
Pieter Brueghel el Viejo es uno de los grandes maestros de la pintura del siglo XVI y junto con Jan Van Eyck, el más conocido de los flamencos, El Bosco y Rubens, es considerado una de las cuatro grandes figuras de las pintura flamenca. Su primer aprendizaje fue en Amberes, donde se convirtió en maestro, y luego se fue a Italia, a Francia y volvió a Amberes, y los 37 años se mudó a Bruselas, al barrio de Marolles. Empujado por su futura suegra, la viuda del que fuera su primer maestro en Amberes, Pieter Coecke de Aelts, la madre de su novia, que fue quien enseñó a Bruegel el arte de la miniatura, quería alejarle de Amberes, donde se encontraba su anterior amante.
Así la pareja se fue a vivir a Bruselas, donde se casó y donde el pintor pasó sus últimos siete años de vida.
Los cuadros de Pieter Brueghel el Viejo, como sucede con muchas obras de los pintores flamencos, están llenos de pequeños detalles, de historias en las historias, de personajes, algunos extraños y grotescos, de figuras imaginarias y monstruosas
En el Museo Oldmasters de Bruselas se han creado diecinueve “exposiciones virtuales” sobre las obras de Pieter Brueghel el Viejo, su vida, su influencia y su legado. Cada exposición es un documental que aúna cuadros, textos, documentos de archivo, audios y videos para crear un contexto y ayudar a entender los cuadros a todos los públicos, incluso a los neófitos. Hay seis obras del autor, cuatro cuadros y un dibujo. El más sensacional es la Caída de los ángeles rebeldes donde el arcángel San Miguel, con su armadura dorada, echa a Lucifer del Paraíso, en el que hay criaturas imaginarias y monstruosas de todo tipo. Se puede apreciar la influencia de El Bosco, incluido un demonio medio humano y medio lagartija que se muerde a sí mismo, por citar algunas historias de los pequeños detalles
Si paseas por Marolles, hay dos sitios que hay que ver si eres un apasionado de Pieter Bruegel el Viejo y quieres seguir los pasos del artista por el que fuera su barrio.
El primero es el edificio en el que vivió en Bruselas, el número 132 rue Haute, la calle principal del barrio. Es una de las pocas casas tradicionales que quedan en Les Marolles, con su tejado escalonado tan típico del estilo flamenco del siglo XVI. Por ahora no hay nada y no se puede visitar, pero en 2019, 450º aniversario de su muerte, los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica inaugurarán aquí una casa museo de Pieter Brueghel El Viejo.
El segundo es la iglesia de Notre-Dame de la Chapelle, Nuestra Señora de la Capilla, donde se casó con su mujer, Mayken Coecke, y en cuyo cementerio fue enterrado. Ese cementerio ya no existe y la tumba del pintor no se ha encontrado nunca, pero en una capilla de la iglesia queda una placa que lo recuerda. En el lugar de ese cementerio se encuentra la place de la Chapelle, donde, desde 2015, está una estatua del escultor bruselense Tom Frantzen que representa a Bruegel. Como curiosidad, Tom Frantzen es el autor de otras estatuas que podrás ver por la ciudad, entre ellas las de Het Zinneke, a veces llamado Zinneke Pis, el “perro meón”, versión canina del Manneken Pis del que también hablamos en nuestro artículo sobre qué ver en Bruselas.
Conocido también como El viejo o El campesino, no por pertenecer a esta clase social, sino se infiltró en múltiples celebraciones para capturar así la esencia de los pobladores para luego llevarlas a sus pinturas.
A Brueghel le gustaba visitar a los campesinos, en las bodas o ferias, se vestía como los demás invitados, llevaban regalos, y se comportaban como si pertenecieran a la familia o pertenecían al círculo de uno u otro de los esposos. Le encantaba observar las costumbres de los campesinos, sus modales en la mesa, bailes, juegos, formas de cortejo, y todas las bufonadas que podían ofrecer, y que el pintor supo reproducir, con gran sensibilidad y humor, con el color, tanto a la acuarela como al óleo, siendo muy versado en las dos técnicas”.
“Baile de casamiento” (1568). Museo de Historia del Arte de Viena.
Fue el primero en Occidente en pintar los paisajes como escenarios en vez de ser solo el fondo de alegorías religiosas. En esta época de la humanidad todavía no se había producido el giro copernicano y el arte solía tener al hombre como el centro del universo y lo celestial (o lo infernal) había sido constitutivo para predecesores flamencos como El Bosco o Jan van Eyck, incluso para Pieter Coecke van Aelst, el pintor, grabador, dibujante y editor que fue su maestro y su suegro.
“Los proverbios holandeses” (155. Galería de Arte de Berlín.
Brueghel “era un hombre tranquilo, sabio y discreto, pero en compañía, era divertido y le gustaba asustar a la gente o sus aprendices con historias de fantasmas y cientos de otras diabluras”, fascinación por las historias que se destaca, en Los proverbios holandeses.
“El triunfo de la Muerte” (1560). Museo del Prado, España.
Si bien Brueghel copta parte de esta herencia en obras como El triunfo de la Muerte, Caída de los ángeles rebeldes o Dull Gret, donde su tema y estilo puede reconocerse a El Bosco, al autor de El jardín de las Delicias suele considerárselo como el último gran artista de la Edad Media, mientras que a Brueghel como el creador que abre el camino hacia el descubrimiento del hombre y de su entorno, o sea, un hombre que observaba al mundo por sobre lo fantástico o lo mitológico.
“Dulle Griet” (1562), de Brueghel el viejo. Mayer van den Bergh, Bélgica.
Se centra en lo humano, en pintar las pequeñas cosas que hacen a lo cotidiano, pasar de la risa a la tristeza, los oficios necesarios para sobrevivir, el miedo, el amor, la sorpresa.
Aunque es un maestro del paisaje, Brueghel no fue un paisajista sino un hombre obsesionado por capturar el corazón de una época más allá de los canones del arte, con una gran capacidad narrativa.
“Juego de niños” (1560). Museo de Historia del Arte de Viena.
En sus piezas plenas de realismo pueden sucederse múltiples historias, revelando la complejidad y la simultaneidad de la vida, como se aprecia en Juego de niños, la serie de las Estaciones e incluso en su Censo de Belén, este último un cuadro con temática religiosa pero adaptado a su tiempo. Otro gran ejemplo es Los cazadores en la nieve, donde expone la dureza que debían atravesar las personas durante los inviernos de lo que la NASA denominó siglos después como la Pequeña Edad de Hielo.
De su viaje por Francia e Italia, entre 1551 y 1553, se destacan Combate naval en el puerto de Nápoles, La caída de Ícaro y El suicidio de Saúl, como una serie de grabados que tuvieron una buena repercusión en ventas en Europa. Luego vivió en Amberes y Bruselas, donde se casó en 1563 con Mayken Coecke, hija de su antiguo maestro.
En algunas de sus obras, además, aportó una mirada relacionada con la moral del hombre como La parábola de los ciegos o El país de Jauja, en los que indaga en la necedad de los hombres y lo efímero de los bienes materiales, respectivamente.
“Combate naval en el puerto de Nápoles” (1560). Galería Doria-Pamphilij, Roma.
También se le debe la estética espiralada de la Torre de Babel, esa enorme construcción que la Biblia eternizó, que unía el cielo con la tierra, a la que representó en tres cuadros, aunque solo se conservan dos: La construcción de la torre de Babel y La Pequeña torre de Babel. Ante de su impronta, solía pintársela como una torre cuadrada, clásica construcción. Su aporte, en ese sentido, no es solo estético, sino también un aporte semiológico sobre la construcción y la circulación del signo, si se toma como válido el relato religioso del espacio de las infinitas lenguas.
La construcción de la torre de Babel (1563) . Museo Kunsthistorisches de Viena.
Asociado al renacimiento y al manierismo por una cuestión más temporal que sustancial, la obra de Pieter Brueghel el Viejo no puede ser catalogada en una sola corriente estética. Su virtud no fue la de seguir movimientos, sino observar, compartir, vivir y disfrutar en pos de hacer arte y no que sus obras fueran solo un fin.
“La parábola de los ciegos” (1568). Museo de Capodimonte, Nápoles.
En La Parábola de los ciegos, donde un ciego lleva a otros ciegos quiere decir que “La dificultad de Brueghel para creer que el juicio llegaría a tener lugar era el resultado de no saber a quién acusar…Tenía una conciencia nacida históricamente demasiado pronto para contar con el conocimiento que podría justificarlo”.
Ángel Villazón Trabanco
Dr. Ingeniero Industrial