Pirámides de Teotihuacán – VI

La ciudad de Teotihuacán fue concebida en base al orden y la regularidad y se encuentra alineada con los movimientos de las estrellas en relación con las montañas cercanas, para favorecer la contemplación de los solsticios de verano e invierno.

 Todo el proyecto está atravesado por una gran vía pública, llamada por los aztecas «avenida de los muertos», pues creían que allí estaban las tumbas de los reyes, y llevó cientos de años construir la ciudad, pirámides y viviendas, que albergaron alrededor de 200 mil teotihuacanos.

La ciudad tiene dos ejes fundamentales, un eje norte-sur, representado por la calzada de los muertos, y el eje este-oeste, antes constituido por el río San Juan, que fue desviado deliberadamente para coincidir con el sur del este.

La pirámide del Sol y la ciudadela señalan la salida y puesta del sol respectivamente, en ciertas épocas del año servía de orientación para las actividades agrícolas. La ciudadela tiene un conjunto de 13 templos alrededor de una plaza donde está la pirámide de la Serpiente Emplumada

A partir de los vestigios hallados por los arqueólogos, es posible comprender algunos rasgos de esta cultura, como  que el grupo social prevalecía sobre el individuo. Eran anti individualistas, lo que explica su planificación urbana, que contempla edificios de culto y de gobierno y zonas habitacionales, para la élite sacerdotal  y para los demás pobladores del lugar.

Dentro de los grupos sociales los soldados gozaban de gran prestigio, pues expresaban claramente el valor comunitario de los teotihuacanos, ya que se sacrifican a sí mismos por la comunidad. Eran respetados a diferencia del gobernante, al que no se le rendía culto, pues para los teotihuacanos, los gobernantes no eran dioses, ni seres especiales.

Algunos investigadores creen que esto explica su rechazo a la escritura pues se entiende que Teotihuacán rechazó la posibilidad de escribir durante su dominio, pero tuvo que comerciar con los mayas, que sí tenían escritura. No adoptaron el sistema de escritura porque querían diferenciarse de los vecinos que registraban la vida de sus líderes por escrito. Para la élite teotihuacana, existía solo una meta, más pragmática que trascendental que era mejorar la calidad de vida de la gente corriente.

Los teotihuacanos tenían una obsesión con los malos augurios, pues creían que la vida era robada a los dioses. De aquí surgió la creencia de que debían contentarlos, devolviéndoles los huesos que les habían sido robados. Ese sería el papel de los sacrificios practicados, teoría confirmada por el hallazgo de cadáveres bajo las pirámides.

Creían que la madre naturaleza debía ser respetada, pues la consideraban una madre. Por eso, con el paso de los siglos y ante los fenómenos naturales que les llegaron a afectar, atribuyeron sus males a la edificación de los monumentos, ya que, para hacerlos, debieron talarse grandes áreas boscosas.

La utopía de la ciudad perfecta implicaba sacrificar la naturaleza, razón por la cual, hacia el final de su dominio, los pobladores de Teotihuacán se rebelaron contra esto y quemaron los edificios, intentando destruirlos.

Gran parte de la información que se tiene acerca de Teotihuacán proviene curiosamente de los mexicas o aztecas, que le dieron el hombre de «Ciudad de los Dioses o Lugar donde se hicieron los dioses» cuando ocuparon la zona y asistieron al inmenso esfuerzo que había requerido crear la ciudad.

Después de numerosos estudios y excavaciones Teotihuacán sigue conservando una aureola de misterio, y hay muchos huecos oscuros que poco a poco se van aclarando con las recientes tareas arqueológicas que se desarrollan en el subsuelo.

Abandonada en el siglo VII, poco se conoce del origen étnico y lingüístico de los denominados «teotihuacanos», cuya obra deslumbró a los aztecas, el pueblo guerrero que se consolidó en el lo que hoy es el centro de la República Mexicana.

El fin de la civilización teotihuacana tiene las mismas lagunas que su creación. Y se piensa que los signos de violencia pueden ser el resultado de revueltas cuyo origen pudo estar en la quiebre de la economía y los cambios climáticos. Una hipótesis viene de la idea de que el mantenimiento de los edificios, recubiertos en cal, requería para su producción combustible de madera. Por ello, la deforestación del entorno pudo conducir a problemas de subsistencia agrícola, y así rota la cadena económica, supuso el declive de la civilización teotihuacana.

Detalle decorativo de la ciudadela de Teotihuacán.

En 2014 uno de los trabajos de excavación en el yacimiento de Teotihuacán, comenzado en 2003, descubrió un corredor en el subsuelo del templo de Quetzalcoatl, y sacó a la luz piezas de gran valor arqueológico. Piedras preciosas, utensilios, pelotas de hule características del juego ceremonial, caracolas labradas y portadas desde la costa del Golfo de México, figuras de barro y madera y  en definitiva un ajuar que llega a las 60 mil piezas, y que puede considerarse un tesoro arqueológico.

Abierto 1.800 años después de que fuese cerrado, el descubrimiento fue posible gracias a las lluvias que azotaron Teotihuacán en 2003 de forma torrencial y que dejaron al descubierto de forma casual un hueco cerca del Templo de la Serpiente Emplumada, que resultó ser un acceso al túnel ceremonial. Con la ayuda de robots confeccionados a medida, se inició una exploración que ha supuesto uno de los descubrimientos más importantes del yacimiento.

La excavación del túnel a unos 20 metros bajo la pirámide ha confirmado la teoría de que en la gruta, los teotihuacanos recrearon el inframundo, como núcleo de la creación de sus dioses. Las paredes del túnel han aparecido decoradas con minerales, y la cantidad y riqueza de las ofrendas parece confirmar que sirvió de lugar de enterramiento de los gobernantes.

El misterio comienza desde el nombre, nadie sabe cómo se llamaba realmente el pueblo autor de las pirámides del Sol y la Luna, pues Teotihuacán fue el nombre que le pusieron los aztecas cuando descubrieron la majestuosa ciudad en el siglo XIV, ya en ruinas. Para los aztecas, la palabra Teotihuacán quería decir algo así como casa de los dioses o lugar donde se hacen los dioses.

La ciudad teotihuacana, situada al noroeste de Ciudad de México, habría comenzado unos 100 años a.C. y habría alcanzado su decadencia hacia el año 650 d.C. Así, sus dominios se habrían extendido por 700 años aproximadamente, pero cuando los aztecas descubrieron el asentamiento, solo quedaban aquellas magníficas estructuras.

La cultura responsable por la maravilla urbana y arquitectónica de Teotihuacán no dejó rastros de escritura. Por esta y otras razones, no se sabe mucho sobre quiénes eran, cuál era su lengua o su origen.

Se presume que los teotihuacanos provenían del valle de Anáhuac y de un grupo importante proveniente de Cuicuilco, una ciudad situada a 35 km de Teotihuacán. Cuicuilco fue un centro religioso importante, pero tras la erupción de un volcán, sus pobladores se vieron forzados a desplazarse. Se cree que una parte de esos habitantes logró huir hacia Teotihuacán, símbolo de un nuevo pacto con los dioses.

Vista general de Teotihuacán

Teotihuacán, ciudad prehispánica situada en México, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1987, vivió su punto álgido entre el 250 y 500 d.C., con una población que pudo alcanzar los 150 mil habitantes en un entramado urbano que pudo llegar a los 20 km cuadrados, el recinto arqueológico que visitamos actualmente cuenta con sólo 2 km cuadrados.

 

Ángel Villazón Trabanco

Dr. en Dirección y Administración de Empresas

 

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