Giotto di Bondone fue un pintor, muralista, escultor y arquitecto florentino de la Baja Edad Media, un autor del Trecento, considerado uno de los iniciadores del movimiento renacentista en Italia. Su obra tuvo una influencia determinante en los movimientos pictóricos posteriores.
En una época aún dominada por la estética medieval, Giotto di Bondone anticipó algunas de las características de la pintura renacentista y abrió la puerta a un nuevo estilo que cambiaría la historia del arte.
El banquero y cronista Giovanni Villani, lo describió como «el maestro de pintura más soberano de su tiempo, el que dibujó todas sus figuras y sus posturas de acuerdo con la naturaleza» y reconoció públicamente su talento y excelencia.
Fue discípulo del pintor florentino Cimabue, el artista más conocido de su época. Vasari cuenta qué estando el niño al cuidado de unas ovejas, mataba el tiempo dibujando a una de ellas sobre una piedra plana con una tiza. Acertó a pasar por allí Cimabue, quien, impresionado por el talento natural de Giotto, que había dibujado una oveja que parecía viva, le acompañó hasta su cabaña y consiguió convencer al padre de que le dejara hacer del muchacho su aprendiz.
Vasari refiere que Giotto era un aprendiz divertido y bromista, y que que en una ocasión pintó una mosca en la nariz de un retrato, que Cimabue intentó espantar con la mano, antes de darse cuenta de que estaba pintada. Esta anécdota presagiaba ya la técnica característica de Giotto, que le capacitaba para pintar figuras casi reales.
Escenas de la vida de San Francisco, en Asís. La expulsión de los diablos de Arezzo.
Cuando contaba con treinta años, su fama había trascendido las fronteras de Florencia y se extendía ya por toda Italia, e incluso el papa Bonifacio VIII envió un mensajero para pedirle una muestra de su arte, con la intención de ver si el renombrado pintor era digno de recibir propuestas para trabajar en Roma.
Provisto de un talento natural y de las enseñanzas de Cimabue, Giotto comenzó pronto a ocuparse de encargos de terceros, principalmente trabajos religiosos. Así, se le atribuyen la continuación en la Basílica de San Francisco de Asís, de la parte alta de las paredes del templo a partir de las historias de Isaac, realizado posiblemente en el último lustro del siglo xiii, donde desarrolla temas bíblicos.
Más adelante, una serie de frescos fue probablemente ejecutada por Giotto en su totalidad sobre la vida de San Francisco de Asís y también se le pidió que pintara los frescos de la Capilla de los Scrovegni, en Padua.
Los viajes de Giotto se sucedieron por toda Italia, siendo llamado por órdenes religiosas, nobles o incluso por el papa. En 1313 fue llamado por Benedicto IX para hacer varios trabajos dentro de la primitiva basílica de San Pedro.
Además tras este importante encargo recorrería las cortes de Italia, e incluso en Aviñón, acompaña al papa Clemente V donde pintará numerosas obras y hará que estas se proyecten al resto de Europa.
Vasari, como pintor y arquitecto renacentista, tenía motivos para estarle agradecido. Giotto era el primero cuya obra anuncia la llegada de un nuevo estilo artístico, y se separa del estático arte medieval para crear las escenas dinámicas y narrativas que caracterizarán el Renacimiento italiano.
Se tienen noticias fiables de él hasta finales del siglo XIII, cuando ya rondaba los treinta años y era un maestro famoso con su propio taller y aprendices. Vasari nos ofrece bastantes detalles de su juventud que ayudan a reconstruir la historia y sobre todo su carácter, aunque muchos no son del todo fiables, teniendo en cuenta que les separaban más de dos siglos. En muchos casos se basa en fuentes anteriores, en Lorenzo Ghiberti, artista que vivió pocas décadas después de la muerte de Giotto.
La Capilla de los Scrovegni. Joya artística de Padua.
Aunque es difícil establecer la paternidad de las primeras pinturas de Giotto, la «Madonna di San Giorgio alla Costa», es considerada por muchos la primera obra atribuible al pintor. En ella aún se puede apreciar un estilo claramente medieval. Actualmente se exhibe en el Museo de la Opera del Duomo, en Florencia.
Los primeros documentos con el nombre de Giotto proceden de los primeros años del siglo XIV. Por ellos sabemos que entonces ya estaba al cargo de su taller y se le habían comisionado varias obras. El catastro también revela que tenía varias propiedades en Florencia, por lo que se puede deducir que ya gozaba de una fama importante y mucho trabajo. La mayoría de sus trabajos en aquella época son pinturas y frescos para lugares de culto en la Toscana y Umbría, aunque algunas fuentes hablan de un periodo en Roma al servicio del papa Bonifacio VIII, tiempo durante el cual habría tenido ocasión de estudiar de primera mano las obras de arte de la antigüedad clásica.
La temática religiosa era el principal motivo pictórico en aquella época. El arte estaba muy influenciado por la rígida estética bizantina y precisamente el gran logro de Giotto fue romper ese esquema y dotar a sus cuadros de un gran dinamismo, que podría haber sido inspirado por las estatuas romanas que pudo admirar en la ciudad de los papas. Innovó con la perspectiva, los claroscuros y la representación de detalles como las arrugas en la piel y en la ropa, técnicas fundamentales en la pintura renacentista, aunque ese término todavía no se hubiera acuñado.
El mayor logro estilístico de Giotto fue el de crear, con sus escenas, historias contadas con la pintura y no simples imágenes estáticas.
El dinamismo de sus composiciones y personajes y su uso de la perspectiva, son la clave del mayor logro estilístico de Giotto: crear, con sus escenas, historias contadas con la pintura y no simples imágenes estáticas.
Otro acierto es el de integrar sus conocimientos de arquitectura en su trabajo, pues se encargaba él mismo del diseño de los espacios en los que debía pintar, disponiéndolos de modo que las paredes y techos formaran lienzos del número y tamaño adecuados que necesitaba para contar la historia que tenía pensada.
Un magnífico ejemplo de esto, además de una de sus obras mejor conservadas, es el ciclo de frescos que decoran la Capilla de los Scrovegni en Padua. Narra una serie de historias bíblicas que, forman un conjunto armonioso, y en el que se puede apreciar otra de las características de Giotto, su cuidado por representar los edificios de forma realista y proporcionada, integrándolos en la historia en vez de usarlos como un mero telón de fondo.
Como arquitecto diseñó el campanario para la nueva catedral de Florencia, reflejo de la última parte de su carrera. En abril de 1334 el ayuntamiento de la ciudad lo nombró superintendente de obras públicas y maestro de obras de santa reparata, lo que hoy se conoce como plaza del duomo, donde desde hacía 35 años se trabajaba en la construcción de la catedral de Santa María del Fiore y de su campanario.
Giotto tuvo poco tiempo para trabajar en ello, puesto que murió tres años después, pero fue su padre, a nivel artístico. A él se debe la idea del revestimiento en mármoles policromos y el ciclo de relieves que decoran sus paredes, aunque la obra fue realizada por el escultor y arquitecto Andrea Pisano, que a la muerte de Giotto tomó el relevo de las obras.
En la construcción del campanario intervinieron otros maestros de obra y artistas además de Giotto, pero él fue el artífice del proyecto. Tanto es así que hoy en día sigue siendo conocido como el Campanario de Giotto.
El maestro murió el 8 de enero de 1337 y según narra Vasari, “fue sepultado, como lo merecía por sus talentos, con grandes honores. En vida fue querido por todos y especialmente por los hombres excelentes en todas las profesiones, ya que, además de Dante, y de Petrarca lo honraron y rindieron tributo a sus obras
Un comentarista de Dante que vivía en la época de Giotto dijo: “Fue y es Giotto, entre los pintores, el más grande de la misma ciudad de Florencia”. Y si nos fiamos de la palabra del historiador es cierto que, a pesar de su carácter a veces insolente, Giotto fue muy apreciado por sus colegas de oficio por su talante alegre y su indudable talento para innovar.
El término Renacimiento aún no había sido inventado, pero ya había perdido a uno de sus padres.