Pintura italiana del Renacimiento – Rafael Sancio
Autorretrato
Fue un pintor y arquitecto italiano que por su clasicismo equilibrado y sereno, basado en la perfección de la luz, la armonía en la composición y el dominio de la perspectiva, constituye una gran realización de los ideales estéticos del Renacimiento.
Nació en Urbino en 1438, fue uno de los más grandes artistas del alto renacimiento italiano, y uno de los pilares del Cinquecento, siendo uno de los genios indiscutibles de la pintura de todos los tiempos por la perfección de sus trabajos.
Desde temprana edad fue un niño prodigio. Muy pronto superó a todos sus maestros y a los 25 años ya estaba pintando en las Estancias Vaticanas, donde pintó frescos como La escuela de Atenas.
Rafael no maduró como artista hasta pasar por Florencia, donde residió a inicios del siglo XVI. Se convirtió en el ejemplo más admirado del Clasicismo del Cinquecento: armonía, belleza ideal, claridad compositiva definen sus obras. A pesar de su corta vida – murió a los 37 años en Roma, realizó una obra muy extensa.
Dominaba el dibujo y el color, y como retratista fue un maestro. Entre sus obras destacan los frescos que pintó para diversas estancias vaticanas: “La escuela de Atenas”, “el incendio del Vorgo”, “el Parnaso” y “La disputa del Sacramento”.
Socialmente fue muy querido, regalaba a menudo sus dibujos para ayudar a pintores en apuros económicos y contrataba a cientos de ellos para su taller, dándoles él mismo clases de pintura. Se cuenta que las mujeres de la época lo tenían como un semi-dios, todo un atleta sexual.
Su padre lo introdujo pronto en las ideas filosóficas de la época y en el arte de la pintura, pero falleció cuando Rafael contaba once años y para ganarse la vida, a los diecisiete años trabajaba ya como artista independiente.
No se conoce con exactitud qué tipo de relación mantuvo Rafael con Perugino, si fue discípulo, o socio y colaborador. Lo cierto es que superó rápidamente a este, como se desprende de la comparación de sus Desposorios de la Virgen con los de este último. Desde 1504 hasta 1508 trabajó fundamentalmente en Florencia, en donde recibió la influencia del arte de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel.
De entre sus obras de este período, El sueño del caballero, Las tres Gracias, las más celebradas son sus variaciones sobre el tema de la Virgen María y la Sagrada Familia. Los personajes sagrados, dotados de cautivadores toques de gracia, nobleza y ternura, están situados en un marco de paisajes sencillos y tranquilos, intemporales. En estas telas, Rafael da muestras de su inigualable talento para traducir a un lenguaje sencillo y asequible los temas religiosos. Su maestría en la composición y la expresión y la característica serenidad de su arte se despliegan ya en plenitud en la Madona del gran duque, La bella jardinera o La Madona del jilguero, entre otras obras.
La bella jardinera, 1507
En 1508, el papa Julio II lo llamó a Roma para que decorara sus aposentos en el Vaticano. Aunque contaba sólo veinticinco años, era ya un pintor de enorme reputación. En las habitaciones de Julio II, conocidas en la actualidad como Estancias del Vaticano, Rafael pintó uno de los ciclos de frescos más famosos de la historia de la pintura.
Entre 1509 y 1511 decoró la Estancia de la Signatura, donde pintó las figuras de la Teología, la Filosofía, la Poesía y la Justicia en los cuatro medallones de la bóveda, para desarrollar de forma alegórica estos mismos temas en cinco grandes composiciones sobre las paredes: El triunfo de la Eucaristía, La escuela de Atenas, El Parnaso, Gregorio IX promulgando las Decretales y Triboniano remitiendo las pandectas a Justiniano, estas dos últimas alusivas a la justicia.
La escuela de Atenas ,1511
En la Estancia de Heliodoro, decorada a partir de 1511, Rafael desarrolló cuatro temas históricos, acentuando en cada uno de ellos un rasgo plástico determinado, el claroscuro en La liberación de San Pedro, la riqueza del colorido en la Misa de Bolsena, etc. En la estancia del Incendio del Borgo 1514 predomina la aportación de los discípulos sobre la del maestro, lo mismo que en la Estancia de Constantino, donde sólo la concepción del conjunto corresponde a Rafael.
El pintor simultaneó la decoración de las Estancias del Vaticano con la realización de otras obras, como los frescos de El triunfo de Galatea. Los retratos romanos, superan en veracidad y penetración psicológica a los florentinos. En ambos casos, el dibujo es de una calidad inigualable y el colorido, discreto, servidor de la forma.
A partir de 1518, Rafael se ocupó de la decoración de las Logias del Vaticano con pequeñas escenas del Antiguo Testamento envueltas en paneles de grutescos. La Transfiguración, última obra del artista, es considerada por algunos el compendio perfecto de su arte. Sus trabajos arquitectónicos, de menor importancia que los pictóricos, incluyeron la dirección de las obras de San Pedro del Vaticano.
La escuela de Atenas es una obra de su etapa romana que se conserva en el Vaticano ya que fue el propio Papa el que le encargó la realización de este mural y de otros tres más en las estancias vaticanas. El marco arquitectónico, claramente renacentista y con reminiscencias grecorromanas, es monumental. Representa un templo imaginario y simbólico de la sabiduría, con los personajes que aparecen son científicos desde la Antigüedad hasta su época, apareciendo Platón, Aristóteles, etc., pero pintados con rostros contemporáneos e individualizados. Rafael quería representar las dos tendencias filosóficas opuestas, la platónica y la aristotélica. Los rostros son individualizados pero serenos, bellos y clásicos. Los gestos son variados, el color armónico y el dibujo y la anatomía perfecta.
Con el Incendio del Borgo, mural de las estancias vaticanas, Rafael empieza a decantarse por un cierto Manierismo. Rompe el equilibrio armónico entre el fondo y la forma ya que emplea técnicas manieristas, como cuerpos alargados y tamaño reducidos de la cabeza.
Autorretrato
Fue un pintor y arquitecto italiano que por su clasicismo equilibrado y sereno, basado en la perfección de la luz, la armonía en la composición y el dominio de la perspectiva, constituye una gran realización de los ideales estéticos del Renacimiento.
Nació en Urbino en 1438, fue uno de los más grandes artistas del alto renacimiento italiano, y uno de los pilares del Cinquecento, siendo uno de los genios indiscutibles de la pintura de todos los tiempos por la perfección de sus trabajos.
Desde temprana edad fue un niño prodigio. Muy pronto superó a todos sus maestros y a los 25 años ya estaba pintando en las Estancias Vaticanas, donde pintó frescos como La escuela de Atenas.
Rafael no maduró como artista hasta pasar por Florencia, donde residió a inicios del siglo XVI. Se convirtió en el ejemplo más admirado del Clasicismo del Cinquecento: armonía, belleza ideal, claridad compositiva definen sus obras. A pesar de su corta vida – murió a los 37 años en Roma, realizó una obra muy extensa.
Dominaba el dibujo y el color, y como retratista fue un maestro. Entre sus obras destacan los frescos que pintó para diversas estancias vaticanas: “La escuela de Atenas”, “el incendio del Vorgo”, “el Parnaso” y “La disputa del Sacramento”.
Socialmente fue muy querido, regalaba a menudo sus dibujos para ayudar a pintores en apuros económicos y contrataba a cientos de ellos para su taller, dándoles él mismo clases de pintura. Se cuenta que las mujeres de la época lo tenían como un semi-dios, todo un atleta sexual.
Su padre lo introdujo pronto en las ideas filosóficas de la época y en el arte de la pintura, pero falleció cuando Rafael contaba once años y para ganarse la vida, a los diecisiete años trabajaba ya como artista independiente.
No se conoce con exactitud qué tipo de relación mantuvo Rafael con Perugino, si fue discípulo, o socio y colaborador. Lo cierto es que superó rápidamente a este, como se desprende de la comparación de sus Desposorios de la Virgen con los de este último. Desde 1504 hasta 1508 trabajó fundamentalmente en Florencia, en donde recibió la influencia del arte de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel.
De entre sus obras de este período, El sueño del caballero, Las tres Gracias, las más celebradas son sus variaciones sobre el tema de la Virgen María y la Sagrada Familia. Los personajes sagrados, dotados de cautivadores toques de gracia, nobleza y ternura, están situados en un marco de paisajes sencillos y tranquilos, intemporales. En estas telas, Rafael da muestras de su inigualable talento para traducir a un lenguaje sencillo y asequible los temas religiosos. Su maestría en la composición y la expresión y la característica serenidad de su arte se despliegan ya en plenitud en la Madona del gran duque, La bella jardinera o La Madona del jilguero, entre otras obras.
La bella jardinera, 1507
En 1508, el papa Julio II lo llamó a Roma para que decorara sus aposentos en el Vaticano. Aunque contaba sólo veinticinco años, era ya un pintor de enorme reputación. En las habitaciones de Julio II, conocidas en la actualidad como Estancias del Vaticano, Rafael pintó uno de los ciclos de frescos más famosos de la historia de la pintura.
Entre 1509 y 1511 decoró la Estancia de la Signatura, donde pintó las figuras de la Teología, la Filosofía, la Poesía y la Justicia en los cuatro medallones de la bóveda, para desarrollar de forma alegórica estos mismos temas en cinco grandes composiciones sobre las paredes: El triunfo de la Eucaristía, La escuela de Atenas, El Parnaso, Gregorio IX promulgando las Decretales y Triboniano remitiendo las pandectas a Justiniano, estas dos últimas alusivas a la justicia.
La escuela de Atenas ,1511
En la Estancia de Heliodoro, decorada a partir de 1511, Rafael desarrolló cuatro temas históricos, acentuando en cada uno de ellos un rasgo plástico determinado, el claroscuro en La liberación de San Pedro, la riqueza del colorido en la Misa de Bolsena, etc. En la estancia del Incendio del Borgo 1514 predomina la aportación de los discípulos sobre la del maestro, lo mismo que en la Estancia de Constantino, donde sólo la concepción del conjunto corresponde a Rafael.
El pintor simultaneó la decoración de las Estancias del Vaticano con la realización de otras obras, como los frescos de El triunfo de Galatea. Los retratos romanos, superan en veracidad y penetración psicológica a los florentinos. En ambos casos, el dibujo es de una calidad inigualable y el colorido, discreto, servidor de la forma.
A partir de 1518, Rafael se ocupó de la decoración de las Logias del Vaticano con pequeñas escenas del Antiguo Testamento envueltas en paneles de grutescos. La Transfiguración, última obra del artista, es considerada por algunos el compendio perfecto de su arte. Sus trabajos arquitectónicos, de menor importancia que los pictóricos, incluyeron la dirección de las obras de San Pedro del Vaticano.
La escuela de Atenas es una obra de su etapa romana que se conserva en el Vaticano ya que fue el propio Papa el que le encargó la realización de este mural y de otros tres más en las estancias vaticanas. El marco arquitectónico, claramente renacentista y con reminiscencias grecorromanas, es monumental. Representa un templo imaginario y simbólico de la sabiduría, con los personajes que aparecen son científicos desde la Antigüedad hasta su época, apareciendo Platón, Aristóteles, etc., pero pintados con rostros contemporáneos e individualizados. Rafael quería representar las dos tendencias filosóficas opuestas, la platónica y la aristotélica. Los rostros son individualizados pero serenos, bellos y clásicos. Los gestos son variados, el color armónico y el dibujo y la anatomía perfecta.
Con el Incendio del Borgo, mural de las estancias vaticanas, Rafael empieza a decantarse por un cierto Manierismo. Rompe el equilibrio armónico entre el fondo y la forma ya que emplea técnicas manieristas, como cuerpos alargados y tamaño reducidos de la cabeza.