La Ballena de Kuyimá, es una obra del artista mexicano Francisco Hernández Zamora, nacido en ciudad de México en 1958, que ha realizado una serie de geoglifos, y se ha planteado como objetivo convertir en una galería de arte aérea la Península de Bajo California, para lo que cuenta con la ayuda de la gente local para llevar a cabo sus producciones.
Se trata de un geoglifo, figuras construidas en laderas de cerros o en planicies, de una ballena madre con su cría, trazados sobre la superficie terrestre y cuya construcción se ha realizado con el resto de almejas que los pescadores dejan en la orilla. Esta producción tiene un tamaño bastante considerable, ocupando 2000 pies de largo por 1200 pies de ancho y cuya función es la de atraer la atención del público que visita la zona.
La ballena Kuyima
Como parte de este programa de Land art, llamado Geoglifos de Baja California, que hace siete años comenzó Francisco Hernández, está un proyecto que no estaba previsto en los cuatro diseños originales. Se trata de Spirocervus, espiral de los venados, dedicado a la paz en el mundo, el cual se hará en La Paz, Baja California.
El largo será de 777 metros y el ancho de 338 y es un «ejercicio comunitario», llevado a cabo con espera la participación de 3 mil personas, principalmente niñas y niños, de las escuelas de primaria, y universidades de la región.
Hernández Zamora explica que entre 1989 y 1991 hizo una serie de diseños de constelaciones imaginarias, propias de las bóvedas celestes de Baja California, que llamó »los cielos mágicos del venado». También viene a ser un códice en el que se narra la historia de la muerte y la resurrección del venado. Cada una de las constelaciones representa «una evolución anímica de los venados mágicos» de la región. Spirocervus corresponde a la novena constelación.
El reto más difícil del Geoglifo de la Unidad, inaugurado el 13 de junio de 1997 en Bahía Concepción, Baja California Sur, fue hacerlo. Cuando se hizo el Geoglifo de la Ballena Kuyimá, en marzo de 2000, en Laguna San Ignacio, »el grado de producción material fue diez veces mayor, pero ya teníamos credibilidad». A pesar de lo difícil de que la comunidad participara, lo hicieron 585 personas.
Ahora, se ha incorporado un nuevo grado de dificultad y es articular la producción local en un contexto internacional.
Hernández Zamora explica que «Con esto queremos invitar a organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales, a que participan en cuestiones relacionadas con la cultura de la paz, que hagan alguna pequeñas maniobra en el terreno pero, sobre todo, que den talleres, conferencias, que lleven los materiales que han elaborado y compartan sus experiencias con la comunidad de La Paz, para que la producción del geoglifo sea un dinamizador social sobre un tema concreto».
El proyecto Spirocervus abarcará por lo menos un par de años. Después el artista irá a Laguna Salada, cercana a Mexicali, para hacer Geoglifo de la Serpiente Maijañuí, y luego a Ensenada para crear Geoglifo de El Atún, cada uno dedicado a aspectos relacionados con la conciencia ecológica, el desarrollo social de las comunidades y hasta con aspectos míticos del espíritu del desierto de Baja California.
Otro artista mexicano, Bosco Sodi, junto con las galerías Paul Kasmin, Blain | Southern, y Galería Hilario Galguera, presentan ATLANTES. Un proyecto situado a solo unos metros de distancia de Casa Wabi, la fundación y residencia del artista, en la costa oaxaqueña, en un área extensa y en gran parte deshabitada, cerca de Puerto Escondido, México.
ATLANTES
La escala monumental de esta instalación que requirió más de dos años de construcción, está conformada por 64 cubos de arcilla compuestos por 1,600 ladrillos del mismo material sumando un total de 102,000 ladrillos que pesan alrededor de 700 toneladas hechos manualmente por el artista mexicano junto con un equipo de artesanos locales en un horno tradicional oaxaqueño formando una estructura cuadricular cuyos pasillos crean un observatorio laberíntico en el cual el visitante podrá recorrerlos y experimentar como la luz del sol varía de acuerdo a la hora del día, la estación del año y la orientación en la que uno se encuentra ubicado.
Caracterizado por emplear métodos de producción que conservan el carácter esencial de los cinco elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego. El artista mexicano crea sus esculturas extrayendo tierra cruda, comenzando por mezclarla con agua y arena para formar la arcilla, y posteriormente alisa y moldea manualmente este material para dar forma a cubos sólidos que se dejan secar al aire libre, bajo el sol en su estudio.
Una vez curados, los cubos se queman en un horno tradicional de ladrillos, con madera, semillas de jacarandas y cáscaras de coco, un proceso que impregna los cubos con diversos tonos de terracota, rayas verdes y negras, así como una multitud de fisuras en la superficie.
Es una oportunidad para los visitantes de volver a conectarse con su entorno, con ellos mismos y regresar al origen de nuestra esencia. Estableciéndolo como un destino obligatorio para cualquier amante del arte, la arquitectura y la naturaleza.
El concepto o la inspiración detrás de esta pieza, está en la arcilla y en el tiempo, que llegaría a ser una figura mucho más orgánica y natural, y porque el conjunto da la sensación de sostener el cielo. Se tardó mas de dos años en hacerla porque todos los ladrillos se hacen manualmente
Cada espectador según lo sienta y lo entienda, cambiara día a día, hasta que los cubos de arcilla se vuelvan tan orgánicos que nadie sepa que eran parte de una obra de arte, como si fueran ruinas de monumentos hechos por humanos que se fueron convirtiendo en pedazos de tierra tomados por el tiempo, el clima, la vegetación, etc.
Es una instalación de Land Art, y una obra minimalista pre-industrial, por ese motivo la colosal escultura nos hace cuestionar la relación que hay entre la naturaleza y la humanidad trabajando en armonía con la tierra.
El arte como la vida es efímera, solo estaremos aquí un momento, y todo lo que se haga desaparecerá tarde o temprano, únicamente la naturaleza permanecerá
Otro proyecto de Land Art en México, es el desarrollado por Franz Klainsek, nacido en Miami, que después de un tiempo en Europa, América del Norte, la región amazónica de América del Sur y partes de Oriente Medio. Ahora Franz trabaja y vive entre Nueva York y la región mexicana de Oaxaca.
Comenzó su carrera como pintor y se interesó por experimentar con materiales poco convencionales para desarrollar piezas mucho más cercanas a la instalación y al performance.
El artista desarrolló una escultura interactiva de 6 metros de ancho por 3 de alto titulada Sun Dance, como parte de un proyecto que desarrolla en nuestro país, una instalación interactiva permanente colocada en el semi desierto mexicano, en una granja tradicional, santuario de animales y productora de mezcal.
Construida con cemento y acero resistente a la intemperie, esta es la primera pieza de una serie de piezas que el artista desarrollará, en la que el paisaje y la obra misma se entrelazan y la naturaleza misma es materia susceptible de ser intervenida.
«9000 acres de realidad, creados en la mayor de las escalas, cavados en la tierra y con los elementos con los que se ha bendecido, y construidos con los nativos que viven en unidad con la Tierra
Sun Dance, rinde homenaje a la ceremonia celebrada por los indígenas de América del Norte durante miles de años. Reunidos como una tribu, traen un sacrificio al universo y al sol. Este trabajo, dijo, se crea por una razón simple pero profunda: ser uno con la fuente, mientras contemplamos la inmensidad del creador.
Sun dance, título de la pieza.