban de gran influencia en el gobierno de Egipto, y a pesar de su ostensible subordinación al faraón, a veces plantearon significativos desafíos a su autoridad. Los templos fueron centros clave de actividad económica y necesitaban enormes cantidades de recursos y empleaban decenas de miles de personas entre sacerdotes, artesanos y obreros.

La presencia de los dioses en el templo era un nexo de unión entre el mundo divino y el humano, y permitía a estos últimos relacionarse con ellos mediante diversos rituales que mantenían al dios y le permitían continuar con su papel en la naturaleza, de garantizar la maat, el orden ideal de la naturaleza y la sociedad humana según las creencias egipcias. El mantenimiento de esta maat era todo el objetivo de la religión egipcia y por lo tanto también de los templos.

Su funcionamiento económico era similar al de una gran casa egipcia, con sirvientes dedicados a la atención del dios, de la misma manera que lo harían con el dueño de una propiedad. Esta similitud se refleja en el término egipcio para las tierras de un templo y su administración, que viene a significar casa o bienes.

Gran parte del sustento económico del templo venía de sus propios recursos, especialmente de grandes extensiones de tierras situadas extramuros que incluso podían encontrarse a mucha distancia. La propiedad más valiosa era la tierra de cultivo, que producía grano, fruta o vino y mantenía al ganado. Los templos podían explotar directamente esas tierras, arrendarla a los agricultores por una parte de la producción o gestionarlas conjuntamente con la administración real. Los templos también enviaban expediciones al desierto, donde conseguían productos como sal, miel, animales de caza o minerales preciosos.

Por lo tanto, estos templos fueron importantes instrumentos con los que los faraones controlaron los recursos y los habitantes de su reino.

En el Período Predinástico, a fines del IV milenio antes de Cristo, los edificios se hacían con materiales perecederos como la madera, esteras de caña y adobe y a pesar de la modestia de estas antiguas construcciones, el arte egipcio posterior continuó usando y adaptando estos elementos.

Posteriormente, en el Período Arcaico, desde el año 3100-2686 a. C., los primeros faraones construyeron complejos funerarios en el centro religioso de Abidos siguiendo un patrón general único que era un recinto cuadrangular de adobe y montículo de tierra en su centro.

Después ya en el Imperio Antiguo, 2686-2181 a. C., los monumentos funerarios reales sufrieron una tremenda expansión, mientras que la mayoría de templos consagrados a las divinidades permanecieron relativamente modestos. Ello sugiere que la religión oficial en este período enfatizó el culto al faraón divino por encima del culto directo a los dioses. Los dioses estrechamente relacionados con el faraón, como Ra, recibían más donaciones reales que el culto a otras divinidades. Un ejemplo es el templo de Ra en Heliópolis. Mientras, los pequeños templos provincianos mantuvieron diversos estilos locales del período predinástico, sin influencias por parte de los lugares de culto real.

Los gobernantes del Imperio Medio, 2055-1650 a. C., que reunificaron el país tras su colapso, continuaron construyendo pirámides y complejos a ellas asociados. Los pocos restos que se conservan de los templos del Imperio Medio muestran que sus trazados se hicieron perfectamente simétricos y que en los templos dedicados a las divinidades se comenzó a hacer un uso mayor de la piedra. El patrón de templo con un santuario tras una sala de columnas aparece ya frecuentemente en este período, y a veces estos dos elementos estaban precedidos por patios abiertos, presagiando el diseño de templo estándar utilizado en etapas posteriores.

Durante el Imperio Nuevo, con mayor riqueza y poder, 1550-1070 a. C., Egipto destinó aún más recursos a sus templos, que se hicieron más grandes y complejos. Los cargos de sumos sacerdotes se convirtieron en permanentes en lugar de rotativos, y una vez más se hicieron con una importante parcela del poder en Egipto. Es posible que, con la expansión de la influencia de los templos, las celebraciones religiosas que hasta entonces habían sido públicas fueran absorbidas por los cada vez más importantes festivales rituales de los templos. El dios más importante de este período fue Amón y los sacerdotes de su principal centro de culto, el recinto de Amón-Ra, en Karnak, Tebas, alcanzó una enorme influencia política.

Muchos templos fueron entonces erigidos enteramente de piedra y su plan general estaba formado por un sancta sanctorum, salas, patios y accesos flanqueados por pilonos, todos orientados a lo largo de la ruta de las procesiones. Los faraones del Imperio Nuevo dejaron de erigir pirámides como monumentos funerarios en favor de tumbas alejadas de sus templos funerarios. Sin pirámides en torno a las que organizarse, los templos funerarios comenzaron a distribuirse según el mismo plan que los dedicados a los dioses.

A mediados del Imperio Nuevo, el faraón Akenatón convirtió al dios Atón en la única divinidad del culto oficial y abolió el culto a todas las demás deidades. Los templos tradicionales se descuidaron en favor de los nuevos, cuyo diseño y construcción difería notablemente. Pero esta revolución religiosa de Akenatón fue abolida poco después de su muerte, los templos tradicionales reinstaurados y los dedicados a Atón desmantelados. Los faraones posteriores dedicaron aún más recursos a los templos, particularmente Ramsés II, el más prolífico constructor de monumentos de toda la historia egipcia. La influencia religiosa de la casta sacerdotal aumentó a la par que su riqueza y los oráculos de los templos, controlados por los sacerdotes, fueron un recurso cada vez más popular para tomar decisiones. El poder faraónico se desvaneció y en el siglo XI a. C. los sumos sacerdotes de Amón fueron capaces de tomar el control de todo el Alto Egipto, dando así inicio a la fragmentación política denominada Tercer Período Intermedio 1070-664 a. C.

Con el derrumbamiento del Imperio Nuevo cesó para siempre la construcción de templos funerarios. Sin embargo, algunos gobernantes del tercer período intermedio, como los de Tanis, fueron enterrados dentro de los templos divinos, continuando así la estrecha relación entre templo y tumba.

En el Período Tardío, 664-323 a. C. el debilitado estado egipcio quedó a merced de varias potencias extranjeras, experimentando solo períodos ocasionales de independencia.

Tras la conquista por parte de Roma del reino ptolemaico en el año 30 a. C., los emperadores romanos asumieron el rol de gobernantes y patrones de los templos. Los fondos otorgados por Augusto y los emperadores del siglo I d. C. fueron disminuyendo hacia el siglo III d. C. debido a las penurias económicas del imperio, cuando ya algunos grandes templos estaban en estado de progresiva ruina. A pesar de ello, la construcción de templos continuó hasta el siglo IV d. C., cuando el ascenso de los emperadores romanos cristianos llevó a que los templos perdieran su tradicional apoyo económico estatal, sus tesoros disminuyeran y los ingresos se destinaran a la creación de iglesias. En el 391 d. C. todos los cultos paganos fueron prohibidos por Teodosio I, y ese mismo año el Serapeum de Alejandría, fue destruido por los cristianos. Los ataques a los paganos y sus templos se extendieron por todo Egipto y, en el año 550 d. C., Filé, el último gran templo en funcionamiento que restaba en el país del Nilo, fue cerrado.

Las salas hipóstilas, estancias cubiertas y repletas de columnas, aparecen en los templos a lo largo de toda la historia de Egipto. Durante el Imperio Nuevo, se situaban normalmente enfrente de la zona del santuario. Estas salas eran menos restringidas que las cámaras interiores y se abrían a los laicos en determinadas ocasiones. Estaban en penumbra, no tan oscuras como el santuario y las salas del Imperio Nuevo contaban con altos pasajes centrales sobre la ruta procesional para que un claristorio proporcionara luz tenue. El epítome de esta tipología es la gran sala hipóstila de Karnak, cuyas enormes columnas tienen 21 metros de altura. En períodos tardíos los egipcios prefirieron un tipo diferente, con un muro bajo para tapar la luz Las salas en penumbra, cuyas columnas suelen imitar plantas como el loto y el papiro, eran símbolos del mitológico mundo pantanoso que rodeaba el túmulo ancestral de la creación. Las columnas también podían ser vistas como los pilares que sostenían el cielo en la cosmología egipcia.

La arquitectura de los templos estaba profusamente decorada con relieves y esculturas, todos con significado religioso, pues los egipcios creían que los dioses estaban presentes en sus imágenes, inundando el templo con su poder sagrado, los símbolos de lugares de Egipto. Las imágenes realzaban el efecto mágico de los rituales y lo perpetuaban incluso tras su realización.

La escultura del templo incluía obeliscos, altos y apuntados pilares de sección cuadrada que alcanzaban hasta 32 metros de altura y se asociaban con el sol en la iconografía egipcia.

Un templo necesitaba mucha gente para realizar los rituales y tareas auxiliares y los sacerdotes se encargaban de las funciones rituales, pero en la ideología religiosa egipcia eran mucho menos importantes que el faraón. En los imperios Antiguo y Medio la mayoría de los sacerdotes eran funcionarios del gobierno que dejaban sus tareas durante una parte del año para servir por turnos en los templos.

Una vez que el sacerdocio se hizo más profesional, el faraón usaba su poder solo para nombrar a los sacerdotes de más alto rango, por lo general para recompensar a sus funcionarios favoritos con un trabajo o para intervenir por razones políticas en los asuntos de un importante culto. Ser sacerdote era sumamente lucrativo, por lo que eran cargos ocupados solo por los miembros más ricos e influyentes de la sociedad, aunque esto dejó de ser así cuando las autoridades romanas redujeron los recursos de los templos.

Algunos templos tenían animales sagrados que se creía que eran manifestaciones del ba del dios, de la misma manera que este se manifestaba en sus imágenes de culto. Estos animales eran mantenidos en el templo y adorados por un tiempo variable que podía ser un año o toda la vida del animal. Al final de este tiempo eran reemplazados por un nuevo animal de la misma especie, seleccionado por un oráculo divino o sobre la base de unas marcas específicas, que se suponía indicaban su naturaleza divina.

A pesar de estar excluidos de los rituales dentro de los templos, el pueblo buscaba interactuar con los dioses. A pesar de no poder participar directamente en la veneración de las imágenes oficiales de culto, el pueblo trataban de transmitirle sus plegarias. A veces entregaban sus mensajes a los sacerdotes del templo para que estos se los hicieran llegar al dios. Los patios, las puertas y las salas hipóstilas pudieron tener espacios destinados a la oración pública. Otras veces los ciudadanos dirigían sus plegarias a las colosales estatuas reales, que creían que actuaban como intermediarios divinos.

Los egipcios también interactuaban con las divinidades mediante las ofrendas, que podían ser desde simples piezas de joyería a grandes y finamente talladas estatuas y estelas. Entre las donaciones se encontraban estatuas que se colocaban en los patios del templo para servir como memoriales a los donantes tras su muerte, y que también recibían las ofrendas destinadas al sustento de su espíritu. A lo largo de los siglos se acumularon muchas estatuas en los templos, por lo que los sacerdotes se deshacían de ellas enterrándolas bajo el suelo.

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