Diego Rivera, nacido en Guanajuato en 1886, es considerado el pintor portavoz de los oprimidos y de los indígenas, y es también el gran ilustrador de la historia de México. Fue uno de los máximos exponentes del muralismo mexicano, movimiento pictórico que junto a David Siqueiros, José Orozco y en menor parte a Rufino Tamayo, floreció a partir de los años veinte del pasado siglo. Convirtió sus obras en el símbolo de una nación mexicana.
Este movimiento pictórico estaba basado en la monumentalidad, para conseguir una mayor comunicación con el pueblo, una ruptura con la tradición academicista y la asimilación de las corrientes pictóricas europeas como el cubismo y el expresionismo. También influyeron el arraigo de su arte en las tradiciones autóctonas de México, un pasado artístico prehispánico y la integración de una ideología revolucionaria en la pintura, que según ellos debía expresar artísticamente los problemas de su tiempo.
Se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de la capital mexicana, a la que se había trasladado con su familia a los seis años de edad y luego estudió por espacio de quince años (1907-1922) en varios países Europeos, como España, Francia e Italia, donde se interesó por el arte de vanguardia y abandonó el academicismo.
De regreso a México e identificado con los ideales revolucionarios de su país, Rivera volvió en un momento en que la Revolución había triunfado, y junto con David Alfaro Siqueiros se dedicó a estudiar en profundidad las formas primitivas del arte azteca y de la cultura maya, que influirían de manera significativa en su obra.
En 1992 Rivera pinta su primer gran mural para el auditorio Bolívar, al que titulo La Creación, en que plasmó la creación del pueblo mexicano, que es el protagonista de estos frescos, representado en su trabajo y en sus fiestas.
En colaboración con otros destacados artistas mexicanos como Clemente Orozco, fundó el sindicato de pintores, del que surgiría el movimiento muralista mexicano, de profunda raíz indigenista.
Creó un estilo nacional que reflejaba la historia del pueblo mexicano, desde la época precolombina hasta la Revolución, y durante una década recibió numerosos encargos del gobierno de su país para realizar grandes composiciones murales. Son famosas las escenas que evocan la presencia de Hernán Cortés en tierras mexicanas, como la llegada del conquistador a las costas de Veracruz, o su encuentro en Tenochtitlán con el soberano azteca.
Pero donde Rivera pintó una imagen de la identidad mexicana fue en el Palacio Nacional de México, ocupando sus murales las tres paredes que están frente a la escalinata del edificio.
Diego Rivera se casó con la mexicana Frida Kahlo, con quien mantuvo una relación tormentosa llena de infidelidades por ambas partes, y marcada por una relación de amor odio. La compenetración entre ambos dio lugar también a etapas de paz y creatividad, y la casa de la pareja en Coyoacán se convertiría en centro de tertulias políticas y artísticas.
Ente 1930 y 1934, Rivera se desplazó a Estados Unidos, donde pintó murales para el Instituto de Arte de Detroit y también para el Rockefeller Center de Nueva York, en la que incluía la figura de Lenin, razón por la cual su obra fue destruida.
En 1947 pintó en México “El sueño de una tarde dominical en la alameda central”, en el que se dan cita personajes destacados de la historia mexicana desde el periodo colonial hasta la Revolución.
El protagonista de los frescos es el pueblo mexicano, representado en sus trabajos y en sus fiestas. Su intención era reflejar la vida social de México tal y como él la veía, y por ello dividió la realidad en dos amplias esferas que eran la del trabajo y la del ocio, y las distribuyó en zonas pictóricas separadas.
Rivera creó una imagen visual de la identidad mexicana moderna en los frescos que, a partir de 1929, pintó en el Palacio Nacional de México.
La reconstrucción que hace de la historia nacional se basa en la lucha de liberación colonial, y las imágenes poseen un mensaje inequívoco en el que se pone de relieve la opresión de la población indígena y campesina, a la par que se satiriza con dureza a las clases dominantes.
Rivera reafirmó siempre su condición de artista comprometido políticamente, y fue uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano.
En la década de los cuarenta continuó desarrollando su actividad de muralista en diversos sitios públicos, y sus obras siguieron provocando polémicas.
El pintor donó a su país sus obras y colecciones, un edificio construido por él, la Casa-Museo Anahuacalli, donde se conservan sus colecciones de arte precolombino, y su casa en México Ciudad, que fue convertida en el Museo Estudio Diego Rivera, que alberga obras y dibujos suyos, así como su colección de arte popular.
Diego Rivera, el pintor de la identidad mexicana.
Ángel Villazón Trabanco es ingeniero, escritor y periodista cultural y te brinda la posibilidad de leer algunos de sus libros:
- Goces y sufrimientos en medievo
- Los tacos de huitlacoche
- Los enanos
- El sueño de un marino cántabro y el sueño de un orfebre andalusí
- Senderos de Libertad
También puedes leer otros artículos y relatos suyos en esta misma página web: www.angelvillazon.com
Ángel Villazón Trabanco
Ingeniero Industrial
Doctor en Dirección y Administración de Empresas